El pensamiento oligárquico no es patrimonio exclusivo de la clase social que se llama oligarquía. En mis formulaciones teóricas (ver en este Blog parte final de mi primer post de fecha 19/8/20), definí a esta clase como un conjunto determinado por la unión de individuos-agentes a los resortes y recursos fundamentales.
A estos últimos los defino como el efecto de la combinación de elementos de distintas instancias políticas, ideológicas y económicas que dan lugar a plataformas cuyas propiedades son de naturaleza diferente a las que presentan esos mismos elementos en forma aislada (sin la combinación). Haciendo una analogía no validante con la ciencia físico-química, la propiedad y efectos de una molécula, por ej., de agua, son diferentes a las propiedades y efectos de los átomos de hidrógeno y oxígeno considerados aisladamente. No hay absolutamente ningún rastro del agua en dichos átomos.
Por ejemplo, la conjunción de multitud de fondos de capitalistas u “ahorristas” en un fondo de inversión gigante, tipo Black Rock o Vanguard, combinado con el Pentágono en EE.UU., el Depto. de Defensa, los medios de comunicación, etc., eso constituye una plataforma (el complejo militar-industrial-financiero-mediático) que produce efectos en la geopolítica mundial que no se hubieran producido si tal combinación no hubiese ocurrido.
La clase dominante no son los capitalistas u ahorristas que invirtieron capital en esos fondos de inversión, sino que es la personificación de los que concentran el poder dentro de esa plataforma. Esa concentración de poder se parece mucho a las “camarillas”. La “propiedad jurídica” de la innumerable cantidad de capitales que concurren al fondo de inversión, no tiene mayor relevancia.
Cuando Marx investigaba historia de los siglos previos al XIX a los fines de escribir los capítulos de El Capital concernientes a la “acumulación primitiva u originaria”, también existían ese tipo de plataformas con sus particularidades propias de la época, solo que no las quiso incorporar a su análisis relativo a la “genealogía” de los elementos del modo de producción capitalista.
Es por eso que en las versiones de Marx y Engels, el imperialismo es ignorado desde la perspectiva teórica. Y en las versiones marxistas posteriores, por ej. la de Lenin, la dimensión del imperialismo es incorporada solo como “fase superior” del capitalismo, ignorando olímpicamente que esa dimensión existió a lo largo de toda la historia humana. Lenin solo describió una forma o modalidad de esa dimensión, la que dio lugar a la “oligarquía financiera” del capitalismo. Esto tuvo como consecuencia que los marxistas que le siguieron ignoraran todas las otras modalidades del imperialismo en la historia precapitalista que es muy extensa y en la cual también existían oligarquías.
El otro problema es que en la versión marxista de Lenin y las posteriores, el imperialismo aparece referido, también, a un sujeto que serían las “grandes potencias”, o sea países muy desarrollados y avanzados que dominan a otros países.
El implícito de estos dos problemas -que el imperialismo se identifique solo con una forma capitalista y que se remita a la acción de países que son “grandes potencias”- es que la acción imperialista tiene su base en burguesías nacionales muy desarrolladas que impulsan a sus países al dominio de otros. De esta lógica se desprende lo de la guerra mundial como “lucha inter imperialista”.
La perspectiva teórica que planteo es muy diferente a esta que acabo de referir, puesto que los resortes y recursos fundamentales existieron siempre a lo largo de la historia (no solo en el capitalismo) y quienes lo controlaban también. Solo cambian las modalidades de existencia de esos recursos y del control.
Los países no son el sujeto de la acción, sino el objeto de la acción. Aunque se puedan convertir en victimarios de otros países, son víctimas de las camarillas oligárquicas que son el verdadero sujeto de la acción. Por lo tanto, mal puede haber “lucha interimperialista entre países” puesto que no son el sujeto. Que el gobierno de un país (no importa si es potencia o no) colonizado por oligarquías toma medidas contra otros países que no presentan esa colonización, no es “lucha interimperialista”, sino lucha de las oligarquías contra lo pueblos que no quieren someterse. Los que tiran la piedra no significa que sean los autores intelectuales y financiadores. Los que se defienden de las pedradas no significa que sean “imperialistas”.
