sábado, 9 de marzo de 2024

Acerca de cómo volver a JDP.

Lograr ser peronista es tan difícil como ser cristiano. Se puede haber leído la doctrina, el catecismo, seguir los rituales e ir a la iglesia o a la unidad básica sin poder ser peronista o cristiano. Aquí la autopercepción no cuenta, porque de lo que se trata no es de lo que creamos acerca de sí mismos y los demás ni de nuestras prácticas en base a eso.

Si no se desarrollan virtudes personales no es posible ni ser peronista ni ser cristiano y esto es independiente de cuánto creamos que sepamos acerca de la doctrina o el catecismo.

Como decía JDP un error se subsana con un acierto, pero un vicio no. Para subsanar un vicio las personas necesitan desarrollar virtudes. Se puede ser experto en peronismo o cristianismo pero, si no cultivamos virtudes que puedan contrarrestar nuestros vicios, no haremos ni peronismo ni cristianismo por más que se los declame con ardor.

Cómo leer a JDP.

Para comprender el pensamiento de JDP no es suficiente con leerlo. Tampoco es suficiente con memorizarlo e interpretarlo. Estos son caminos sin salida que, en el pasado, condujeron al fanatismo, al dogmatismo, sean de derecha o izquierda.

A JDP hay que leerlo teniendo en mente, siempre, que se trata de una persona con grandes dosis de creatividad tanto en la concepción como en la ejecución.

No es cierto que hubo un Perón para todos los gustos. Esto piensan aquellos que se acercaron al peronismo a partir de sus propios preconceptos y les resultaba más fácil reivindicar aquellas partes del discurso de Perón que creían que fundamentaban sus propios prejuicios.

Si se estudia en profundidad el pensamiento de Perón, de modo inherente -no en diagonal académica ni dogmática o buscando una finalidad externa sea una ambición, sea utilizar algunas de sus ideas para cualquier otra finalidad- se puede encontrar el núcleo lógico congruente pero también el afectivo y creativo.

JDP tenía una mentalidad transformadora y percibía la realidad no desde afuera o en forma ajena a la misma, como separada de su propia práctica, sino que la veía viéndose a sí mismo con su propia capacidad para transformarla. Es decir, su propia influencia era una variable de esa realidad. Perón era absolutamente conciente de esto, por lo menos desde los inicios de los años ’40 del siglo pasado, aún antes de acceder a la Secretaría de Trabajo luego del golpe de Estado de 1943.

Así como Jesús no tenía un “Nuevo Testamento” a mano para enseñar a sus discípulos, JDP no tenía la doctrina ni las “20 verdades” cuando inició su travesía en ese año. De igual modo, salvando las distancias, Lenin no tenía un libro ¿Qué hacer? que le diga ¿”Qué hacer?”. Todos estos personajes tuvieron que crear la concepción que querían poner en práctica. Incluso durante la práctica misma la tuvieron que crear. Rigurosamente, crearon una “ejecución-concepción”, en ese orden.

Es obvio que había antecedentes o un contexto previo, en todos esos casos. Pero aquí sucede como en la ciencia, cuando se trata de resolver un problema o enigma: los antecedentes, la base empírica previa o las teorías previas sirven hasta cierto punto, porque no proveen las claves para resolver los problemas o enigmas que el conocimiento previo no pudo resolver.

Por ej., las soluciones que generó Einstein produciendo sus teorías de la Relatividad Especial y General no las encontró en algún libro que haya leído. En los libros se encontró con los conocimientos que llevaron a lo que él quería resolver y que no se resolvía.

Perón, como buena personalidad creativa, se dio cuenta de que los problemas que presenta la realidad no se resuelven de manera formal o con el conocimiento adquirido, sino real y que, para esto, se necesita poner en juego la creatividad subjetiva de las personas, creando nuevo conocimiento.

Esta idea Perón la trató de expresar de mil maneras distintas en sus conferencias sobre Conducción Política, más nunca fue comprendido. Esta es mi opinión teniendo en cuenta los dirigentes que vinieron después de su desaparición física.

Lo digo a los cuatro vientos: no se puede ser peronista si no se comprende esto. No solo comprenderlo sino sentirlo. El que no siendo peronista de formación comprende esto, es peronista aunque no lo sepa. Y el que es peronista de formación y no lo comprende, no es peronista aunque crea serlo.

