miércoles, 3 de julio de 2024

Métodos y profundidad de análisis. Ejemplo de JDP.

Durante la década del ’60 en el exilio, Perón subrayaba que la situación en Argentina estaba concatenada a la mundial y que no se podía separar una cosa de la otra porque se cometerían errores de apreciación enormes. Se pueden separar en el orden de exposición pero no conceptualmente por la profunda imbricación de ambas.

Perón sostenía que, a nivel mundial, había una gran contradicción entre las necesidades de evolución de los seres humanos (económica, tecnológica, cultural, social, etc.) y las pretensiones de los imperialismos, los que reaccionan mal contra esa evolución.

Él decía que no se podía detener la evolución y que había que adaptarse a ella por medio de reformas y cambios racionales e incruentos. Y que ello debía hacerse con participación del pueblo y la actividad del Estado. También decía que para que el pueblo participe se necesitaba un “gobierno humano” y que, para lograr eso, era necesaria la conducción, el liderazgo de conducción. Decía que la tecnocracia no servía para nada sin el gobierno humano.

Perón decía que la situación del mundo estaba caracterizada por esa contradicción o tensión generada por pretensiones imperialistas que no asumen como es debido la necesidad de los cambios para dar cabida a una evolución que satisfaga las necesidades y aspiraciones humanas de una sociedad moderna.

Es decir, el imperialismo, para Perón reacciona contra los pueblos que sí asumen esa necesidad, provocando toda clase de interferencias a nivel interno de cada país.

Es sugestivo que Perón, cuando se refiere al cipayismo interno, que es el soporte dentro del país de la acción imperialista, usa reiteradamente la frase “bajo la férula del imperialismo” o variantes casi iguales. El significado de “férula” en una de sus acepciones es “estar bajo la autoridad o poder despótico”. Esto no es casualidad. Perón consideraba concientemente que los cipayos están bajo la autoridad o poder despótico del imperialismo.

Esto último rara vez se entiende. Diría que casi nunca. Tanto la izquierda marxista o el progresismo ignoran absolutamente esa relación de vasallaje, creyendo que la “cúpula del empresariado local”, los “capitalistas argentinos”, los “grupos concentrados”, los políticos o los militares, etc., etc., son una suerte de “socios” de los “capitalistas extranjeros”.

Este tipo de errores de análisis surgen por quedarse en lo descriptivo, en lo que se ve, en las apariencias de una realidad parcelada, escapándose lo que subyace como movimiento unificador. Hay que proceder, si se quiere comprender bien, como enseñó Perón con su ejemplo y con su docencia. Tengo que hacer aquí una pequeña digresión.

La realidad suele estar compuesta por partes pero para la visión simple. Lo que suele encontrarse, si se profundiza, es que la realidad no es una suma o amalgama de partes. El capitalismo no es una suma o amalgama de capitales, del tipo “sección argentina”, “sección EE.UU.”, etc. y sus personificaciones.

Cuando uno analiza “separa” en forma abstracta algo que está compuesto constitutivamente. Solo separa a los fines de describir y comunicar, pero eso no significa asumir que estamos en presencia de partes y parcialidades por todos lados y que, de algún modo, se unen.

La actitud mental más productiva es asumir que en el todo se pueden distinguir partes, a condición de que no se caiga en la superstición de que las partes amalgamadas constituyen el todo. Esto causa estragos en el conocimiento no solo de la política sino en la ciencia también.

Marx se aproximó a esta cuestión cuando usaba la frase “síntesis de múltiples determinaciones” (lo “concreto”), pero, era coherente con eso en algunos casos y en otros no, tal es así que no detectó al imperialismo por ningún lado, aún después de sus investigaciones históricas para redactar los capítulos sobre la "acumulación originaria" o "precapitalista".

Volviendo al tema, Perón intentaba captar el movimiento general, a nivel mundial, luego iba a los casos singulares locales, sin desconectarlos de aquél. En muchas ocasiones para ilustrar este punto, usé la metáfora de las olas del mar para evocar algo que emerge, distinguiéndose, de un todo, sin escindirse.

Perón creía ya a mediados de los años ’60 que los imperialismos estaban en decadencia porque surgía el tercermundismo por todas partes, tanto en los pueblos bajo el comunismo como bajo el capitalismo, con sus demandas de mejoras sociales, económicas, culturales, etc. Perón mismo fue el autor, digamos “ideológico” del tercer mundo, al ser el primero que habló de la “tercera posición” como concepción distante de uno (occidental capitalista) como de otro imperialismo (soviético comunista).

Perón no vivió lo suficiente para ver la puerta de salida que encontró el imperialismo de su tiempo para subsistir por medio siglo más.

En efecto, la secuencia formada por la devaluación de la libra esterlina hacia fines de los ’60, la desconexión del dólar del oro en 1971 y la convalidación de los tipos de cambio flotantes, en conferencias monetarias ya posteriores al fallecimiento de Perón, todavía eran muy recientes como para evaluar las consecuencias a nivel global.

