Varias veces señalé, parafraseando a JFK, que “lo que
sucede” es lo que se hace para que suceda. Las cosas no pasan solas. No existe
tal cosa como el individuo solo que no puede hacer nada frente a
acontecimientos y poderes que lo exceden. Eso es una sensación subjetiva. No
existe una “mano invisible del mercado” o “leyes del capital” que gobiernan, sí
existen manos invisibles y capitales que son cosas concretas y no entelequias.
Los autores de lo que se hace no son voluntades atomizadas,
individuales, aisladas o relacionadas mecánicamente, sino que son conjuntos o
agregados latentes que pueden manifestarse a través de determinadas figuras
individuales.
Lo que sucede en el mundo no es una colección abigarrada de
lo que sucede en cada localidad, en cada país. El mundo no es una agregación
estadística de Estados o países. El mundo es un todo, es un movimiento que
siempre va para algún lugar, cualquiera sea éste. Siempre fue así. Mucho antes
del advenimiento del “capitalismo” y la globalización.
Si se ve flotar un corcho sobre el mar y se abstrae el mar,
los movimientos del corcho parecerán erráticos, pero en realidad no lo son
porque sus movimientos dependen de otros movimientos que no consideramos por
haber hecho esa abstracción.
Con las localidades sucede parecido. Si abstraemos el mundo,
que no es meramente, como habitualmente se dice, el “contexto” o el “marco”,
los acontecimientos en los países nos parecerán erráticos, más o menos
incomprensibles.
Ahora bien, esas voluntades a las que nos referíamos arriba
siempre están posicionadas en relación, por ejemplo, no solo a los medios de
producción (como pensaba Marx) sino también a los resortes y recursos
fundamentales, los cuales son combinaciones que conforman plataformas
(comerciales, financieras, monetarias, geopolíticas, entre otras). Los que
están unidos a los medios de producción son burgueses y los que están separados
son obreros. Pero los que están unidos a los resortes y recursos fundamentales
son oligarcas y todo el resto que está separado de ellos, sean burgueses y
trabajadores, son masas, que son la “materia prima” de las clases populares o
el pueblo.
Los oligarcas son los únicos individuos-agentes que pueden
producir acciones globales porque controlan los resortes y recursos
fundamentales en multitud de escenarios. Los otros que también pueden hacerlo
son las masas, pero solo en el caso de que se conviertan en clases populares,
es decir, bajo liderazgo de conducción o de conjunto, y que puedan pasar a
controlar ellas los resortes y recursos fundamentales. Esto significa que
cuando existe un Estado Nacional soberano puede producir acciones globales en
cooperación con otros Estados soberanos. Muchas veces insistí en esto porque si
no se lo tiene claro, se confunde el Estado Nacional (que es soberano realmente)
con el Estado oligárquico (que es soberano nominalmente, no realmente).
Esta es la verdadera dialéctica de lucha. El solo hecho de
que haya poseedores de resortes y recursos fundamentales, por un lado, y
desposeídos de ellos, por otro, abre la posibilidad de la lucha entre quienes
quieran conservar esa posición (oligarquía) y entre quienes quieran cambiar eso
(las clases populares o el pueblo). Esto no significa que siempre hay lucha.
Solo significa que tal posicionamiento puede dar lugar a la lucha.
No hay que olvidar que la lucha que lleva al cambio de
posicionamiento solo se puede ejercer bajo el liderazgo de conducción o de
conjunto. Si no está este requisito esa lucha solo será reactiva, sin
orientación y sin doctrina, como decía JDP cuando señalaba la distinción entre
masa y pueblo. Solo en tal sentido la lucha de voluntades es entre el pueblo y
la oligarquía.
Lo que pasa en el mundo. Encuadre teórico.
Pasa que existe un Imperio que ejerce una gravitación
excesiva y perjudicial en todos los continentes. No es un país o un grupo de
países. EE.UU. o los países que forman la OTAN, por ej., no son países
soberanos, son países colonizados por oligarquías a predominio financieras y
angloamericanas.
