Durante la década del ’60 en el exilio, Perón subrayaba que la situación en Argentina estaba concatenada a la mundial y que no se podía separar una cosa de la otra porque se cometerían errores de apreciación enormes. Se pueden separar en el orden de exposición pero no conceptualmente por la profunda imbricación de ambas.
Perón sostenía que, a nivel mundial, había una gran contradicción entre las
necesidades de evolución de los seres humanos (económica, tecnológica,
cultural, social, etc.) y las pretensiones de los imperialismos, los que reaccionan
mal contra esa evolución.
Él decía que no se podía detener la evolución y que había
que adaptarse a ella por medio de reformas y cambios racionales e incruentos. Y
que ello debía hacerse con participación del pueblo y la actividad del Estado.
También decía que para que el pueblo participe se necesitaba un “gobierno
humano” y que, para lograr eso, era necesaria la conducción, el liderazgo de
conducción. Decía que la tecnocracia no servía para nada sin el gobierno humano.
Perón decía que la situación del mundo estaba caracterizada por
esa contradicción o tensión generada por pretensiones imperialistas que no asumen
como es debido la necesidad de los cambios para dar cabida a una evolución que
satisfaga las necesidades y aspiraciones humanas de una sociedad moderna.
Es decir, el imperialismo, para Perón reacciona contra los
pueblos que sí asumen esa necesidad, provocando toda clase de interferencias a
nivel interno de cada país.
Es sugestivo que Perón, cuando se refiere al cipayismo interno, que es el soporte dentro del país de la acción imperialista, usa reiteradamente la frase “bajo la férula del imperialismo” o variantes casi iguales. El significado de “férula” en una de sus acepciones es “estar bajo la autoridad o poder despótico”. Esto no es casualidad. Perón consideraba concientemente que los cipayos están bajo la autoridad o poder despótico del imperialismo.
Esto último rara vez se entiende. Diría que casi nunca.
Tanto la izquierda marxista o el progresismo ignoran absolutamente esa relación
de vasallaje, creyendo que la “cúpula del empresariado local”, los “capitalistas
argentinos”, los “grupos concentrados”, los políticos o los militares, etc., etc., son una suerte de “socios” de los “capitalistas extranjeros”.
Este tipo de errores de análisis surgen por quedarse en lo descriptivo, en lo que se ve, en las apariencias de una realidad parcelada, escapándose lo que subyace como movimiento unificador. Hay que proceder, si se quiere comprender bien, como enseñó Perón con su ejemplo y con su docencia. Tengo que hacer aquí una pequeña digresión.
La realidad suele estar compuesta por partes pero para la
visión simple. Lo que suele encontrarse, si se profundiza, es que la realidad
no es una suma o amalgama de partes. El capitalismo no es una suma o amalgama
de capitales, del tipo “sección argentina”, “sección EE.UU.”, etc. y sus
personificaciones.
Cuando uno analiza “separa” en forma abstracta algo que está
compuesto constitutivamente. Solo separa a los fines de describir y comunicar,
pero eso no significa asumir que estamos en presencia de partes y parcialidades
por todos lados y que, de algún modo, se unen.
La actitud mental más productiva es asumir que en el todo se
pueden distinguir partes, a condición de que no se caiga en la superstición de
que las partes amalgamadas constituyen el todo. Esto causa estragos en el
conocimiento no solo de la política sino en la ciencia también.
Marx se aproximó a esta cuestión cuando usaba la frase “síntesis de múltiples determinaciones” (lo “concreto”), pero, era coherente con eso en algunos casos y en otros no, tal es así que no detectó al imperialismo por ningún lado, aún después de sus investigaciones históricas para redactar los capítulos sobre la "acumulación originaria" o "precapitalista".
Volviendo al tema, Perón intentaba captar el movimiento general, a nivel mundial, luego iba a los casos singulares locales, sin desconectarlos de aquél. En muchas ocasiones para ilustrar este punto, usé la metáfora de las olas del mar para evocar algo que emerge, distinguiéndose, de un todo, sin escindirse.
