Vamos a hablar con metáforas. Es muy sencillo si se ve desde las proposiciones teóricas que formalicé hace ya dos años (pero que vienen desde mucho antes) y sin prejuicios ideológicos de ninguna clase.
El mundo no
es una amalgama de países en los cuales ocurren cosas inconexas o conectadas
mecánicamente, como las piezas de un automóvil, por ej..
El mundo es
un movimiento, una “marea” que lleva a todos. Lo que nos confunde es que esa marea
o movimiento que nos lleva es invisible a la vista común y corriente, uno no lo
puede ver en la radio, la TV., las redes o los diarios.
Sucede como
con lo que pasa con el planeta Tierra, con los sentidos vemos el suelo siempre
fijo y nuestro movimiento en relación a un piso fijo desde que nacemos hasta
que nos morimos. Estamos como “confinados” en esa dimensión.
Pero lo que
ocurre en realidad, por más que nuestros sentidos no nos lo informen, es que el
suelo y todo lo adherido a él se mueve de diversas formas: alrededor de su
propio eje, alrededor del Sol, alrededor del centro de la galaxia Vía Láctea,
entre otros movimientos más complicados.
Hay fuerzas
muy poderosas que están moviéndolo todo (probablemente un agujero negro en el
centro de la galaxia) aunque no lo veamos ni sintamos.
Lo mismo
ocurre en el campo de las mal llamadas relaciones “internacionales”, que son
entre “naciones” solo de nombre, naciones nominales, no reales.
Aquí también
vivimos en una suerte de “confinamiento” de las apariencias: lo que pasa en un
país atañe exclusivamente a ese país, puesto que cada país tiene su propio
gobierno con su jurisdicción.
Incluso,
cuando en las relaciones internacionales se producen abusos, lo que
espontáneamente creemos es que el abuso lo comete un país con su respectivo
gobierno, contra otro país o países con sus respectivos gobiernos.
Como este
“sentido común” conducía a toda clase de anomalías y problemas, sea en boca del
progresismo, el neoliberalismo, conservadurismo o el marxismo, produje una serie
de proposiciones teóricas para indicar que el proceso mundial es un proceso que
solo puede existir bajo la modalidad de dos clases de funcionamiento que
establecen las interacciones entre el Imperio (sostenido por oligarquías
globales, no países) y los Estados Nacionales (sostenido por las clases
populares de los países).
El proceso
global es la dinámica (cambio) de esas interacciones que, en cuanto tales, no
pertenecen a localidad alguna aunque impriman su huella en las localidades. Lo
único que puede dar sentido de pertenencia es el Estado Nacional (soberano) que
es consecuencia del cambio en el que las clases populares antes dominadas
logran la posesión de los resortes y recursos fundamentales, generalmente por
medio de la emergencia de alguna clase de liderazgo político que reacciona a la
crisis del modelo oligárquico.
La
dificultad está en que la acción global se ejerce sin excepción en las
localidades, no hay ninguna instancia por fuera de las localidades, por lo que
es muy fácil perderse en el anecdotario local. Por eso propuse comprender a las
localidades como si fueran una singularidad de lo global.
Cuando uno
dice “las olas del mar”, lo que está haciendo es una distinción o
particularización (la ola) dentro de lo total (el mar), no está diciendo que el
“mar se compone de olas” o que las olas se separan del mar. Las olas se
distinguen del mar.
En este
marco de análisis, la persecución judicial a Cristina o a Donald obedece
estrictamente a la misma lógica de funcionamiento global y representan
exactamente los mismos intereses oligárquicos.
Los
intereses oligárquicos en sus distintas esferas (económica, política, ideológica,
científica, geopolítica) son de carácter global. El “mani pulite” italiano, el “lava
jato” brasileño, el “rusiagate” estadounidense contra Trump, el lawfare contra
Cristina en Argentina, etc., etc., son todas manifestaciones de la geopolítica
oligárquica en distintos escenarios locales.
Las
combinaciones oligárquicas siempre actúan por intermedio de una cadena de
muchos eslabones: embajadas, asesorías, jueces, fiscales, medios de
comunicación, etc. Por eso no se desgastan, con los recursos que tienen y
controlan pueden contratar gente que dé la cara en su lugar.
El objetivo
de las acciones de estas combinaciones oligárquicas es reproducir su dominación
cualesquiera sean las circunstancias.
Si su
dominio normal entró en crisis, van a tratar de reconducir al dominio normal.
Si no pueden, van a tratar de administrar la crisis.
Si como
consecuencia de la crisis, surgen liderazgos orientados a la soberanía
nacional, van a tratar de combatir esos liderazgos, por los medios que sean.
Antes, el más frecuente era el asesinato y el exilio. Ahora, es la cárcel o la
proscripción judicial, que puede conducir al exilio.
Si la
reacción soberana es derrotada, y no pueden administrar la crisis resultante,
recurren a alternativas fascistoides. Incluso, para evitar reacciones soberanas
recurren a eso.
En algunas
ocasiones formalicé esta dinámica del siguiente modo, tomando como modelo la
experiencia en Argentina:
a) Dominio normal oligárquico. (Por ej., década del ’90).
b) Crisis de a). (año 2000/1).
b.1) Administración de la crisis para reconducir a a). (2000/1).
b.2) Crisis de b.1). (2001/2).
b. 3) Administración de la crisis de b.1) (2002/5).
c) Reacción soberana: se aleja de a) y b). Fase moderada (2006/10).
Fase intensa (2011/15).
d) Reacción oligárquica a c). Acá florecen las alternativas “fascistoides”
y el lawfare.
Como la clase dominante es la misma a nivel mundial, porque no
existen clases dominantes “de” cada país –excepto en el caso de que se logre el
Estado Nacional soberano-, existen clases dominantes “en” cada país, esta
formalización vale para cualquier lado, porque los elementos que intervienen
son invariantes, tanto en EE.UU. (reacción oligárquica contra D. Trump), Rusia
(reacción oligárquica contra Putin), China (reacción oligárquica contra Xi),
etc., etc..
Mis proposiciones teóricas vienen a echar luz sobre esta
invariancia, más allá de la forma en que queda encubierta por las particularidades,
cultura, tradiciones, idiosincrasia e ideologías imperantes en cada localidad.
Por eso todo aquel que lucha por la constitución de un Estado
Nacional (soberano) en su propio país es un patriota y es verdaderamente
progresista, porque sabe que esa lucha lo va a hacer objeto del odio, la
venganza y las prevenciones del sistema oligárquico.
Tal sistema se dedica a anular todo aquello que ven como un
peligro a su dominación, que no son otra cosa que los líderes populares que
toman conciencia del problema nacional y mundial.
No importa de dónde sean los líderes. Pueden ser de EE.UU.
incluso. Históricamente se los anuló por medio del asesinato. Ahora prueban con
el fraude y la proscripción judicial, aunque tampoco se descarta el asesinato.
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