Que lo disfruten.
sábado, 27 de noviembre de 2021
martes, 2 de noviembre de 2021
No existe una emergencia climática.
La agenda del mentado “cambio climático” o calentamiento global causado por el ser humano y las metas de “descarbonización” como política que se desprende de ella, es una diseñada por intereses oligárquicos globales a predominio angloamericanos. Esa agenda es incompatible con los intereses de los pueblos y de sus Estados Nacionales soberanos ya que el cumplimiento, si se da en la práctica, de esas metas, va a perjudicar el desarrollo económico, la calidad de vida de la población y ocasionará una caída demográfica significativa.
¿Por qué, sin embargo, esa agenda logró introducirse en
muchos países a nivel mundial, incluido el nuestro?.
La respuesta es sencilla. La “geopolítica oligárquica”, que
cuenta con un amplio y variado repertorio de recursos humanos y materiales, es
muy hábil en asustar a la gente, produciendo shocks de todo tipo (políticos,
económicos, financieros, terroristas, militares, climáticos, etc.), buscando
captar y aprovecharse de la credulidad del público desprevenido, ávido de “buenas
o nobles causas”.
Es por esta razón que tal agenda sea tan sensible a la
ideología progresista en numerosos países ya que al público afín o simpatizante
de ese espacio político e ideológico le resulta cada vez más difícil encontrar
causas nobles.
También resulta notable cómo necesidades internas de la
profesión de periodista relacionadas tanto al “discurso periodístico” en sí (la
presión por llenar huecos o espacios libres) como a las necesidades económicas
(lisa y llanamente el financiamiento más o menos opaco para que se hablen de
determinados temas), terminan siendo funcionales a dicha agenda y las
intenciones de quienes la diseñaron.
Con respecto al mentado “consenso científico” que
supuestamente justifica la adopción de la agenda climática y las políticas de “descarbonización”
no existe tal. Solo es un latiguillo que se usa para la propaganda.
Para la comunidad científica seria el cambio climático
existió siempre, unos 5.000 millones de años antes de la Revolución Industrial.
Hubo épocas más cálidas y más frías siempre, a lo largo de la historia del planeta
Tierra desde su formación y desarrollo.
El ser humano incide en el clima pero su incidencia no puede
cuantificarse con los modelos de computadora que usa el IPCC y es indiscernible
de la variabilidad natural del clima. Desde la década del ’80 dichos modelos fueron
cambiando y sus simulaciones tienen demasiadas discrepancias con gran cantidad
de datos observacionales. En los últimos tiempos se ha admitido que los modelos
predictores del clima tienen un sesgo de “sobrecalentamiento” que deriva de los
parámetros utilizados, lo que conduce a conclusiones catastróficas acerca de la
inminencia de desastres (subida del nivel del mar, por ej.) cuando, lo lógico,
basado en la historia de épocas anteriores, ese tipo de cambios se dan en
períodos de cientos o miles de años y no en 10, 20 o 30 años.
Por eso alarmar a la población mundial con la “crisis
climática” es descabellado desde el punto de vista científico y la lógica y
mucho más descabellado es hacer “recomendaciones” (imposiciones) de
descarbonización de las actividades humanas esenciales (agricultura, ganadería,
industria, energía) para la supervivencia de la especie basados en evidencias
tan pobres que ni siquiera logran discernir la variabilidad natural del clima
de la influencia propiamente humana.
El clima del planeta Tierra es algo sumamente complejo y
dinámico, con miles de variables, donde la humanidad es una más dentro de
muchísimas otras. Para comprender mejor esta disciplina se necesitan muchísimas
más investigaciones, experimentos tanto en la Tierra como en el espacio, así
como en otros planetas cercanos. Tales tareas no pueden ser sustituidas por
modelos computacionales basados en una cantidad de parámetros muy limitada y en
la evidencia experimental de que el CO2 provoca aumento de temperatura.