Perón creía ya a mediados de los años ’60 que los imperialismos
estaban en decadencia porque surgía el tercermundismo por todas partes, tanto
en los pueblos bajo el comunismo como bajo el capitalismo, con sus demandas de mejoras sociales, económicas, culturales, etc. Perón mismo fue el
autor, digamos “ideológico” del tercer mundo, al ser el primero que habló de la “tercera
posición” como concepción distante de uno (occidental capitalista) como de otro
imperialismo (soviético comunista).
Perón no vivió lo suficiente para ver la puerta de salida
que encontró el imperialismo de su tiempo para subsistir por medio siglo más.
En efecto, la secuencia formada por la devaluación de la
libra esterlina hacia fines de los ’60, la desconexión del dólar del oro en
1971 y la convalidación de los tipos de cambio flotantes, en conferencias
monetarias ya posteriores al fallecimiento de Perón, todavía eran muy recientes
como para evaluar las consecuencias a nivel global.
Hoy podemos decir que esa secuencia puso los cimientos del
sistema globalista basado en la especulación financiera y la deslocalización de
la producción, que en el presente agoniza.
Perón esperaba que el tercer mundo de entonces, bajo
diversas ideologías, era la puerta de salida, de liberación de la decadencia
imperialista. Sin embargo, el imperialismo capitalista occidental logró neutralizarlos a todos: al
otro imperialismo (el soviético) y al tercer mundo.
Pero la decadencia no se detuvo, solo encontraron un "engañapichanga histórico" que los hizo durar más, hasta un punto insostenible y
que tiene al mundo al borde de una guerra mundial desatada, incluso nuclear.
Como decía Perón “no se entregan sin pelear”.
Hoy tenemos un 75% del mundo, otra vez, pero ahora orientado y organizado
por China y Rusia a través de sus respectivos líderes, con el objetivo de dar
cabida a una evolución de la humanidad que satisfaga las necesidades de todos
los pueblos del mundo.
La ideología geopolítica occidental al servicio del sistema oligárquico imperialista nos quiere presentar eso como un intento imperialista (!?) basado en la "autocracia". Pero eso es para consumo de los tontos e ignorantes o los demasiado ilustrados que creen que hay que saber de todo, pero lo que hay que saber son cosas buenas. "Es mejor que aprender mucho/el aprender cosas buenas".
El desafío (no a Occidente, sino ante la humanidad misma) de Xi y Putin es enorme porque se trata de poner la ciencia y la tecnología como motor de la economía al servicio de todos los seres humanos, sin necesidad de reproducir los métodos de saqueo y colonialismo y neocolonialismo del imperialismo occidental. Esto implica que la humanidad se conduzca por un cause que nada tiene que ver con las concepciones y métodos del sistema oligárquico occidental.
Dichos líderes tienen una concepción profundamente optimista
del ser humano, aunque no son estúpidos, saben con los bueyes que aran.
Estamos en el mismo punto que Perón captaba a mediados de
los años ’60, un imperialismo (ahora único, ya no dos), que, luego de ensayar
en los últimos 50 y pico de años un experimento de salida a los síntomas de
decadencia que ya tenía en aquellos tiempos, cayó en una decadencia aún peor y,
sus soportes (las combinaciones oligárquicas), se rehúsan, hasta ahora, a
desistir de sus empeños en imponer su dominio a pesar de todo, cueste lo que
cueste.
Si los que aspiran a ser dirigentes de la Argentina, para el caso de que nuestro país sobreviva, no entienden estas cosas, no las estudian profundamente, no para usar ese conocimiento para satisfacer ambiciones personales, sino para enseñar y avivar a la gente, entonces el peronismo sí va a desaparecer finalmente, luego de tantos pronósticos fallidos en este sentido. Y, si desaparece el peronismo desaparece nuestro querida patria, tal como la conocimos desde que nacimos nosotros o como la conocieron anteriores generaciones a la nuestra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario