jueves, 28 de marzo de 2024

La naturaleza humana del internismo. La solución.

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Como sostenía JDP la política está hecha de seres humanos con todos sus defectos e imperfecciones; a lo que se puede aspirar es a alcanzar la máxima perfección orgánica posible porque la humana es imposible. La perfección orgánica contribuye a que los defectos de los individuos puedan ser gestionados y el lidiar con ellos no destruya la organización.

No existe en la realidad la disociación entre lo racional y lo emocional. Solo por medio de un autoengaño los individuos pueden creer que mantienen separadas ambas dimensiones.

En toda postura racional existe una base emocional, aunque no se note, aunque no sea percibida o autopercibida. El desafío consiste en lograr lo que casi nadie logra, esto es la unión armónica provechosa de las dos; que de la “fusión” de una y de la otra surja un orden superior de pensamiento y afectos.

Uno de los graves problemas de los dirigentes desde la desaparición física de JDP hace casi medio siglo es que no pueden hacer balances de los resultados de sus propias acciones. También puede ocurrir que, algunos, los hagan en la intimidad de su pensamiento, pero si no logran compartir la experiencia y transmitirla a las siguientes generaciones, de nada sirve.

En los últimos 50 años las nuevas generaciones de nuestra sociedad dieron lugar a políticos que se las pasan batallando a ciegas, aceptando las imposiciones del destino. Difícilmente tengan la suficiente claridad y humildad como para darse cuenta de cuáles son las razones de sus éxitos y sus fracasos.

Todo está sometido a discusión todo el tiempo, lo bueno, lo malo y lo regular. Es como la “mesa contra el hambre” del ex presidente Alberto Fernández. Como si el “consenso” entre partes pudiera formar un todo que valga la pena. Lo cual no significa que el antagonismo entre partes pudiera formar un todo. Lo falso de una no implica necesariamente lo verdadero de la otra.

Es difícil aguantar la incertidumbre en condiciones tan adversas. La tentación de encontrar a un culpable de lo que nos pasa es bastante irresistible porque no se pueden dominar las expectativas.

La posición de Navarro es formalmente parecida a la de los jóvenes de la primera mitad de los ’70 que le echaban la culpa a Perón del fracaso de 1973/76. En aquel tiempo era que Perón “tomó partido por la derecha del movimiento”. Ahora es “capricho” de la jefa, etc., etc.

Las personas que así creen tienen enormes dificultades para distinguir entre procesos y acontecimientos, procesos de otros procesos y acontecimientos de otros acontecimientos. Ven continuidades donde hay rupturas, rupturas donde hay continuidades, simetrías donde hay asimetrías y asimetrías donde hay simetrías. La realidad los sobrepasa todo el tiempo, aunque ellos crean que la entienden perfectamente. En definitiva, se dejan llevar por las emociones lo que conduce a malos análisis.

1) CFK eligió a AF en 2019 no porque creyera que iba a ser un excelente presidente sino porque pensaba que era la mejor figura para evitar que Macri reelija. Macri 2019-2023 hubiera sido peor que Milei hoy (no solo peor que AF). La crítica es que se equivocó al elegir a alguien que gobernaba mal.

2) Cuando eligió a alguien que perdió, como Scioli, la crítica es que se equivocó porque eligió a alguien que perdió (en la primera vuelta ganó). Pero los que hacen esta crítica se olvidan de elogiar que en 2019 eligió a alguien que ganó.

Es decir que, en un caso critican que elige a alguien que pierde (Scioli). Y, cuando elije a alguien que gana (AF), está también mal porque no supo gobernar.

Este tipo de cuestionamientos se presentan como incuestionables. Idéntico a los cuestionamientos a Perón por los jóvenes en los ’70.

3) Cuando CFK elige a Massa en 2023, se la critica porque era el ministro de economía, no pudo bajar la inflación y perdió las elecciones (no en la primera vuelta). Junto con esto se critica el internismo que llevó a la caída del ministro Guzmán.

Este último punto es curioso. Por un lado, se descontextualiza absolutamente la situación de mediados de 2022 y, retrospectivamente, se lo recontextualiza atribuyendo exclusivamente al internismo el curso de colisión del experimento AF-Guzmán-Kulfas.