No es que en Alemania, por ej., hay una clase dominante que
es soberana en su territorio. No. Hay clases locales que medran (algunas) o se
perjudican (otras) con el dominio que ejercen las oligarquías supranacionales.
Los problemas energéticos que perjudican a la industria alemana por seguir las
sanciones contra Rusia y el apoyo militar a Ucrania, no los decidió el
empresariado industrial alemán, los decidió la clase dominante oligárquica que
no es el empresariado alemán.
En Inglaterra lo mismo y en EE.UU. también.
El complejo militar-industrial (Raytheon, L. Martin, Bae
System, etc.,) es una organización oligárquica privada que usa y subordina al
Estado británico o al Estado norteamericano. Los dueños de las empresas que
fabrican armas son individuos-agentes de Wall Street y la City de Londres (The
Vanguard Group, por ej.). No es que era del Estado y fue privatizado. A fines
de los ´50 o comienzo de los ´60 ya Eisenhower advertía a JFK sobre la
peligrosidad de esa maquinaria privada que tenía excesiva influencia en el
Estado.
Por lo tanto, no es el Estado inglés o estadounidense. El
imperialismo es privado, pero está tan compenetrado con el Estado que parece
que es algún Estado el que impulsa la guerra. Por eso es frecuente escuchar o
leer acerca de EE.UU. como país imperialista, soslayando que no es un país
soberano puesto que está dominado por intereses “especiales” u oligárquicos
privados. A EE.UU., por más poderoso que sea, le caben las “generales de la
ley”.
La única diferencia, en cuanto a esto, entre EE.UU. y
Argentina es cuantitativa. Sin embargo, salvando esa distancia, ambos son
países dominados por oligarquías supranacionales, las cuales son extranjeras en
todos lados.
Es por ello que, no casualmente, cuando se habla tanto de la
tan mentada “seguridad nacional” en realidad se encubre a la seguridad
oligárquica que es la que se procura cuando sienten o perciben lo que ellos
creen que podría ser una amenaza potencial o real.
Como señalé en no pocas ocasiones, el sistema global
diseñado y regido por esas oligarquías noroccidentales, a predominio
angloamericanas, está en un proceso de crisis de larga data.
La crisis tiene su origen en el sistema monetario y
financiero mundial que surgió a fines de los ’60 con la devaluación de la libra
esterlina en Inglaterra y a principios de los ´70 con la decisión de Nixon de
desacoplar el dólar del oro.
Ese fue el punto de partida del proceso que está terminando
ahora. En su momento, terminar con Bretton Woods tuvo diversos justificativos
de los voceros de intereses oligárquicos. Pero, fuera de la cháchara académica
justificatoria sean de esos voceros o de otros, eso se hizo para que
oligarquías privadas aumenten sustancialmente su influencia en desmedro de
algunas potestades relativamente soberanas que todavía conservaban algunos
Estados, desde la reconstrucción de posguerra.
Esos cambios, por ejemplo, repercutieron en Argentina 4 o 5
años después, con los “chicago boys” y Martínez de Hoz. Luego se dieron otros
cambios y vueltas de tuerca, especialmente a partir del crash bursátil de 1987
en Wall Street que repercutió negativamente hacia el final del gobierno de
Alfonsín. Asimismo, con la caída del muro de Berlín, el Consenso de Washington y
la desintegración de la URSS, hubo nuevas vueltas de tuerca que, a su vez,
repercutieron en la década del ’90 y el plan Cavallo.
Desde hace 50 años que ese sistema monetario y financiero
mundial no cumple una función para el desarrollo de los países y de las
personas, sino para hacer más sofisticados los juegos especulativos que
aumentaron significativamente el poder y elevaron a la cima a varios oligarcas
financieros. Por otra parte, a medida que pasaba el tiempo, la concentración y
centralización de ese sistema era cada vez mayor, llegando hoy a niveles nunca
vistos en la historia.