Para Perón, la tan mentada “unidad de concepción” no significa que “todos tienen que pensar igual o tener la misma ideología”. Esto es imposible. Por esa vía solo se puede lograr uniformidad “externa”, en las apariencias.

Para JDP significa que, para llegar a la unidad de concepción, es necesario recorrer un camino desde un punto de partida que cultive la formación política, intelectual y moral de las personas para que, así, se sientan “intuitivamente inclinadas a resolver de manera parecida” en distintas circunstancias de tiempo y lugar.

Es decir que Perón está pensando en que la unidad de concepción no se puede imponer desde afuera ni desde arriba (aunque para él la doctrina la baja, en principio, el liderazgo de conducción), sino que tiene que salir de manera natural desde el interior del individuo. Pero como eso no puede quedar librado a la espontaneidad individual, debe haber un proceso de enriquecimiento cultural, moral, espiritual y político que lleve a eso. Perón usa la frase “proceso de dignificación de cada una de las concepciones…”.

La función de la doctrina, la teoría y la ideología.

Perón dice que la doctrina sirve para la organización espiritual de las masas –la que es más importante que la material-, para que tengan un sentido de orientación, una mística, una fuerza motriz que facilite la realización y la transformación de la realidad.

Por medio de la doctrina, el liderazgo de conducción enuncia grandes principios que le dicen a las masas “hay que ir por acá, si quieren transformar la realidad y vivir mejor (bienestar general, justicia social)”. Las doctrinas no son solo pensamiento y concepción son movimiento y acción.

La teoría es el análisis pormenorizado de la doctrina misma. En la teoría se explicitan los problemas implícitos en la doctrina y se trata de resolverlos.

En Conducción Política hay unas págs. notables de Perón referidas a su capacidad analítica y teórica respecto a las consecuencias del principio doctrinario peronista en lo económico que establece que el capital está al servicio de la economía y del ser humano y no al revés.

Perón dice que haber invertido así el principio capitalista según el cual la economía está al servicio del capital lleva a resignificar y dar otro contenido a varios conceptos económicos de la teoría económica capitalista. Esto de Perón es de una lucidez y lógica realmente impresionante (una suerte de clase de “epistemología económica”, se podría decir) de la que ningún economista peronista, hasta donde conozco, se hizo cargo.

En este sentido, los economistas del peronismo pueden ser peronistas en lo doctrinario pero no lo son en lo teórico porque se siguen manejando con las mismas categorías que responden al principio capitalista y nunca hicieron caso a la recomendación de Perón en el sentido de que hay que modificar todos los conceptos pertinentes para que respondan al principio doctrinario de que es el capital el que está al servicio de la economía y, por ende, del ser humano.

No hay que perder de vista nunca que, para Perón, la doctrina y la teoría son ELEMENTOS DE LA CONDUCCIÓN. Yo agrego, no de cualquier conducción sino del liderazgo de conducción.

Es decir, el sujeto no es la doctrina ni la teoría sino el liderazgo de conducción que las usa, en tanto elementos, porque le facilita la tarea que tiene que desempeñar el liderazgo, que es orientar al pueblo hacia los objetivos deseados.

Esto significa que, en condiciones de ausencia de liderazgo de conducción o de que agarren la manija dirigentes que no son líderes, por más que quieran aplicar “la doctrina”, harán desastres, porque la doctrina es un elemento del liderazgo de conducción no de un dirigente que no está capacitado para ejercer el arte de liderar y/o conducir. Dirigente no es sinónimo de líder. Es otra categoría.

El hecho de que la doctrina pueda estar escrita (como la biblia del Nuevo Testamento), no significa que la podamos escindir del proceso viviente que la creó, en este caso, el liderazgo de conducción de JDP. En ausencia de esto, “la doctrina” es solo papel muerto, susceptible para múltiples usos personales o de facción.

La única manera de resucitar y/o recrear la doctrina es que vuelva a ocurrir el nacimiento de un proceso de liderazgo de conducción de similares -aunque no iguales- características a los anteriores que hubo en la historia.

Esa es la única manera que existe para que las masas se transformen en pueblo nuevamente y puedan ser orientadas por una doctrina.

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