La pésima situación económica y financiera a mediados de 2022 nada tuvo que ver con la interna sino con la concepción y ejecución económica de ese trío. Y esto no es un análisis exclusivamente K. No es que se sobrestimó la peligrosidad de esa situación por razones del internismo, sino que se tomó al internismo como pretexto para no admitir las razones del profundo fracaso económico.

CFK y Massa salvaron al gobierno de AF que hubiera terminado (incluso formalmente) a mediados de ese año si aquellos no hubieran intervenido. Y, en el hipotético caso de que el trío hubiera seguido, la derrota en las elecciones hubiera sido escalofriante. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta.

Ocurre como con el argumento de los antivacunas. “Fulano fue vacunado y murió por la vacuna”. Pero lo que en realidad ocurrió es que a fulano quisieron salvarlo del COVID con la vacuna, pero ya era demasiado tarde porque había contraído la enfermedad con anterioridad.

Si no hubieran intervenido Cristina y Massa, cuánto estaría el dólar, la inflación y cuánto hubiera sacado el candidato de Alberto o Alberto mismo? Alguien pensó en eso? Milei le ganaba no por 10 % sino por 30 % o más.

Los problemas no lo resuelven las partes (del problema).

El pasado se puede cambiar descubriendo cosas en el presente y cambiando el futuro. Cuando se descubre algo, cambia la perspectiva y la visión que se tenía, no solo para el presente y el futuro sino para el pasado también.

Las diferentes partes, expresiones y organizaciones de la sociedad son un reflejo de los problemas existentes, no es que surgieron para resolver los problemas existentes, surgieron ante los problemas existentes.

Esto es análogo a la cuestión de la lucha de clases del marxismo. La lucha de clases no es una solución a los problemas del modo de producción capitalista, al contrario de lo que decían Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. La lucha de clases es un síntoma (reactivo) de la ausencia de solución a los problemas de la estructura.

Las partes difícilmente sean portadoras de la solución ni desde el punto de vista de la concepción ni de la ejecución. Esto es independiente de lo que crean los individuos que son soportes de las distintas organizaciones. Nunca hay que juzgar ni evaluar una realidad según lo que crean los que viven en esa realidad.

Esto ya da una pista de un posicionamiento más fecundo.

En efecto, las soluciones más profundas no provienen de las creencias de las partes, que suelen ser reactivas. Esto significa que las cosas conocidas no nos dan una solución.

Por más convicción que tengan los integrantes de cualquier organización y que quieran imponerla a como dé lugar, eso no garantiza la solución al problema. Porque el problema nunca es de la parte, es del todo.

Para solucionar el problema que supone el todo, es decir, el proceso más o menos complejo, se necesita una práctica y concepción creativa de un sujeto, el líder de conducción en potencia.

Necesariamente, ese potencial líder no expresará a las partes más que en las apariencias, porque la ejecución y concepción del líder va a resignificar a las partes, las cuales no van a ser las mismas.

El empeño de las partes, de cada organización, de profundizar en su propio juego, en la creencia de que la solución de conjunto ocurrirá por hegemonía de una de las partes, solo profundizará la crisis.

Esto significa que empeñarse en salirse con la de uno va a profundizar la crisis. Empeñarse en querer imponer lo que uno quiere va a profundizar la crisis. Porque la estructura de la crisis no responde a lo que quieren las partes o las creencias parciales, éstas alimentan la crisis, aunque no se lo reconozca.

No importa lo que crea uno. Por más que crea que tiene la verdad absoluta. O que crea que sus creencias son las mejores que las de los demás. Eso es parte del problema independientemente de la intensidad de las convicciones.

Lo que tienen que hacer los dirigentes y analistas más lúcidos es “dejar que fluya el agua”, pero vigilarla, sin desentenderse. Hay que dejarle espacio a que los mejores puedan desenvolverse, hay que ayudarlos, sin importar a que eso conduzca a que si prosperan puedan eclipsar al que lo ayudó o a los de la rosca que ya estaba preconcebida.

Lo que tienen que entender la mayoría de los individuos que son referentes y dirigentes, sea en el nivel que sea, es que a los que sienten o perciben como una “amenaza” para sus propios intereses y ambiciones inmediatas, pueden resultar en una bendición para todos en el mediano plazo.

Hay que educar los propios sentimientos, como decía Perón. Si no desarrollamos virtudes personales, los vicios se extienden por todas los niveles de las organizaciones, no importa la bondad y nobleza de sus causas.

Para resolver el problema de todos hay que ser muy virtuoso tanto en lo intelectual, como en lo moral y afectivo.

