Una dictadura financiera supranacional va a pasar a mandar en nuestro querido país. Una combinación espuria entre el FMI, Black Rock y otros mejunjes.
Lo que va a suceder es un cambio de régimen político y económico pero que no podrá garantizar el orden (mientras no opere el evento impactante que justifique el cambio de régimen). Por lo tanto, va a reinar el caos y la represión. Va a haber muertos de argentinos inocentes cada dos por tres. Se va a intentar cumplir con lo que dijo la Dra. Carrió en el video linkeado en este blog el 10/6/23.
Va a ser un gobierno que no manda, que lo mandan desde afuera.
Uno de los objetivos va a ser incorporar a la Argentina a la lucha geopolítica global contra Rusia y China, quizá a cambio de la “modernización” de las FF.AA.
Brasil va a quedar solo en el cono Sur al perder un apoyo fundamental en su lucha por un mundo más justo y equilibrado. El BRICS sin Argentina pierden ambos una posibilidad muy importante en América Latina.
El cambio de régimen económico tendrá como objetivo el pago al FMI (más allá del roll over), una reducción mayor de los costos salariales en dólares y el saqueo de los recursos naturales (litio, hidrocarburos y alimentos), sin ninguna compensación. Nada va a quedar para las clases populares. El mercado interno se reducirá aún más.
Quizá se incorpore Argentina al esquema financiero corrupto de las compensaciones de carbono.
La ilusión del control de la dinámica.
Una vez que se pone al país en esa dirección es muy difícil controlar luego el curso de los acontecimientos y a los decisores de políticas. Muchos políticos e, incluso, intelectuales se engañan acerca de esto.
Gente que parece débil y controlable resulta ser fuerte e incontrolable si logra hacer surgir la dinámica que los favorece. La radicalización y el fanatismo ayudan mucho en esta tarea.
Me acuerdo de von Papen en enero de 1933 que quería convencer a Hindenburg que él podía limitar a Hitler (a quien solo respondían en el gobierno 3 ministerios de 11) y que no había problema con nombrarlo canciller. Bueno, se ve que no lo pudo limitar ni él ni nadie. En enero de 1933 en Alemania absolutamente nadie imaginaba lo que iba a pasar a partir del mes siguiente.
Para casos actuales ni hablar de Zelensky y Netanyahu. ¿Quién imaginaba cuando los eligieron que iban a hacer genocidio de generaciones enteras?.
Resulta obvio que las políticas del futuro gobierno argentino conducirán a una crisis. Siempre fue así.
Lo de M. de Hoz terminó en el desastre de 1981/82, aunque él se fue antes. Lo de Cavallo terminó en el desastre del 2001. Él se había ido pero volvió con la Alianza creyendo que podía arreglarlo. Lo de MM y su “mejor equipo en 50 años” terminó en el desastre del 2018. Con Milei no será distinto.
El problema va a ser que difícilmente se encuentre una salida “virtuosa” como se encontró luego del 2001/2002. En 2019 no se la pudo encontrar, se pudo corregir muy poco de las consecuencias del desastre que dejó MM. Cristina intentó pero no pudo, ya era muy tarde. Cristina tuvo éxito en una tarea negativa: la de evitar la reelección de MM. Pero parece ser que logró postergar cuatro años el desarrollo del desastre.
El mayor peligro es que la crisis en la que entre el futuro gobierno termine siendo “superada” con fugas hacia adelante, con apuestas cada vez más terribles tendientes a acercarnos a escenarios de guerra interna (enemigos internos) o internacional (enemigos externos, algún país limítrofe). Y que escenarios así cuenten con el apoyo e, incluso, la movilización de una parte de la población argentina contra otra parte.
Los patrones trágicos del comportamiento electoral de una relativamente pequeña parte de la población argentina.
En las últimas décadas, una relativamente pequeña parte de la población (alrededor de un 12 o 15%), decide su voto en una mezcla rara de una suerte de “castigo” al gobierno que le toca padecer, fundamentalmente por razones económicas, y de “ilusión” que otro puede cambiar las cosas, a pesar de que la experiencia indica que los cambios fueron bastante peores que aquello que se cambiaba.
El cambio de CFK por MM resultó en algo bastante peor cuyas consecuencias se padecieron durante ese gobierno y, luego, bajo el de AF que las recibió como herencia. Ahora se vuelve a la misma lógica y las consecuencias van a ser peores.
Esta secuencia autodestructiva e ininterrumpida está
llevando a la decadencia de la Argentina como país, como cultura y como pueblo. No importa que, a veces, ese comportamiento favorezca al peronismo, como sucedió en 2019. Aunque dudo que, esta vez, haya un 2027 como hubo un 2019.
Como no surge ningún líder de conducción, la conducción de conjunto de CFK sigue siendo el único faro de esperanza. Pero ella va a correr más peligro que nunca en medio del caos y la represión, salvo algún factor de disciplinamiento social y/o económico que no puedo alcanzar a discernir.
A medida que se empobrezca más gran parte de la sociedad, las conductas violentas van a ser cada vez mayores y el fanatismo político va a campear a sus anchas. Incluso, el fanatismo político va a ser inducido por agentes de provocación y desde el aparato del Estado y los medios de comunicación. Va a ser una espiral muy difícil de salir.
Yo entiendo a la gente que quiere pensar en términos normales pero hay que ser realistas porque si no vamos a terminar siendo cómplices concientes o inconcientes de lo que vaya a pasar. No quiero que muera un solo argentino por razones políticas o por la represión social. No importa cómo haya votado.
Lo peor que le puede pasar a una sociedad es que pasen cosas terribles sin que la mayoría se dé cuenta porque se cotidianizan y, peor, se las justifica.
Cuando eso sucede se pierde la aptitud moral para sobrevivir.