Es por ello que la insistencia de muchos científicos del
IPCC en el sobredimensionamiento del aumento antropogénico de la temperatura
global obedece más a la sociología de la ciencia y del conocimiento que a la
estructura interna misma de la ciencia.
Por todo esto, resulta un error estratégico garrafal
embarcarse en la economía verde como parece que ha decidido el Presidente de la
Nación.
La Argentina es un país con enormes porciones de su
territorio casi totalmente despobladas, con una densidad de habitantes bastante
baja. Necesitamos que la población crezca y se desarrollen los lugares
deshabitados.
La energía eólica, solar o hidrógeno verde, son energías
poco intensas y/o costosas, que van a limitar enormemente el futuro y eventual proceso
de industrialización y construcción de infraestructura que necesitamos para
incluir a cada vez más población a través del trabajo nacional.
La debilidad e intermitencia de dichas fuentes de energía son compatibles con procesos demográficos de estancamiento o disminución, es decir, tienden a mantener una población cada vez menor. Y eso no es del interés estratégico de los argentinos.
https://clintel.org/message-of-clintel-to-national-politicians-and-world-leaders-at-cop26/
viernes, 1 de octubre de 2021
A propósito del anuncio del proyecto de Ley del Ministro J. Domínguez.
Habrá que verlo en detalle para analizarlo. Pero ahora me propongo otra reflexión.
Hace ya varios años planteaba en la blogósfera a economistas
de diversas corrientes ideológicas (ortodoxas y heterodoxas) y a varios analistas que
había un problema muy serio en la economía argentina -existente desde mucho
antes- con el desequilibrio entre, por un lado, la oferta de bienes
al exterior, o sea las exportaciones, y, por el otro, la producción,
importaciones y el consumo interno. Ilustraba ello con datos de producción,
exportaciones, saldos internos, medidos en volúmenes y cantidades físicas
totales y per cápita de muchos rubros de la actividad económica.
Sostenía que, por detrás de lo monetario y financiero, se
escondían realidades físicas muy elocuentes para el que quisiera ver.
El asunto actual del consumo de carne, su precio, las
exportaciones, etc., es emblemático del conjunto de la economía argentina, no
solo del sector pecuario.
También señalaba que la medición del PBI era engañosa porque
no permitía reflejar las realidades físicas fundamentales y los cambios de fase
de las mismas tras las magnitudes monetarias.
La economía Argentina, desde hace aproximadamente poco más
de 45 años (probablemente luego del Rodrigazo de 1975), tiene un problema de
merma de la producción per cápita y por flia. consumida localmente, que no es suficientemente
compensada por las importaciones. Problema agravado por la magnitud cada vez
mayor de las exportaciones medidas en volúmenes y como porcentaje de la
producción medida en volúmenes. Por supuesto, este problema no se nota en el
30% de la población de ingresos superiores, pero sí se nota en mayor o menor
medida en el 70% restante. El comportamiento del PBI ni noticias tiene de esto
ni nunca las va a tener por cómo se determinan los procedimientos para la
elaboración de su medición.
El análisis riguroso de este problema fue escamoteado (e
incluso negado) por una mezcla de cuestiones que tenían que ver con intereses
sectoriales, deficiencias analíticas, oportunismo político e ignorancia.
Por el lado de los intereses sectoriales tanto al complejo
sojero exportador, como al agroalimentario en general no les interesa en
absoluto que la producción argentina sea destinada en una proporción mayor al
propio mercado interno del país, por razones obvias o que debieran ser obvias:
el 70% de la población argentina tiene ingresos muy alejados de los
internacionales que son los que pueden consumir la producción exportable de la
Argentina. Sólo un 30% de la población local tiene ingresos semejantes a los
internacionales.
Esto no solo tiene que ver con la distribución del ingreso,
tiene que ver con el perfil productivo de la Argentina y la naturaleza de su
inserción en la globalización desde mediados de la década del ’70 del siglo
pasado.