Sin esas condiciones el problema de fondo no se resuelve, por más buenas que se crean las causas en pos de las cuales van las organizaciones.

viernes, 15 de marzo de 2024

Acerca de cómo volver a JDP (II).

Perón pensaba que la doctrina justicialista era un esbozo, una suerte de borrador sobre el cual había que trabajar y desarrollar mucho. Esto tanto en los aspectos doctrinarios como teóricos.

Otra cosa que Perón decía es que si no se desarrollan las “virtudes peronistas” el movimiento peronista iba a ser “lindo al principio, bueno en la mitad y malo al final” (!).

Para Perón el valor de la doctrina depende de las condiciones espirituales de quienes la practican, sin esas condiciones, la doctrina no tiene valor.

Decía Perón que todas las doctrinas sufren deformaciones y, con eso, se diversifican los grupos que las practican. La causa de eso es la falta de unidad de doctrina. Decía que por falta de unidad de doctrina y por malas interpretaciones de la doctrina, nuestro movimiento puede ser disociado y destruido (!),

Como decíamos en el post precedente, Perón concebía a la unidad de concepción no como una imposición sino como producto de una enseñanza que lleve a apreciar y percibir de manera similar y que por intuición los individuos estén inclinados a resolver de la misma manera.

Es decir que Perón está diciendo que: 1) si no se desarrollan virtudes el movimiento se va degradando; 2) si no se enseña y los individuos no aprenden a percibir y a tener esa intuición que los lleve a resolver bien, la unidad de doctrina no ocurre y se abre la puerta a las deformaciones y la autodestrucción del peronismo.

Las deformaciones de la conducción, de los cuadros intermedios y de las masas ocurren porque los vicios no se corrigieron con virtudes.

Dichas virtudes se relacionan con valores intelectuales y espirituales y la educación de los propios sentimientos.

Eso es lo que lleva a comprender que no se debe hacer lo que conviene a uno sino lo que conviene a todos, que no se puede usar una causa noble y subordinarla a ambiciones personales y que el progreso individual es una añadidura del progreso general de todos.

Los que desarrollan esa clase de virtudes se dan cuenta que “organizar no es colocar gente en casilleros sino dar un sentido y un sentimiento similar. De nada sirve la organziación material sin lo espiritual”. La doctrina sirve para hacer la organización espiritual.

Perón define al verbo “predicar” no como sinónimo de decir sino de saber inculcar, hacer comprender y sentir la doctrina.

En estas cosas es donde radica la fundamentación del sistema clasificatorio más o menos explícito que señalé en algunas ocasiones en relación a las diferencias entre liderazgo de conducción, liderazgo de conjunto y dirigencia.

El liderazgo de conducción (JDP) posee una gran cantidad de virtudes personales que permiten el despliegue eficaz de la inteligencia, la creatividad y los afectos. La eficacia se refleja en la capacidad de aglutinar grandes conjuntos heterogéneos.

El liderazgo de conjunto (CFK) posee algunas virtudes personales que consigue eficacia en menor grado, consiguiendo aglutinar conjuntos menos grandes y menos heterogéneos en comparación con el caso anterior.

Y la dirigencia (la inmensa mayoría de los políticos) carece de la mayoría de tales virtudes y, por lo tanto, no consigue mandar sobre el corazón de la gente como en los casos anteriores.

sábado, 9 de marzo de 2024

Acerca de cómo volver a JDP.

Lograr ser peronista es tan difícil como ser cristiano. Se puede haber leído la doctrina, el catecismo, seguir los rituales e ir a la iglesia o a la unidad básica sin poder ser peronista o cristiano. Aquí la autopercepción no cuenta, porque de lo que se trata no es de lo que creamos acerca de sí mismos y los demás ni de nuestras prácticas en base a eso.

Si no se desarrollan virtudes personales no es posible ni ser peronista ni ser cristiano y esto es independiente de cuánto creamos que sepamos acerca de la doctrina o el catecismo.

Como decía JDP un error se subsana con un acierto, pero un vicio no. Para subsanar un vicio las personas necesitan desarrollar virtudes. Se puede ser experto en peronismo o cristianismo pero, si no cultivamos virtudes que puedan contrarrestar nuestros vicios, no haremos ni peronismo ni cristianismo por más que se los declame con ardor.

Cómo leer a JDP.