Las secuencias de las crisis locales desde los ’90 (México
´94; Brasil ´97/8; Rusia ‘98/9; Argentina 2001/2; España 2008; etc., etc.)
fueron oleadas de un proceso de crisis sistémico general que se manifestó
localmente. Los economistas y diversos analistas se encargaron de racionalizar
cada crisis como un asunto local, desconectado del resto del sistema global.
Cuando la globalización andaba bien (en apariencia) era fenómena, una
maravilla, los gobiernos de los países sujetos a ella eran intachables, una
pinturita (“Menem el mejor alumno”, etc., etc.). Cuando empezó a andar mal los
gobiernos de los países eran una porquería.
Un sistema que no ayuda a generar excedentes económicos
verdaderos sino a especular, necesariamente tiene que empezar en crisis (aunque
no se note) y terminar en crisis (cuando se nota más), porque, en cierto punto,
a medida que aumenta la población, las necesidades humanas aumentan. La
infraestructura, los alimentos, la salud y la educación de las poblaciones
humanas de Asia, África y A.L., no se desarrollan con derivados financieros, ni
con el carry tarde, ni con compras especulativas de empresas, etc., etc.
Llega un momento en que se produce una disyuntiva en la
medida en que las necesidades de la llamada “economía real” son mucho más
apremiantes que los papelitos, lo que exige la reorientación del sistema al
crédito productivo verdadero y no el reciclaje financiero de papelitos y la deuda.
Pero como esa reorientación o reforma del sistema hacia el
crédito productivo requiere actores que son los Estados Nacionales, eso choca
con los intereses privados oligárquicos al percibir éstos que perderían control
sobre los sistemas monetarios y financieros a favor de los Estados Nacionales.
Es decir que la naturaleza misma de las acciones que se
requieren para construir un nuevo sistema monetario y financiero de “crédito
real” requiere actores que no son los oligárquicos porque dichas acciones son
consubstanciales a la soberanía de los países que saben de las necesidades e
intereses de sus respectivos pueblos. Y la satisfacción de esas necesidades no
puede depender de prescripciones globales.
En último análisis, se trata de un choque y contradicción
entre, por un lado, las “necesidades” oligárquicas de reproducir su dominación
a como dé lugar, es decir, subordinando a ese objetico casi todas las
cuestiones mundiales relevantes y, por otro lado, las necesidades de la
población humana que exigen el desarrollo de la economía y la sociedad.
De lo primero se ocupan los oligarcas y toda una multitud o
caterva de lacayos de toda índole, empleados, presidentes, etc., etc.,
desplegados en gran cantidad de Estados, instituciones, medios, organizaciones,
etc. De lo segundo no queda otra que se ocupen los Estados Nacionales soberanos
y sus pueblos bajo determinadas cualidades de liderazgo de conducción.
La crisis geopolítica es la contracara de la crisis monetaria y financiera.
La única manera que tienen las clases dominantes en el
Imperio, es decir las clases oligárquicas, de enfrentar esa contradicción es
con la geopolítica. Esta “ciencia” se usa para justificar el socavamiento y la
guerra oculta o con subterfugios a la soberanía potencial y real de los Estados.
Se recubre eso con toda clase de racionalizaciones y justificaciones
del tipo “equilibrio de poderes”, “choque de civilizaciones”, “zonas de
influencia de las grandes potencias”, etc., etc. El único objetivo de toda esa
cháchara es que la perversidad del juego de socavar a las soberanías no se note
o pase desapercibido.
Pedirle la verdad a gente como Kissinger (recientemente
fallecido) o Huntington es como pedirle a un mago que revele su secreto cuando
hace un acto de magia. Nunca lo harán. No creo que existan “geopolíticos” que
crean de verdad en lo que dicen o en los libros que escriben. Y si hay, deben
estar realmente mal de la mente.
Lo que sí hay es alguna gente bastante crédula que consume
eso y presume de saber tales y cuales cosas de “geopolítica”. A veces causan
bastante confusión en las propias filas, pero suelen ser inofensivos.