Respecto a las deficiencias analíticas podemos decir que la
profesión de economista no provee las herramientas conceptuales o heurísticas
necesarias para captar el problema y de cómo funciona una economía física.
Una de las razones de por qué la mayoría de los políticos no
entiende esto es que se dejan encandilar por los dólares. Perón ya entendía
esto perfectamente en la década del ’50. Lástima que casi ningún "peronista" de
ahora lo entiende. Lamentablemente ahora es mucho peor. Los dólares son como
una sarna (“con gusto no pica”), pero que sí pica a gran parte de la población
argentina que padece las consecuencias indirectas sin saberlo.
Las propuestas “académicas” y del sentido común político y
económico imperante que recomiendan el aumento de las exportaciones, sean
agropecuarias y/o industriales, porque traen divisas es un círculo vicioso en
el que se cae una y otra vez por no captar la esencia del problema.
Lo que sucedería si la Argentina exportara por 100.000
millones de U$S es que la fuga de capitales y el endeudamiento aumentaría.
Argentina no es ni puede ser el sudeste asiático de posguerra.
Lo que tiene que hacer Argentina, su Estado y gobierno, en
vez de hacer leyes o anuncios grandilocuentes es tapar los agujeros del barril,
acumular recursos e invertirlos en la infraestructura e industria
mercadointernista. Obvio que para eso tiene que tocar el comercio exterior y el
sistema monetario y financiero, sin lo cual no se pueden tapar los agujeros,
evitar la fuga, etc., etc.
La única manera de evaluar con certeza si en la economía
argentina hay “escasez de dólares” es con los agujeros del barril tapados, de
lo contrario siempre hay escasez de dólares. Escuchaba a un dirigente rural
hablar de la nula fiscalización física de los bienes exportables agropecuarios que ni siquiera se pesan antes de salir por los puertos privados. Esta es una de
las mil maneras de fuga de dólares, existen otras 999.
Argentina necesita empezar a alimentar de verdad a 15 millones
de personas y mejorar la alimentación de otros 15 millones. Acá hay un mercado potencial de 30 millones de personas.
Para hacer eso no hace falta ni siquiera aumentar la
producción, incluso podría disminuir la producción y aumentar al mismo tiempo
el consumo de alimentos de 30 millones de personas, tanto en cantidad como en
calidad.
Lo que acabo de enunciar parece un horror pero es lo que
sucedía efectivamente cada vez que un gobierno se proponía aumentar el consumo
interno y mejorar la alimentación de la población.
Cuando sucede eso el incentivo exportable deja de funcionar
y la producción cae, pero la producción es excedentaria en muchísimos rubros agroalimentarios,
por lo tanto hay margen para que caiga y, al mismo tiempo, aumente el consumo
interno.
Para muchos puede seguir pareciendo un horror lo que acabo
de decir pero es la realidad, y es mejor comprenderla que horrorizarse, porque
si no la comprendemos no la podemos cambiar para mejor.
Lo ideal sería que a medida que se satisface el mercado
interno (real y potencial), la producción y las exportaciones aumenten, pero no
es el caso porque, cuando sucede lo primero, el incentivo para exportar
disminuye y a eso le sigue una caída de la producción.
Las secuencias temporales donde hay alineación al alza entre
producción, consumo interno y exportaciones no son prueba de lo contrario a lo
que acabo de decir porque esas secuencias se dan luego de crisis muy graves que
deprimen enormemente el consumo interno, luego (o simultáneamente) de las
cuales las exportaciones aparecen como la única salida. Pero a poco de andar y
recuperarse el consumo interno, vuelven los problemas de siempre (aumento de
precios, disminución de los saldos para el mercado interno, etc.). Esto es lo
que sucedió en 2005/6, durante el gobierno de NK. Y volvió a suceder en forma agravada ahora, luego de 4 años de jauja con Macri.