Hoy podemos decir que esa secuencia puso los cimientos del sistema globalista basado en la especulación financiera y la deslocalización de la producción, que en el presente agoniza.

Perón esperaba que el tercer mundo de entonces, bajo diversas ideologías, era la puerta de salida, de liberación de la decadencia imperialista. Sin embargo, el imperialismo capitalista occidental logró neutralizarlos a todos: al otro imperialismo (el soviético) y al tercer mundo.

Pero la decadencia no se detuvo, solo encontraron un "engañapichanga histórico" que los hizo durar más, hasta un punto insostenible y que tiene al mundo al borde de una guerra mundial desatada, incluso nuclear. Como decía Perón “no se entregan sin pelear”.

Hoy tenemos un 75% del mundo, otra vez, pero ahora orientado y organizado por China y Rusia a través de sus respectivos líderes, con el objetivo de dar cabida a una evolución de la humanidad que satisfaga las necesidades de todos los pueblos del mundo.

La ideología geopolítica occidental al servicio del sistema oligárquico imperialista nos quiere presentar eso como un intento imperialista (!?) basado en la "autocracia". Pero eso es para consumo de los tontos e ignorantes o los demasiado ilustrados que creen que hay que saber de todo, pero lo que hay que saber son cosas buenas. "Es mejor que aprender mucho/el aprender cosas buenas".

El desafío (no a Occidente, sino ante la humanidad misma) de Xi y Putin es enorme porque se trata de poner la ciencia y la tecnología como motor de la economía al servicio de todos los seres humanos, sin necesidad de reproducir los métodos de saqueo y colonialismo y neocolonialismo del imperialismo occidental. Esto implica que la humanidad se conduzca por un cause que nada tiene que ver con las concepciones y métodos del sistema oligárquico occidental. 

Dichos líderes tienen una concepción profundamente optimista del ser humano, aunque no son estúpidos, saben con los bueyes que aran.

Estamos en el mismo punto que Perón captaba a mediados de los años ’60, un imperialismo (ahora único, ya no dos), que, luego de ensayar en los últimos 50 y pico de años un experimento de salida a los síntomas de decadencia que ya tenía en aquellos tiempos, cayó en una decadencia aún peor y, sus soportes (las combinaciones oligárquicas), se rehúsan, hasta ahora, a desistir de sus empeños en imponer su dominio a pesar de todo, cueste lo que cueste.

Si los que aspiran a ser dirigentes de la Argentina, para el caso de que nuestro país sobreviva, no entienden estas cosas, no las estudian profundamente, no para usar ese conocimiento para satisfacer ambiciones personales, sino para enseñar y avivar a la gente, entonces el peronismo sí va a desaparecer finalmente, luego de tantos pronósticos fallidos en este sentido. Y, si desaparece el peronismo desaparece nuestro querida patria, tal como la conocimos desde que nacimos nosotros o como la conocieron anteriores generaciones a la nuestra.

lunes, 1 de julio de 2024

A 50 años del fallecimiento de JDP.


Resulta notable cómo el destino de los seres humanos depende de algunos (muy pocos) seres humanos.

Desde que no está más JDP las condiciones de vida de una gran parte de los argentinos se deterioraron muchísimo, salvo los períodos de recuperación de NK y de mejora neta del último período de CFK.

Sin embargo, en los últimos 50 años, la pobreza estructural se fue agregando por capas sedimentarias como resultado de cada crisis. Las recuperaciones subsiguientes en los distintos gobiernos no lograban ni siquiera igualar el nivel de pobreza existente previo a las crisis del gobierno precedente.

Las generaciones que se fueron agregando desde que murió JDP, en muchos estratos sociales, vivieron cada vez peor. Se empobrecieron las clases medias, los asalariados y la pobreza estructural se agrandó cada vez más a medida que se profundizaba la inserción del país a la globalización.

Lo mismo ocurrió después de que lo derrocaron en 1955. Pero, mientras él vivió en el exilio no pudieron –ni por dictaduras ni por gobiernos pseudoconstitucionales- hacer el cambio de régimen que hubieran deseado. Pero luego de su muerte en 1974, sí pudieron hacerlo porque se aprovechó la desaparición de su liderazgo para realizar un cambio de régimen a gran escala, usando la represión, la dictadura y los cambios económicos a través de la liberalización de las finanzas, el comercio y la circulación de capitales.

La sola existencia del liderazgo de JDP, mientras vivió, estaba impidiendo la consumación de ese proceso de empobrecimiento social y endeudamiento y descapitalización de la economía que ocurrió, finalmente, a partir de 1975/76 en adelante.