Para comprender el pensamiento de JDP no es suficiente con leerlo. Tampoco es suficiente con memorizarlo e interpretarlo. Estos son caminos sin salida que, en el pasado, condujeron al fanatismo, al dogmatismo, sean de derecha o izquierda.

A JDP hay que leerlo teniendo en mente, siempre, que se trata de una persona con grandes dosis de creatividad tanto en la concepción como en la ejecución.

No es cierto que hubo un Perón para todos los gustos. Esto piensan aquellos que se acercaron al peronismo a partir de sus propios preconceptos y les resultaba más fácil reivindicar aquellas partes del discurso de Perón que creían que fundamentaban sus propios prejuicios.

Si se estudia en profundidad el pensamiento de Perón, de modo inherente -no en diagonal académica ni dogmática o buscando una finalidad externa sea una ambición, sea utilizar algunas de sus ideas para cualquier otra finalidad- se puede encontrar el núcleo lógico congruente pero también el afectivo y creativo.

JDP tenía una mentalidad transformadora y percibía la realidad no desde afuera o en forma ajena a la misma, como separada de su propia práctica, sino que la veía viéndose a sí mismo con su propia capacidad para transformarla. Es decir, su propia influencia era una variable de esa realidad. Perón era absolutamente conciente de esto, por lo menos desde los inicios de los años ’40 del siglo pasado, aún antes de acceder a la Secretaría de Trabajo luego del golpe de Estado de 1943.

Así como Jesús no tenía un “Nuevo Testamento” a mano para enseñar a sus discípulos, JDP no tenía la doctrina ni las “20 verdades” cuando inició su travesía en ese año. De igual modo, salvando las distancias, Lenin no tenía un libro ¿Qué hacer? que le diga ¿”Qué hacer?”. Todos estos personajes tuvieron que crear la concepción que querían poner en práctica. Incluso durante la práctica misma la tuvieron que crear. Rigurosamente, crearon una “ejecución-concepción”, en ese orden.

Es obvio que había antecedentes o un contexto previo, en todos esos casos. Pero aquí sucede como en la ciencia, cuando se trata de resolver un problema o enigma: los antecedentes, la base empírica previa o las teorías previas sirven hasta cierto punto, porque no proveen las claves para resolver los problemas o enigmas que el conocimiento previo no pudo resolver.

Por ej., las soluciones que generó Einstein produciendo sus teorías de la Relatividad Especial y General no las encontró en algún libro que haya leído. En los libros se encontró con los conocimientos que llevaron a lo que él quería resolver y que no se resolvía.

Perón, como buena personalidad creativa, se dio cuenta de que los problemas que presenta la realidad no se resuelven de manera formal o con el conocimiento adquirido, sino real y que, para esto, se necesita poner en juego la creatividad subjetiva de las personas, creando nuevo conocimiento.

Esta idea Perón la trató de expresar de mil maneras distintas en sus conferencias sobre Conducción Política, más nunca fue comprendido. Esta es mi opinión teniendo en cuenta los dirigentes que vinieron después de su desaparición física.

Lo digo a los cuatro vientos: no se puede ser peronista si no se comprende esto. No solo comprenderlo sino sentirlo. El que no siendo peronista de formación comprende esto, es peronista aunque no lo sepa. Y el que es peronista de formación y no lo comprende, no es peronista aunque crea serlo.

Para Perón, la tan mentada “unidad de concepción” no significa que “todos tienen que pensar igual o tener la misma ideología”. Esto es imposible. Por esa vía solo se puede lograr uniformidad “externa”, en las apariencias.

Para JDP significa que, para llegar a la unidad de concepción, es necesario recorrer un camino desde un punto de partida que cultive la formación política, intelectual y moral de las personas para que, así, se sientan “intuitivamente inclinadas a resolver de manera parecida” en distintas circunstancias de tiempo y lugar.

Es decir que Perón está pensando en que la unidad de concepción no se puede imponer desde afuera ni desde arriba (aunque para él la doctrina la baja, en principio, el liderazgo de conducción), sino que tiene que salir de manera natural desde el interior del individuo. Pero como eso no puede quedar librado a la espontaneidad individual, debe haber un proceso de enriquecimiento cultural, moral, espiritual y político que lleve a eso. Perón usa la frase “proceso de dignificación de cada una de las concepciones…”.

La función de la doctrina, la teoría y la ideología.