Pero la geopolítica, como herramienta de las clases
oligárquicas, es enormemente eficaz (por lo perjudicial). Hay países enteros
que desaparecieron o se formaron gracias a los manejos y prestidigitación
geopolítica. Se me ocurren ahora Yugoeslavia, Israel, Ucrania. Hay muchos otros
a lo largo de la historia. Espero que no ocurra esto con nuestra querida
Argentina en el futuro próximo (me refiero a desaparecer).
Entonces, la geopolítica cumple dos funciones: mantiene
focos de conflicto y guerra potencial o real permanente e impide, así, que
Estados Nacionales soberanos puedan llegar a advenir y desarrollarse, evitando
poner en disputa el control de los resortes y recursos fundamentales.
De allí la relevancia de largo plazo del complejo
militar-industrial dado que necesitan sostener la “guerra permanente” como modo
de gestión global ante lo que perciben como “amenaza” permanente de posibles
salidas soberanas al proceso de crisis del sistema monetario y financiero.
La correlación actual de fuerzas.
La situación actual está caracterizada por la profundización
de la crisis monetaria, financiera y económica en la región Nor Occidental
transatlántica y por la derrota de la OTAN en Ucrania.
Así como inmediatamente después de la retirada de Afganistán
a mediados de 2021 apretaron el botón del tablero geopolítico ucraniano en el
segundo semestre de ese año, llevando material y armamento para hacer estragos
en la región del Donbas de población rusa (no “prorusa”), lo que desembocó en
la intervención de Rusia, previo intento de ese país de llegar a un acuerdo con
EE.UU. que fue rechazado por éste; luego de la derrota estratégica en la guerra
en Ucrania, apretaron el botón geopolítico del cercano Oriente por intermedio
de Hamas, lo que desembocó en el genocidio de la población que vive en la
franja de Gaza. La intención es involucrar a Irán por medio de provocaciones
para desatar una guerra más extendida.
Otro botón geopolítico es Taiwán que probablemente sea
apretado en el momento que consideren más oportuno. Lo que desembocará en una
guerra contra China. La diplomacia secreta y no tan secreta “de” EE.UU. y GB ya
alineó en ese juego a Australia, Japón y Corea del Sur contra China. Intentan,
también, involucrar a la India, aprovechando los conflictos históricos entre
ambos países.
Por supuesto, China, que es una nación relativamente
soberana en cuanto al control del sistema de crédito, la inversión y algunas
tecnologías, no entra en el juego y continuamente está invitando a los países
de Asia y África que se sumen al proyecto de la Ruta de la Seda, desde hace
casi 10 años, haciendo enormes inversiones en la infraestructura económica, y
ayudando a varios países africanos a desarrollar la infraestructura básica.
Tanto China como Rusia fomentan la cooperación continuamente
y crean entidades de asociación abiertas por toda Eurasia, con ideas concretas
y proyectos de financiamiento concretos, contrastando marcadamente con los
clubes selectos cerrados de la geopolítica occidental que se diseñan con el exclusivo
objetivo de accionar contra determinados países.
Ese contraste marca la diferencia entre las relaciones
internacionales conducidas por países soberanos, como es el caso de China y
Rusia, y las relaciones intraglobales entre escenarios geopolíticos manipulados
por las redes oligárquicas, como es el caso de EE.UU. y Gran Bretaña.
En conclusión, las oligarquías occidentales están en una
situación estratégica complicada debido a la doble crisis del sistema monetario
y financiero que ellas presiden y rigen y la del sistema geopolítico global que
también presiden y rigen.
Las reacciones soberanas de Rusia y China no son simétricas
como esperaban sus contrincantes geopolíticos occidentales, sino que, primero,
se coordinaron entre ellas y, luego, al consolidar su unión, sumaron a gran
cantidad de países tras un proyecto de desarrollo con objetivos definidos en la
economía real.