Mientras él, fiel a su método de encuadrar la problemática argentina dentro de la evolución de la mundial, veía mejor que nadie los peligros que representaba para nuestro país y su pueblo, la reacción del “capitalismo internacional” con sus soportes al interior del país, la mayoría de los dirigentes de los sectores internos del movimiento estaban enfrascados en disputas y contradicciones menores aunque sus protagonistas las sintieran como cosas de vida o muerte.

JDP, en todas las ocasiones que podía, señalaba la importancia que tenía hacer el análisis desde la situación general que presentaba el panorama mundial hacia la situación particular al interior de la Argentina. Él desplegaba ese análisis con toda naturalidad. Lástima que los peronistas que siguieron protagonizando después de su fallecimiento, con el retorno de la “democracia”, ignoraron casi absolutamente esa metodología. Y, en el caso de que no la ignoraban, era para justificar la alineación con el imperialismo anglonorteamericano (?!).

En la actualidad, CFK es la única dirigente que puede aplicar ese método de análisis (aunque no con la profundidad y originalidad con la que solía hacerlo JDP) de manera mucho más inteligente de lo que lo hacen los pocos que se animan a lo mismo.

Comprender los lineamientos básicos del movimiento mundial es uno de los atributos que debe poseer cualquier líder sea de conjunto o de conducción. Esto, a pesar de las creencias de algunos compañeros, nada tiene que ver con la doctrina geopolítica inventada por ideólogos de las oligarquías que sostienen al imperio.

Perón era absolutamente conciente de que la lucha era de los pueblos contra los imperialismos en todas las épocas de la historia. Y que la condición para el éxito en esa lucha era la capacidad del liderazgo de conducción para aglutinar en una dirección -la soberanía política, la independencia económica y la justicia social- a la mayor cantidad de voluntades posibles, respetando sus creencias parciales. Para Perón no hacía falta uniformidad ideológica o que todos piensen lo mismo o que todos obedezcan sin pensar.

Perón pensaba, con razón, que, si se podían articular bien las partes (derecha, izquierda, centro, dialoguistas, confrontacionistas, “apresurados”, “retardatarios”, etc.) la heterogeneidad, aunque elevada, resultaba muy eficaz a la hora de “pegar donde duele y cuando duele”.

Los pros y contras de esa heterogeneidad, si era bien conducida, resultaban preferibles a una uniformidad con menor peso cuantitativo aunque con más coherencia ideológica.

El liderazgo de Perón no creaba ningún “espacio de confort” permanente que se identificase con su figura. Nunca necesitó eso. Su tarea permanente era articular y potenciar los espacios en función de la misión colectiva. En esto, tenía muy poca comprensión de la mayoría de los dirigentes, sean de la rama política, sindical o la juventud.

Hasta donde yo sé, Perón fue la primera persona en el mundo que reflexionó y produjo un cuerpo de conocimiento cuya finalidad era aplicar por analogía, pero haciendo modificaciones indispensables, los principios de la conducción militar a la política, señalando similitudes y diferencias.

Eso no lo hizo porque le gustaba teorizar o por “academicismo”, lo hizo por necesidad, por la misión que se había autoimpuesto: la de conducir políticamente a las masas de la Argentina como un medio imprescindible para conseguir el objetivo de liberar al país del imperialismo.

Para él era indispensable crear los auxiliares de la conducción y transformar a la “masa” en “pueblo”. Sin eso no podía conducir o no podía tener éxito. Él definía a la “masa” como un colectivo reactivo, que se rebela ante la injusticia, pero sin dirección y objetivos positivos. El “pueblo” era ya el colectivo con liderazgo de conducción hacia objetivos positivos.

La cantidad de perlas más o menos escondidas en las cosas que dijo Perón es increíble. Me resulta curioso que casi nadie las pueda rescatar y articular con nuestra situación presente.

Hay una incomprensión profunda sobre el pensamiento de Perón y/o hay una ignorancia o profunda falta de interés, quizá porque ese pensamiento no sirve para validar las ambiciones de personas con pocas virtudes.

Para el que quiera aprender, Perón nos enseñó que aquello que resuelve los problemas es la subjetividad creativa de las personas, cuyas virtudes permiten la aplicación inteligente de las ideas.

No existe doctrina ni ideología en el mundo que pueda reemplazar a las facultades potencialmente creativas de los seres humanos ni sus virtudes.

Ni el marxismo, ni el cristianismo, ni el “libertarismo”, ni el peronismo, sirven para nada si son profesadas por personas que no ponen en juego sus capacidades y que tienen muchos vicios personales y pocas virtudes morales e intelectuales.

Mi homenaje, desde este humilde Blog, a quien más hizo por el bienestar moral y material del pueblo argentino, porque logró poner en juego sus altas dosis de creatividad y originalidad personal y su capacidad organizativa al servicio de esa causa nacional.

JDP fue un “fuera de serie” pero, al mismo tiempo, un producto de la Argentina.

Ganarse la lealtad y el corazón del pueblo no es algo que se consiga con marketing o “coach”.

Por eso el pueblo siempre lo quiso a él.