Perón dice que la doctrina sirve para la organización espiritual de las masas –la que es más importante que la material-, para que tengan un sentido de orientación, una mística, una fuerza motriz que facilite la realización y la transformación de la realidad.

Por medio de la doctrina, el liderazgo de conducción enuncia grandes principios que le dicen a las masas “hay que ir por acá, si quieren transformar la realidad y vivir mejor (bienestar general, justicia social)”. Las doctrinas no son solo pensamiento y concepción son movimiento y acción.

La teoría es el análisis pormenorizado de la doctrina misma. En la teoría se explicitan los problemas implícitos en la doctrina y se trata de resolverlos.

En Conducción Política hay unas págs. notables de Perón referidas a su capacidad analítica y teórica respecto a las consecuencias del principio doctrinario peronista en lo económico que establece que el capital está al servicio de la economía y del ser humano y no al revés.

Perón dice que haber invertido así el principio capitalista según el cual la economía está al servicio del capital lleva a resignificar y dar otro contenido a varios conceptos económicos de la teoría económica capitalista. Esto de Perón es de una lucidez y lógica realmente impresionante (una suerte de clase de “epistemología económica”, se podría decir) de la que ningún economista peronista, hasta donde conozco, se hizo cargo.

En este sentido, los economistas del peronismo pueden ser peronistas en lo doctrinario pero no lo son en lo teórico porque se siguen manejando con las mismas categorías que responden al principio capitalista y nunca hicieron caso a la recomendación de Perón en el sentido de que hay que modificar todos los conceptos pertinentes para que respondan al principio doctrinario de que es el capital el que está al servicio de la economía y, por ende, del ser humano.

No hay que perder de vista nunca que, para Perón, la doctrina y la teoría son ELEMENTOS DE LA CONDUCCIÓN. Yo agrego, no de cualquier conducción sino del liderazgo de conducción.

Es decir, el sujeto no es la doctrina ni la teoría sino el liderazgo de conducción que las usa, en tanto elementos, porque le facilita la tarea que tiene que desempeñar el liderazgo, que es orientar al pueblo hacia los objetivos deseados.

Esto significa que, en condiciones de ausencia de liderazgo de conducción o de que agarren la manija dirigentes que no son líderes, por más que quieran aplicar “la doctrina”, harán desastres, porque la doctrina es un elemento del liderazgo de conducción no de un dirigente que no está capacitado para ejercer el arte de liderar y/o conducir. Dirigente no es sinónimo de líder. Es otra categoría.

El hecho de que la doctrina pueda estar escrita (como la biblia del Nuevo Testamento), no significa que la podamos escindir del proceso viviente que la creó, en este caso, el liderazgo de conducción de JDP. En ausencia de esto, “la doctrina” es solo papel muerto, susceptible para múltiples usos personales o de facción.

La única manera de resucitar y/o recrear la doctrina es que vuelva a ocurrir el nacimiento de un proceso de liderazgo de conducción de similares -aunque no iguales- características a los anteriores que hubo en la historia.

Esa es la única manera que existe para que las masas se transformen en pueblo nuevamente y puedan ser orientadas por una doctrina.

viernes, 1 de marzo de 2024

“En el principio fue el verbo”. Las condiciones verdaderas del humanismo.

Lo que pasa con las tropas del ejército ucraniano, en Gaza, etc., etc., y lo que ya está pasando en Argentina, debiera ilustrar suficientemente que, cuando los seres humanos están sometidos por “inteligencias” perversas y psicopáticas, degradados a condiciones deplorables y sin salida, en tales condiciones de deshumanización, no puede existir el humanismo como mensaje real, puesto que no existen los rasgos de la naturaleza humana en las personas que podrían ser sus interlocutores o receptores.

Esto nos debe hacer tomar conciencia de un dilema de hierro: que la condición para que el humanismo funcione es que haya, primero, una mínima transformación en las condiciones económicas y sociales como punto de partida que permita instalar un rasgo de la naturaleza humana en una porción significativa de las personas a partir del cual el humanismo podría prender.

Esto significa que si no hay una concepción y una práctica que produzca la transformación social necesaria, el humanismo es una quimera porque, sin esa transformación, no existen los suficientes rasgos humanos predominantes en el suficiente número de personas como para que pueda prender.