Si es verdad que el ministro Domínguez acordó con los
exportadores una cuota del 22 al 24% del
total de la producción que es lo que se podría exportar, estaremos en un
problema en pocos meses, porque es casi el mismo porcentaje exportado en el año
2005 que llevó a los problemas de precios en 2006, con el agravante que la
población es mayor que en aquella época y los niveles de producción a duras
penas acompañaron el crecimiento vegetativo de la población.
Nuestros dirigentes y funcionarios debieran saber que una
parte del problema nunca puede proveer una solución al mismo.
El derrame no funciona. Exportar y exportar libremente conduce
a lo que condujo en 2005/6 (24% del total producido en tn. de res con hueso se
exportaron) y a lo que condujo ahora (30% del total producido en tn. de res con
hueso se exportaron), porque uno de los problemas que tiene es que el “estómago
de las personas no tiene punto óptimo” (JDP). El 30% exportado en un año equivalen
a casi 1.000 millones de Kg., lo que pudo haber alimentado a casi 20 millones
de personas.
¿Se dan cuenta cuál es el problema?.
Tener un mercado interno en expansión, donde aumente el
consumo de unas 15 millones de personas pobres, no depende de políticas que
incentiven exportaciones (esto es caer en el círculo vicioso de siempre), sino
de políticas diseñadas para la expansión de la producción para el mercado interno
y la construcción de infraestructura sanitaria, educativa, energética o de
transporte. Eso es lo que va a aumentar el empleo y, con ello, la cantidad de
consumidores en el mercado interno. Así se forma el círculo virtuoso.
La capacidad exportadora de la Argentina no debe ser una
premisa de su desarrollo (acá está la trampa) sino que debe ser consecuencia de
su desarrollo.
viernes, 17 de septiembre de 2021
Así hablaba JDP.
“Hay momentos en la vida de una persona en los que debe tomar resoluciones muy importantes para su propia existencia. … que van a durarle 10 o 15 años, o tal vez todo el resto de su vida. No son frecuentes esos momentos, pero cuando llegan es cuando el centro de gravedad de su vida le exige que se resuelva.”
“Los que
llevan a la derrota en las luchas políticas son los grandes errores, aun cuando
los aciertos, aunque numerosos, sean pequeños”.
“Es difícil
que un conductor, que es un hombre hecho para crear, se someta a la necesidad
de esperar la estabilización para no seguir reformando”.
“El
conductor debe poseer una gran iniciativa y una gran capacidad de acción. Uno
de los defectos que más noto en la conducción es que hay mucha gente que
conduce y que no tiene iniciativa; están aferrados a normas fijas. … Los hechos
se desencadenan con una violencia y una rapidez tan grandes que a menudo no hay
tiempo de concebir o analizar los efectos de una realización adversa. Por eso
la iniciativa juega un papel extraordinario. Hay que estar siempre pensando qué
se puede hacer de nuevo, qué cosa va a dar resultado…”
“… en la
conducción se actúa siempre en una nebulosa hasta el momento de la decisión. …
siempre está uno en un tembladeral. El secreto está en saber caminar por ese
tembladeral con una orientación y teniendo un objetivo que no le permita perder
el camino”.
“Algunos dicen que si bien se ha hecho [mucho], hay un poco
de desequilibrio en la economía. Yo pregunto, ¿qué país tiene equilibrada la
economía en este momento? ¿Cómo lo hubieran hecho ellos sin desequilibrar la
economía?. Quizá ahora tengamos un boliche, pero es por nuestra cuenta, que es
muy distinto que trabajar por cuenta de otro. Algunos dicen: `Sí pero no hay dólares` (negritas mías). El que dice
eso, no solamente demuestra que es poco perspicaz, que tiene poco ojo clínico,
sino que además es un poco animal.”
