Así como existe un pensamiento nacional, hay un pensamiento oligárquico (PO) que se le contrapone.
El PO fluye
a través de usinas dependientes de los controladores de los resortes y recursos
fundamentales (RRF, ver proposición 1 teoría presentada en agosto pasado).
Obviamente dicha dependencia es más o menos oscura, disimulada, pero se puede
rastrear si uno se toma el trabajo.
Los
controladores de los RRF (los oligarcas, ver proposición 2 de la teoría) rara
vez manifiestan por sí lo que piensan, lo hacen a través de terceros, como si
éstos fueran canales independientes.
La mayoría
o, por lo menos, un consenso de oligarcas (O) hacen creer a la opinión pública
que el mundo está superpoblado, que el desarrollo económico y el avance científico
y tecnológico es pernicioso para el medio ambiente, que se necesita una
gobernanza global por encima de los Estados, que el entretenimiento es más
importante que la educación, entre otras cosas.
Mi opinión
es que todo esto en realidad ellos mismos (los O) no lo creen, solo impulsan
esas creencias –a través de terceros- porque contribuyen a facilitar y
reproducir su control sobre los RRF.
El PO es
como un antídoto contra cualquier posible pretensión de los pueblos (P ver
proposición 3 de la teoría) a través de su Estado Nacional soberano.
Los P,
cuando están bien conducidos por un liderazgo de conducción, quieren
aumentar la población y mejorar sus características sociodemográficas; quieren
desarrollo económico productivo y mejorar la distribución del ingreso; quieren
avance científico y tecnológico al servicio del desarrollo y del cuidado y recreación
del medio ambiente (los P no quieren una ciencia y tecnología mediocre y
contraproducente en aras del conservacionismo ecológico); quieren mejoras
sustanciales en la educación pública, tanto científica como humanista.
Esos
quereres son todos congruentes entre sí, no se pueden contradecir. Por ej., si
se adopta energía solar o eólica, eso iría contra la posibilidad de aumentar la
población y del desarrollo económico porque esas fuentes de energía no son lo
suficientemente densas como para abastecer proyectos productivos necesarios.
El PO es muy
hábil en interpelar la parte emocional de la naturaleza humana, pero lo hace en
un sentido negativo, escéptico, explotando prejuiciosas creencias de las
personas, sus miedos y sus nobles sentimientos. Pero cada punto de la agenda
del PO está diseñado para prevenirse contra el Estado Nacional soberano, aunque
la opinión pública no se dé cuenta.
Por eso la
tarea educativa es importante en el sentido de lograr que las personas sepan
más de lo que crean. Hay que aumentar el saber de cierto a expensas de las
creencias.
Los
educadores tendrán que explorar cómo interpelar la parte emocional de la
naturaleza humana promoviendo el optimismo cultural, el conocimiento científico
a través de la curiosidad y no en función de agendas ideológicas preconcebidas,
enseñando a lidiar con el miedo y la incertidumbre, es decir, tratando de
neutralizar el sentido de la interpelación oligárquica.
Mi esperanza
es que tiene que haber una forma de educación emocional que potencie la parte
racional de las personas y viceversa. Si no la hay, seremos peones de los juegos
oligárquicos hasta el fin de los tiempos.
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