Por lo tanto, el humanismo no es una condición de la revolución, es una consecuencia de la revolución. No es que la transformación espiritual depende de la material. La transformación espiritual depende de la acción, de la realización del bien. Y este bien debe ser general, colectivo, como para que surja en las personas el optimismo en el desarrollo económico y cultural para sí y para los demás.

Es la acción lo que crea lo humano. No la idea, ni la ideología, ni la religión, ni un código, ni los mandamientos. Todas estas cosas sirven como apuntes o ayudas memoria, pero no sustituyen a la acción, entendida ésta como sinónimo del bien, del amor al prójimo.

El amor al prójimo no es un mandato o una obligación. No se puede amar por obligación. El amor al prójimo es un don que se tiene o no se tiene. Jesús lo tenía, Sócrates antes que él, lo tenía. Muy pocos tienen ese don.

El “humanismo se hace haciéndolo” parafraseando a Boudou (“las relaciones de fuerza se cambian cambiándolas”).

De lo contrario, las personas y flias. que son el país mismo, que lo constituyen, porque el país no es otra cosa distinta al pueblo que lo constituye (como pensaba Evita en contraposición a clérigos y militares de su tiempo), estarán sometidas a un infierno en la Tierra, de infinitos matices y gradaciones, donde la abyección no tendrá fondo. La degradación de la sociedad conduce a la desintegración y disolución del país.

El discurso humanista es vano en la ley de la selva. Porque no hay humanos, hay animales.

Tal estado de bestialización y deshumanización dará razón y realimentará el discurso perverso y psicopático no de los gobernantes de pacotilla y marionetas sino de los verdaderos gobernantes tras bambalinas.

La única manera de evitar ese destino es generando una acción que modifique la realidad, estableciendo cierto orden mínimo económico y social que nos saque rápidamente del círculo vicioso de degradación.

¿Esto es una revolución?. Sí, pero no en el sentido clásico del término, sino en el sentido de cortar en forma más o menos abrupta una cadena de acontecimientos que llevará al desastre inexorable, después del cual no será posible el retorno por muchos años.

Para generar esa acción debemos disponer de los mejores líderes que tengamos (que es sólo una: CFK; y no es líder de conducción) y de los mejores dirigentes reales o potenciales.

La peligrosidad de la situación no reside propiamente en Milei o P. Bullrich, etc., que son payasos de circo, reside en un sistema oligárquico global en decadencia, cuyos soportes están en una lucha geopolítica sin esperanzas (no porque estén perdiendo, sino porque no les asiste razón) contra lo que ven como sus adversarios existenciales (Rusia y China).

A los que administran ese sistema en decadencia (en sus aspectos económicos, financieros, monetarios, geopolíticos y militares),  ya no les importan los pueblos, solo experimentan, instrumentan e instrumentalizan de manera perversa al servicio de sus propios fines unilaterales, incluso a costa de la supervivencia de los pueblos.

Son sembradores de infiernos en todas partes. Horrores en Afganistán, Irak, Siria, Libia, Ucrania, algunos países en África, Gaza, etc. Próximamente Taiwán, Irán. No se detienen ni se van a detener por su cuenta, salvo clivajes enormes dentro de las élites. Quizá ahí paren.

En toda Europa hay una rebelión social de agricultores contra las políticas verdes que gravan la producción de alimentos. Y, sin embargo, no ceden ante esta rebelión. Alemania está deslocalizando su industria y radicándola en Polonia. Seguirá a esto el declive de la productividad en Alemania. Los problemas en el sistema financiero tanto europeo como norteamericano siguen su curso.

Es desastroso todo lo que sucede en Occidente. Milei nos va a enganchar aún más a ese desastre.

Así que, pase lo que pase con la macroeconomía, aunque logre cerrar los nros. si es que tiene tiempo, el malestar económico-social quedará cristalizado quizá por décadas, si es que alguna acción no le pone corte.

Como pensaba JDP en 1955, la Constitución y la Ley son para la Nación, no al revés. El valor que hay que preservar es la Nación misma que es el pueblo, o sea, las personas y flias. que lo constituyen.

El mal llamado “estado de derecho” (que se repite como un latiguillo) es para la gente, para la población, no es un fin en sí mismo. Las personas somos fines en sí mismos, aunque si permitimos que se las bestialice y animalice (como los palestinos hoy en Rafah) nos acostumbraremos a la perversidad de tales condiciones y la ley de la selva se reproducirá solita, sin necesidad de mayores intervenciones desde fuera.