“Les voy a explicar: Cuando terminó la guerra, más de 14.000
industrias nuevas se habían hecho prósperas durante los 5 años de la contienda,
pues no venía ninguna mercadería del extranjero. Si cuando yo me hice cargo del
gobierno hubiera abierto la importación, 7.000 hubieran quebrado porque eran
‘industrias antieconómicas’, antieconómicas en los precios o en los costos de
producción, pero eminentemente económicas en el aporte de trabajo personal.
Pero, ¿cómo podíamos hacer para proteger esas industrias? Había dos maneras:
creando barreras aduaneras –cosa antipática y que este mundo librecambista y
teórico combate en todas partes-, y, no disponiendo de divisas, creando los
permisos de importación para mantener el nivel de los saldos. Entre los dos
sistemas ELEGIMOS EL DE NO TENER DÓLARES (mayúsculas mías), porque cuando dijeron
los importadores ‘vamos a traer 5.000 heladeras eléctricas’, nosotros
contestamos ‘no tenemos dólares’, y las fabricó Siam Di Tella con material y
trabajo argentinos. Con el agregado de que los precios nuestros son ahora más
baratos que los de importación. Y lo dicho lo hago extensivo para 50.000
productos distintos que ahora se fabrican aquí”.
“Y Uds. preguntarán: ¿Cómo se hacen dólares?.”
“Cuando el gobierno tiene el manejo económico, hace la cantidad de dólares que quiere, SI TIENE SUFICIENTE ESTÓMAGO (mayúsculas mías). Imagínense, le bastaría al que controla el comercio, la producción y la exportación, con preguntar: ¿cuántos pares de botines gastan los argentinos por año?- Digamos, 200 millones? Pues bien, desde el año que viene gastan 100 millones y los pagan el doble y al pueblo le hago el cuento de la materia prima cara. … De esa manera saco 100 millones de botines gratis que los comercializo. Y lo mismo con la ropa y la comida. PERO, ¿A COSTA DE QUÉ CONSIGO ESOS DÓLARES? (mayúsculas mías). A costa de la miseria, el hambre y el dolor de nuestro pueblo.”
“Nosotros hemos fijado una orientación distinta, primero queremos que se satisfaga nuestro pueblo y exportamos solo el remanente. SI NO CONSEGUIMOS DÓLARES, PACIENCIA, HAREMOS EN EL PAÍS LO QUE NO PODEMOS TRAER CON LOS DÓLARES QUE NACEN DE LA MISERIA, DEL HAMBRE Y DEL DOLOR DE NUESTRO PUEBLO” (mayúsculas mías).
“En cambio, hay un grave problema de orden internacional.
¿En qué consiste? Uds. lo saben tan bien como yo. Algunos me suelen decir: ¿por
qué no arregla … con los Estados Unidos? Yo les contesto siempre lo mismo: si
se tratara de conversar … pero, ¿es que eso lo vamos a arreglar con palabras?
“… el problema de Perón y el problema del gobierno de Perón
lo resuelvo en dos minutos: LLAMO A UN EMBAJADOR, LO SIENTO A MI LADO, LE DIGO
‘OKEY’ Y TERMINA EL PROBLEMA. PERÓN PASA A SER EL GOBERNANTE MÁS DEMOCRÁTICO
DEL MUNDO Y ESTE PAÍS SE CONVIERTE EN LA DEMOCRACIA MÁS PERFECTA. YA VERÍAMOS
TODO EL ORDEN PUBLICITARIO BATIÉNDONOS PALMAS” (mayúsculas mías).
“Pero ¿QUIÉN PAGARÍA ESO, DESPUÉS? EL PUEBLO … ¿Y CREEN UDS. QUE YO PUEDO BUSCAR UNA SOLUCIÓN PARA MI EMBARCANDO A LA REPÚBLICA …? PREFIERO QUE DIGAN QUE SOY UN CANALLA, UN BANDIDO, UN ASALTANTE … PERO SOLUCIONARÉ EL PROBLEMA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA Y NO EL PROBLEMA DE PERÓN …” (mayúsculas mías).
martes, 14 de septiembre de 2021
Política reactiva - masa reactiva como efecto de la ausencia de liderazgo de conducción.