Tampoco se circunscriben a Eurasia y África porque, al
impulsar el BRICS, ambos países pretenden involucrar a América Latina dentro de
ese gran movimiento que recuerda al de los países no alineados de la década del
’60 y ’70 pero, ahora, con la fuerza sumada de China y Rusia.
Si uno suma la población de los países de Asia, África y
A.L. que simpatizan o tienen gobiernos con grandes coincidencias con estas
ideas y procederes, alcanzan a casi 6 mil millones de personas.
Se podría decir que el “núcleo duro” que convalida conciente
o inconcientemente las políticas oligárquicas globalistas por medio de los
gobiernos visibles en Alemania, Gran Bretaña, Francia, EE.UU., Canadá,
Australia, Corea del Sur y Japón, son unos 1.000 millones de personas y otras casi
1.000 millones tienen muchas dudas o desacuerdos con las acciones de esos
gobiernos.
Es decir que la diferencia es abrumadora, tanto cuantitativa
como cualitativamente. La punta de lanza guerrera de las oligarquías
financieras occidentales (The Vanguard Group, Black Rock) y su componente
militar (Bae System, Raytheon, etc.) son concientes de esta desventaja
estratégica y, de algún modo, querrán achicar esas diferencias.
La peligrosidad del momento.
La peligrosidad reside en que los escenarios locales (como
Argentina, por ej.), sea arrastrada, en una “situación estratégica falsa”
(JDP), bajo el canto de sirena de “éxitos” tácticos (que no sirven para nada).
Las acciones globales de las oligarquías, casi como acto
reflejo, tienden a usar y exprimir países solo para resolver problemas tácticos
que ellos tienen, dentro de una situación estratégica muy difícil. No
les importa el destino de los pueblos de esos países, sean medio millón o más
de ucranianos, decenas de miles de niños palestinos, etc., etc.
Ellos están obsesionados con su guerra geopolítica
consistente en manipulaciones constantes, “amigos a la fuerza” y “enemigos
ocultos” (JDP). Hay oligarcas que no pueden concebir que Rusia y China tengan
éxito. No cabe en su mente. Harán lo imposible para evitarlo, incluso
destruirlo todo, si fuera necesario.
Los argentinos y, sobre todo, los intelectuales y
politizados, tenemos que tomar conciencia, urgentemente, que nosotros solo
somos importantes para nosotros mismos y para los países que quieren
desarrollar a sus pueblos. No somos importantes para los patrocinadores
globales de Milei al que usan para conseguir sus propios fines. Cuando no les
sirva más, si es que el loco no se convierte en monstruo, se lo van a sacar de
encima por el procedimiento que mejor les convenga. Tal como sucederá
próximamente con Zelensky y Netanyahu.
A ver si se entiende bien la situación.
Nadie va a ayudar a la Argentina. Ya el presidente electo
avaló no entrar a los BRICS. Ya se aseguraron que nadie nos ayude. ¿Por qué?.
Porque de eso se trata, Argentina (su pueblo) tiene que sacrificarse por
intereses ajenos. Si formara parte del BRICS y de sus patrocinadores
euroasiáticos podría zafar de ese sacrificio. Así se aseguran de que no zafe.
Todo lo demás es cháchara que solo contribuye a escamotear y
ocultar esa realidad fundamental. Si dolariza o no, si estabiliza o no. Si
resuelve las Lelics o no, etc., etc. Son como la zanahoria para que el burro
siga.
La Argentina está en una situación casi sin salida. En
condiciones así las “salidas” son como “fugas hacia adelante”. En condiciones
de ese tipo la propia dinámica de los acontecimientos (determinados por el
proceso general de desintegración estratégica de las formas conocidas de los
sistemas monetarios y financieros y de la geopolítica) va abriendo nuevas
bifurcaciones o proliferaciones de alternativas (antes inverosímiles) a medida
que esa dinámica se desarrolla. Esos nuevos caminos que se van abriendo pueden
ser recorridos como en una vorágine de acción y reacción que lleva a la perdición
y la violencia, no solo entre los ciudadanos y el aparato represivo del Estado
sino entre los ciudadanos mismos o, incluso, en casos extremos, entre los
ejecutores mismos del aparato represivo del Estado.
