lunes, 1 de julio de 2024

A 50 años del fallecimiento de JDP.


Resulta notable cómo el destino de los seres humanos depende de algunos (muy pocos) seres humanos.

Desde que no está más JDP las condiciones de vida de una gran parte de los argentinos se deterioraron muchísimo, salvo los períodos de recuperación de NK y de mejora neta del último período de CFK.

Sin embargo, en los últimos 50 años, la pobreza estructural se fue agregando por capas sedimentarias como resultado de cada crisis. Las recuperaciones subsiguientes en los distintos gobiernos no lograban ni siquiera igualar el nivel de pobreza existente previo a las crisis del gobierno precedente.

Las generaciones que se fueron agregando desde que murió JDP, en muchos estratos sociales, vivieron cada vez peor. Se empobrecieron las clases medias, los asalariados y la pobreza estructural se agrandó cada vez más a medida que se profundizaba la inserción del país a la globalización.

Lo mismo ocurrió después de que lo derrocaron en 1955. Pero, mientras él vivió en el exilio no pudieron –ni por dictaduras ni por gobiernos pseudoconstitucionales- hacer el cambio de régimen que hubieran deseado. Pero luego de su muerte en 1974, sí pudieron hacerlo porque se aprovechó la desaparición de su liderazgo para realizar un cambio de régimen a gran escala, usando la represión, la dictadura y los cambios económicos a través de la liberalización de las finanzas, el comercio y la circulación de capitales.

La sola existencia del liderazgo de JDP, mientras vivió, estaba impidiendo la consumación de ese proceso de empobrecimiento social y endeudamiento y descapitalización de la economía que ocurrió, finalmente, a partir de 1975/76 en adelante.

Mientras él, fiel a su método de encuadrar la problemática argentina dentro de la evolución de la mundial, veía mejor que nadie los peligros que representaba para nuestro país y su pueblo, la reacción del “capitalismo internacional” con sus soportes al interior del país, la mayoría de los dirigentes de los sectores internos del movimiento estaban enfrascados en disputas y contradicciones menores aunque sus protagonistas las sintieran como cosas de vida o muerte.

JDP, en todas las ocasiones que podía, señalaba la importancia que tenía hacer el análisis desde la situación general que presentaba el panorama mundial hacia la situación particular al interior de la Argentina. Él desplegaba ese análisis con toda naturalidad. Lástima que los peronistas que siguieron protagonizando después de su fallecimiento, con el retorno de la “democracia”, ignoraron casi absolutamente esa metodología. Y, en el caso de que no la ignoraban, era para justificar la alineación con el imperialismo anglonorteamericano (?!).

En la actualidad, CFK es la única dirigente que puede aplicar ese método de análisis (aunque no con la profundidad y originalidad con la que solía hacerlo JDP) de manera mucho más inteligente de lo que lo hacen los pocos que se animan a lo mismo.

Comprender los lineamientos básicos del movimiento mundial es uno de los atributos que debe poseer cualquier líder sea de conjunto o de conducción. Esto, a pesar de las creencias de algunos compañeros, nada tiene que ver con la doctrina geopolítica inventada por ideólogos de las oligarquías que sostienen al imperio.

Perón era absolutamente conciente de que la lucha era de los pueblos contra los imperialismos en todas las épocas de la historia. Y que la condición para el éxito en esa lucha era la capacidad del liderazgo de conducción para aglutinar en una dirección -la soberanía política, la independencia económica y la justicia social- a la mayor cantidad de voluntades posibles, respetando sus creencias parciales. Para Perón no hacía falta uniformidad ideológica o que todos piensen lo mismo o que todos obedezcan sin pensar.

Perón pensaba, con razón, que, si se podían articular bien las partes (derecha, izquierda, centro, dialoguistas, confrontacionistas, “apresurados”, “retardatarios”, etc.) la heterogeneidad, aunque elevada, resultaba muy eficaz a la hora de “pegar donde duele y cuando duele”.

Los pros y contras de esa heterogeneidad, si era bien conducida, resultaban preferibles a una uniformidad con menor peso cuantitativo aunque con más coherencia ideológica.

El liderazgo de Perón no creaba ningún “espacio de confort” permanente que se identificase con su figura. Nunca necesitó eso. Su tarea permanente era articular y potenciar los espacios en función de la misión colectiva. En esto, tenía muy poca comprensión de la mayoría de los dirigentes, sean de la rama política, sindical o la juventud.

Hasta donde yo sé, Perón fue la primera persona en el mundo que reflexionó y produjo un cuerpo de conocimiento cuya finalidad era aplicar por analogía, pero haciendo modificaciones indispensables, los principios de la conducción militar a la política, señalando similitudes y diferencias.

Eso no lo hizo porque le gustaba teorizar o por “academicismo”, lo hizo por necesidad, por la misión que se había autoimpuesto: la de conducir políticamente a las masas de la Argentina como un medio imprescindible para conseguir el objetivo de liberar al país del imperialismo.

Para él era indispensable crear los auxiliares de la conducción y transformar a la “masa” en “pueblo”. Sin eso no podía conducir o no podía tener éxito. Él definía a la “masa” como un colectivo reactivo, que se rebela ante la injusticia, pero sin dirección y objetivos positivos. El “pueblo” era ya el colectivo con liderazgo de conducción hacia objetivos positivos.

La cantidad de perlas más o menos escondidas en las cosas que dijo Perón es increíble. Me resulta curioso que casi nadie las pueda rescatar y articular con nuestra situación presente.

Hay una incomprensión profunda sobre el pensamiento de Perón y/o hay una ignorancia o profunda falta de interés, quizá porque ese pensamiento no sirve para validar las ambiciones de personas con pocas virtudes.

Para el que quiera aprender, Perón nos enseñó que aquello que resuelve los problemas es la subjetividad creativa de las personas, cuyas virtudes permiten la aplicación inteligente de las ideas.

No existe doctrina ni ideología en el mundo que pueda reemplazar a las facultades potencialmente creativas de los seres humanos ni sus virtudes.

Ni el marxismo, ni el cristianismo, ni el “libertarismo”, ni el peronismo, sirven para nada si son profesadas por personas que no ponen en juego sus capacidades y que tienen muchos vicios personales y pocas virtudes morales e intelectuales.

Mi homenaje, desde este humilde Blog, a quien más hizo por el bienestar moral y material del pueblo argentino, porque logró poner en juego sus altas dosis de creatividad y originalidad personal y su capacidad organizativa al servicio de esa causa nacional.

JDP fue un “fuera de serie” pero, al mismo tiempo, un producto de la Argentina.

Ganarse la lealtad y el corazón del pueblo no es algo que se consiga con marketing o “coach”.

Por eso el pueblo siempre lo quiso a él.

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