Me animaría a decir que más o menos 2/3 del electorado vota en modo reactivo, es decir contra algo. Lo que determina su voto es contra una situación y/o contra determinada figura y/o partido y/o sistema de valores.
Estimo que
alrededor de más o menos 3/4 del voto amarillo es contra lo que representa el
peronismo y/o populismo sin ninguna otra consideración. Y alrededor de 1/2 del
voto celeste es contra lo que representa el gorilismo antiperonista y sus
variantes.
Ya tenemos,
entre los dos bandos, casi un 45% de los electores que vota reactivo.
Luego
tenemos alrededor de un 20% que vota contra la situación que vive,
identificando al gobierno como responsable de la situación.
Es decir que
solo 1/3 del electorado más o menos vota conforme a lo que cree correcto en
forma positiva.
Obvio que
esta clasificación no es excluyente. Un voto celeste o amarillo reactivo puede
tener elementos o creencias positivas, pero no son las determinantes.
Estas son
las características actuales de la masa desde el punto de vista de su
comportamiento electoral.
Cuando digo
“masa” me refiero rigurosamente a la definición de JDP para quien en el
agregado que la conforma predomina el sentimiento contra algo, contra lo que
perciben como injusticias. Aquí no juega la causa o la dirección u orientación
hacia objetivos. Para esta última situación JDP reservaba el concepto de
“pueblo”, que es la masa pero, ahora, con sentido de orientación y objetivo.
Cuando los
encuestadores hacen encuestas están interrogando a la masa no al pueblo, puesto
que se trata de categorías cualitativamente distintas aunque los individuos
sean los mismos en ambas categorías.
Debo aclarar
que ni siquiera el 1/3 del electorado que considero vota en forma positiva es
pueblo, puesto que, para que lo sea, es necesario que se deje llevar por el
liderazgo de conducción. JDP define a éste como la capacidad de mover a
sectores muy heterogéneos hacia los mismos objetivos sin necesidad de
uniformizar ideológicamente. La doctrina cumple la función de orientar no de uniformizar.
Dicho
liderazgo no existe desde la muerte de JDP hace casi medio siglo.
Aunque la
figura de CFK, siga siendo el exponente más lúcido de la política argentina, no
es suficiente para lograr los efectos que logra el liderazgo de conducción.
Esta
situación es independiente del resultado de las elecciones. Por más que en
noviembre se logre remontar en todo o en parte el resultado adverso, no cambiará la situación
cualitativa que se caracteriza por la ausencia de liderazgo de conducción, masa
a predominio reactiva, dirigentes políticos que no pueden más que reflejar las
condiciones existentes.
Las
condiciones existentes son como laberintos que construyen los propios hombres,
no son impuestos (aunque lo vivamos como si lo fueran). Todos, de algún modo,
conciente o inconcientemente, en mayor o menor medida, contribuimos a
construirlos y perdernos en su interior.
A veces, es
necesario dar un paso nunca dado anteriormente, para encontrar las verdaderas
soluciones. Eso conlleva cuotas de incertidumbre que hay que saber aguantar
(puesto que se sale de lo habitual), pero es preferible eso a la certidumbre
del fracaso y la derrota no solo electoral sino política, si es que no nos
animamos a hacer algo diferente.
Ese paso que
hay que dar no puede ni debe ser consensuado puesto que si así lo fuera, se
inscribirá inevitable y automáticamente dentro del marco de restricciones que
queremos superar.
La cualidad
de los líderes de conducción es dar ese paso y vislumbrar cómo puede quedar
configurado el tablero como efecto de haberlo dado y tratar de consolidarse en
la nueva realidad así generada. ¿Es una apuesta?. Sí en alguna medida, pero no
es al azar porque el líder de conducción confía en su capacidad de transformar
a la masa en pueblo. Analiza la realidad no desde afuera, como si él mismo
fuera un observador neutral, sino como viéndose a sí mismo en esa realidad con
nuevas prácticas para cambiarla.