Por eso es tan importante volver a las fuentes y entender todas las consecuencias que tiene la comprensión de la historia como lucha entre las oligarquías y los pueblos. Las categorías de oligarquía y pueblo son absolutamente esenciales. Es casi imposible comprender nada de la historia ni del presente sin esas categorías. JDP tenía absolutamente claro esto. Es una lástima que muchos peronistas no.
Volviendo al principio, decíamos que el pensamiento oligárquico no es patrimonio exclusivo de la clase oligárquica. Es más bien una tendencia perdurable a la recaída mental de los seres humanos relacionada a un materialismo exacerbado y un pesimismo cultural y espiritual. Estos rasgos están institucionalizados de manera permanente en el modo de dominación oligárquico.
Cuando se consideran dados los recursos, como si fueran fijos, la mente solo se orienta a cómo hacer la administración de ellos y distribuirlos. A medida que aumentan las bocas que alimentar, surgen las preocupaciones sobre el futuro, se hacen cálculos, pronósticos de cuánto durarán los recursos a medida que aumenta la población. Las antigua doctrina de Gianmaría Ortes copiada por Malthus y la contemporánea del Club de Roma reflejan esto.
Como consecuencia de esto, en lugar de enfocar la educación e incentivar a los individuos hacia la solución de los problemas reales de la economía física, se sobredimensiona la parte ficticia de la economía y las finanzas con burbujas especulativas de todas clases como una manera de encubrir la falta de dedicación y preocupación por generar riqueza real.
A su vez, la enorme desigualdad y la concentración de “riqueza” en pocas manos, contribuye a encubrir los problemas reales y a dar importancia a los imaginarios, generando una sensación de que se produce demasiado y se daña el medio ambiente.
A medida que esta perspectiva se consolida cada vez van a tener más importancia las estrategias que conserven los recursos para ciertos grupos privilegiados, restringiéndolo para las mayorías por medio del daño y la supresión biológica. Para lograr esto empiezan a tallar las consideraciones geopolíticas de guerra o reordenamiento como decía JDP.
Hoy, la humanidad está dividida entre la facción noroccidental transatlántica con algunos “amigos a la fuerza” en Oriente que quieren la guerra contra Rusia y China y la parte mayoritaria de los gobiernos y población del mundo que intenta el reordenamiento geopolítico junto al impulso de la ciencia y la tecnología al servicio de todos los seres humanos.
Es decir, la parte de la humanidad dominada por la camarilla oligárquica occidental, expresa la recaída en el materialismo y del pesimismo cultural y espiritual, que, desconfiando de la evolución porque podría traer aparejada una libertad humana mucho más verdadera y, con ello, ponerse en peligro la reproducción de la hegemonía oligárquica, solo ofrece la guerra o distopías absurdas.
Los líderes de la otra parte de la humanidad (por fortuna mayoritaria), no consideran a los recursos fijos o dados, sino que confían en el recurso de la mente humana que es infinita desde el punto de vista intergeneracional y que, allí, más el corazón humano (los afectos), es donde residen las soluciones potenciales a los problemas y desafíos de la reproducción de la humanidad, tanto en lo material como lo espiritual.
Estas siempre fueron las dos tendencias que, eventualmente, se enfrentaron a lo largo de toda la historia humana, bajo las formas de la lucha entre los pueblos y las oligarquías. Los primeros necesitan liberarse para poder disponer de los beneficios de la evolución. Las segundas necesitan someter y sojuzgar para asegurar la reproducción de su propia dominación, subordinando la evolución a estos fines unilaterales.
En la historia se presentan, cada tanto, estos puntos de inflexión, en los que, el oligarquismo detiene la evolución humana, subordinándola a sus propias necesidades mezquinas y unilaterales. El riesgo del punto de inflexión actual es que existen armas nucleares y es la primera vez en la historia que, si se deja el destino en manos de ese oligarquismo, corre riesgo la supervivencia de la vida en la Tierra.
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