Que lo disfruten.
sábado, 27 de noviembre de 2021
martes, 2 de noviembre de 2021
No existe una emergencia climática.
La agenda del mentado “cambio climático” o calentamiento global causado por el ser humano y las metas de “descarbonización” como política que se desprende de ella, es una diseñada por intereses oligárquicos globales a predominio angloamericanos. Esa agenda es incompatible con los intereses de los pueblos y de sus Estados Nacionales soberanos ya que el cumplimiento, si se da en la práctica, de esas metas, va a perjudicar el desarrollo económico, la calidad de vida de la población y ocasionará una caída demográfica significativa.
¿Por qué, sin embargo, esa agenda logró introducirse en
muchos países a nivel mundial, incluido el nuestro?.
La respuesta es sencilla. La “geopolítica oligárquica”, que
cuenta con un amplio y variado repertorio de recursos humanos y materiales, es
muy hábil en asustar a la gente, produciendo shocks de todo tipo (políticos,
económicos, financieros, terroristas, militares, climáticos, etc.), buscando
captar y aprovecharse de la credulidad del público desprevenido, ávido de “buenas
o nobles causas”.
Es por esta razón que tal agenda sea tan sensible a la
ideología progresista en numerosos países ya que al público afín o simpatizante
de ese espacio político e ideológico le resulta cada vez más difícil encontrar
causas nobles.
También resulta notable cómo necesidades internas de la
profesión de periodista relacionadas tanto al “discurso periodístico” en sí (la
presión por llenar huecos o espacios libres) como a las necesidades económicas
(lisa y llanamente el financiamiento más o menos opaco para que se hablen de
determinados temas), terminan siendo funcionales a dicha agenda y las
intenciones de quienes la diseñaron.
Con respecto al mentado “consenso científico” que
supuestamente justifica la adopción de la agenda climática y las políticas de “descarbonización”
no existe tal. Solo es un latiguillo que se usa para la propaganda.
Para la comunidad científica seria el cambio climático
existió siempre, unos 5.000 millones de años antes de la Revolución Industrial.
Hubo épocas más cálidas y más frías siempre, a lo largo de la historia del planeta
Tierra desde su formación y desarrollo.
El ser humano incide en el clima pero su incidencia no puede
cuantificarse con los modelos de computadora que usa el IPCC y es indiscernible
de la variabilidad natural del clima. Desde la década del ’80 dichos modelos fueron
cambiando y sus simulaciones tienen demasiadas discrepancias con gran cantidad
de datos observacionales. En los últimos tiempos se ha admitido que los modelos
predictores del clima tienen un sesgo de “sobrecalentamiento” que deriva de los
parámetros utilizados, lo que conduce a conclusiones catastróficas acerca de la
inminencia de desastres (subida del nivel del mar, por ej.) cuando, lo lógico,
basado en la historia de épocas anteriores, ese tipo de cambios se dan en
períodos de cientos o miles de años y no en 10, 20 o 30 años.
Por eso alarmar a la población mundial con la “crisis
climática” es descabellado desde el punto de vista científico y la lógica y
mucho más descabellado es hacer “recomendaciones” (imposiciones) de
descarbonización de las actividades humanas esenciales (agricultura, ganadería,
industria, energía) para la supervivencia de la especie basados en evidencias
tan pobres que ni siquiera logran discernir la variabilidad natural del clima
de la influencia propiamente humana.
El clima del planeta Tierra es algo sumamente complejo y
dinámico, con miles de variables, donde la humanidad es una más dentro de
muchísimas otras. Para comprender mejor esta disciplina se necesitan muchísimas
más investigaciones, experimentos tanto en la Tierra como en el espacio, así
como en otros planetas cercanos. Tales tareas no pueden ser sustituidas por
modelos computacionales basados en una cantidad de parámetros muy limitada y en
la evidencia experimental de que el CO2 provoca aumento de temperatura.
Es por ello que la insistencia de muchos científicos del
IPCC en el sobredimensionamiento del aumento antropogénico de la temperatura
global obedece más a la sociología de la ciencia y del conocimiento que a la
estructura interna misma de la ciencia.
Por todo esto, resulta un error estratégico garrafal
embarcarse en la economía verde como parece que ha decidido el Presidente de la
Nación.
La Argentina es un país con enormes porciones de su
territorio casi totalmente despobladas, con una densidad de habitantes bastante
baja. Necesitamos que la población crezca y se desarrollen los lugares
deshabitados.
La energía eólica, solar o hidrógeno verde, son energías
poco intensas y/o costosas, que van a limitar enormemente el futuro y eventual proceso
de industrialización y construcción de infraestructura que necesitamos para
incluir a cada vez más población a través del trabajo nacional.
La debilidad e intermitencia de dichas fuentes de energía son compatibles con procesos demográficos de estancamiento o disminución, es decir, tienden a mantener una población cada vez menor. Y eso no es del interés estratégico de los argentinos.
https://clintel.org/message-of-clintel-to-national-politicians-and-world-leaders-at-cop26/