Por eso hay
tan pocos líderes de conducción en la historia, porque hay que tener cualidades
personales muy elevadas (sobre todo altas dosis de creatividad) que trascienden
las limitaciones de la mayoría de los individuos (narcisismo, obsesiones de
control, falta de empatía, etc., etc.).
No podemos
seguir dándonos el lujo de racionalizar que no podemos hacer lo que necesitamos
hacer (medidas drásticas a favor del bienestar general) porque va a reaccionar
el núcleo duro de la oposición y se va a la mierda la economía. Sí, obvio que
va a reaccionar. Pero no hay que temer a eso, hay que lidiar con eso, confiando
que una vez dado el acontecimiento que será repudiado por la oposición y que pondrá en marcha
una campaña de socavamiento del gobierno, al mismo tiempo, los efectos
positivos de ese acontecimiento juegan y van realineando el tablero, creando
oportunidades para consolidar al gobierno y neutralizar la campaña en contra.
El problema
es que la mayoría de los referentes políticos del Frente de Todos no confía en esto. Tiene
la certeza de que se perderá el control y caerá el gobierno. Son víctimas de su
propio laberinto.
Prefieren la
certeza de seguir haciendo lo mismo (que lleva al desastre político y electoral)
a enfrentar y aguantar la incertidumbre de hacer algo distinto.
Yo propongo
empezar por la estatización de Vicentín. Hay argumentos de sobra, mucho mayores
a los que tenía JDP cuando expropió La Prensa.
Si se
entiende todo lo precedente, lo que ocurrirá es que habrá problemas con EE.UU.
y la embajada. Se moverán todas las piezas de ese establishment para derrocar
al gobierno. Se contestará con la enorme corrupción de los que dirigieron la
empresa y del juez que entiende en la causa.
Mientras
tanto Vicentín estatizada arreglará inmediatamente con los productores, pagando
la deuda y subsanando la estafa de los anteriores dueños y, empezará
inmediatamente a exportar cereales y oleaginosas. Los dólares que ingresen por
esas exportaciones son de propiedad del Estado contra los cuales se emitirán
pesos para paliar la emergencia económica y social que vive gran parte de la
población argentina.
El uso
inmediato de esos recursos va a cambiar el tablero político y a generar nuevos
realineamientos apoyados por la población receptora de tales recursos. Y habrá
que tratar de consolidarse y enfrentar la campaña de destitución en ese nuevo
tablero político que será consecuencia de los efectos sociales que producirá la
medida de gobierno. En realidad el establishment sobrerreacciona porque esconde
debilidad.
Esto
descolocará al establishment porque su campaña solo se circunscribirá al núcleo
duro, mientras 2/3 de la población se verán beneficiadas por la medida
estatizadora y el uso de los recursos que generará.
Esta medida hay
que prepararla desde ahora, independientemente de las elecciones de noviembre.
El
establishment local depende del global y éste está pasando por una ruptura
interna, lo que nos favorece. La agenda oligárquica global está perdiendo
andamiaje en muchos escenarios mundiales.
De ahora
hasta las elecciones no hay que hablar de Macri ni de la oposición. Por la
naturaleza de la profesión periodística lo reactivo es el 95% de la realidad.
En los medios progres hay que reducir eso al 5%. Si los periodistas progres no
pueden resistir la tentación, deben ser rectificados por los candidatos del
oficialismo.
Hay que dar
directivas para los barrios para comunicarle a la gente las medidas que se van
a tomar en su beneficio, no como promesa sino como hecho. Si esas medidas se
pueden tomar antes de las elecciones mejor.
Creo que en las
PASO todos los que no votaron al oficialismo están en su techo. El único que no
está en su techo es el oficialismo. Hay margen para mejorar.