Hace unos 10 años, en una conversación con mi hna. ella me
decía que, gracias a los valores y cultura de años de Kirchnerismo, había cosas
que no se podían decir por temor a la mirada reprobatoria de los que podían
escuchar.
10 años después estamos como estamos, con gente que va a
gobernar la Argentina y que piensa que los militares presos deberían estar
libres, que no hubo violaciones a los derechos humanos, etc., etc.
Eso no es que va ocurriendo de a poquito. Lo que va
ocurriendo de a poquito es la degradación material y espiritual de las clases
populares. A medida que eso sucede, los límites se van corriendo casi sin
conciencia de la mayoría. Las barbaridades se cotidianizan y se van tolerando
cosas cada vez peores, como por ejemplo un intento de magnicidio.
Esto pasó muchas veces en la historia nuestra y de otros
países. Y pasa cuando las sociedades quedan, sin defensa, expuestas a la
geopolítica oligárquica.
Así como pasó un intento de magnicidio, una campaña llena de
barbaridades del presidente electo, etc., puede pasar cualquier otra cosa. A
medida que pasan esas otras cosas, los límites se corren más y más. Todo puede
suceder. Estado de sitio, cierre del Congreso, bandas paramilitares o
parapoliciales, guerras, etc., etc. No hay límites en el menú. Cada cosa que
ocurra generará otra y, a su vez, ésta generará otra.
Así se construyen las tragedias de las personas y de los
países.
Esto no es la década del ´90, ni el menemismo, ni la
Alianza, ni juntos por el cambio. Tampoco las relaciones entre los países y el
sistema global de las oligarquías dominantes son las mismas. El llamado
“neoliberalismo” no es el mismo porque se fundió y entró en bancarrota muchas
veces. El ejercicio de la dominación oligárquica ya no es el “neoliberalismo
normal” debido a que en las actuales condiciones de crisis eso no funciona.
Hay mucha gente que atina a otorgarse a sí misma algo de
certidumbre recurriendo a lo conocido, al pasado reciente o más lejano. Otros
ni siquiera se atreven a dejar por un segundo los parámetros de análisis
“normales”. La normopatía es la negación de la realidad y puede contribuir a
justificar sin quererlo las peores aberraciones que puedan ocurrir.
La inconciencia sobre la discontinuidad que está ocurriendo
puede conducir a errores muy graves, no solo de apreciación sino de
comportamiento y acción.
Sin las madres de plaza de Mayo, el genocidio del proceso
militar hubiera pasado como “algo más” entre tantas cosas. Sin Nuremberg el
genocidio de los nazis hubiera pasado también como “algo más”. Los que decían
“algo habrán hecho” o los judíos que iban despreocupados cuando los llevaban a
los campos de concentración, eso responde a una naturaleza humana que sigue
estando.
Por eso insisto tanto en que lo dramático y lo trágico de la
vida reside no en los acontecimientos que van y vienen sino en el proceso que
los determina. Y la mayoría de las personas no son concientes de ese proceso.
Las tragedias que vivió la Argentina (el genocidio de la
segunda mitad de los ‘70, el industricidio de la misma época y el de los ´90,
la pobreza, la indigencia, etc.) se decidieron en otras latitudes del mundo en
el lapso 1968/71, hace más de 50 años. Allí nació el proceso que les dio
origen. Pero no nos damos cuenta de esas conexiones porque estamos
acostumbrados a analizar y parcelar, analizar y abstraer, unir pedazos en vez
de distinguir partes en una unidad.
Para que sobreviva nuestra querida patria se necesitarán
índices muy elevados de cultura política (no simple politización) no solo en
sus dirigencias sino entre la ciudadanía en general. Mi esperanza es que la
elevación de la cultura política general en el pueblo y en parte de su
dirigencia ayude a sortear con el menor sufrimiento y daño posible el futuro
que vendrá.