Estamos como
sociedad y como fuerza política como en las tragedias de Shakespeare: si
seguimos pensando y haciendo lo de costumbre vamos al desastre.
Muchos de
los referentes principales del Frente de Todos no ven las posibilidades
existentes y la potencialidad favorable de la situación por razones emocionales
que los llevan a no poder pensar racionalmente escenarios que ven como
catastróficos y los descartan de plano, solo porque no pueden sostener su
propia incertidumbre subjetiva.
A fin de
cuenta todos vamos a morir (literalmente hablando), más tarde o más temprano, de una forma o de otra.
¿No es mejor con probar hacer el bien antes del final?.
lunes, 30 de agosto de 2021
Afganistán y otra esperanza.
Deberíamos meditar qué significaban las fórmulas de los revolucionarios americanos: todos los seres humanos tienen derecho a la “búsqueda de la felicidad”; todos somos iguales en esto y merecemos las mismas oportunidades. Y no solamente los de hoy, los del futuro también.
¿Queremos o no que todos los seres humanos (los que ya existen y los que están por venir) en este planeta vivan mejor, con salud, educación y con oportunidades de desarrollar sus potencialidades? Los líderes actuales o futuros de cada nación saben qué necesitan sus poblaciones para vivir mejor. Aquí reside el fundamento de la soberanía. Porque solo podemos acceder a lo universal desde lo local o nacional. Las diversas culturas como las diversas religiones son los distintos caminos para llegar a lo mismo. Por eso los sabios tanto en la ciencia como en la religión siempre fueron universales aunque fuertemente imbuidos de su propia cultura local donde nacieron.
¿Quiénes se oponen a que el mundo y su población mejore?. Los oligarcas globalistas que ni siquiera tienen una nacionalidad real (solo nominal) porque forman parte de un imperio. El bienestar de cada pueblo de cada nación no puede ni debe estar supeditado a los dictados y preceptos globales de las oligarquías y sus auxiliares. ¿Vamos a dejar que los oligarcas nos digan cómo tenemos que vivir en cada nación?. ¿Que el planeta es chico y la población es demasiada y no hay recursos para todos?. ¿Que si los hubiera arruinaríamos el medio ambiente?.
Por favor macanas no. No seamos crédulos. Los que dicen eso tienen intereses ocultos, no confesables públicamente. ¿Cómo se puede confiar en gente así?.
Lo que en realidad pasa es que ellos temen que en un mundo dedicado a mejorar las condiciones de vida de toda la humanidad, ellos van a perder influencia, porque ese no es su negocio. Temen perder su poder, privilegios e impunidad.
Toda la población mundial cabe en la Provincia de Buenos Aires sin tocarse. El planeta es chico?. “Te toman por boludo” parafraseando a un conocido periodista.
¿Qué los recursos se acaban? Sí sin duda, se acaban unos y se aprovechan otros cuando se hace un descubrimiento científico del cual se deriva un invento y otra tecnología que aprovecha nuevos recursos o hace más eficientes los viejos. Todo ser humano nace con boca para alimentarse pero también con cerebro para pensar, no es así?.
Ese cerebro para pensar es como un fórmula 1 de carrera. La sociedad, libre de
las influencias oligárquicas, debería organizarse para que haya infraestructura
adecuada para que ese fórmula 1 pueda correr. Si lo usamos en la calle de
empedrado a 20 km x h lo fundimos.
¿Quién dice que hay un límite al crecimiento?. R.: Los oligarcas, privilegiados e impunes que temen que alguna nación (posiblemente China) utilice su conocimiento científico, tecnológico y técnico al servicio de mejorar a la humanidad entera, siendo que los chinos son una porción significativa de la humanidad.
Todos los integrantes de la humanidad pueden vivir mejor con los recursos que hay hoy. Eso no significa que no haya que seguir apostando a mejorar el conocimiento científico y artístico y a producir nuevo conocimiento porque esa es la verdadera fuente de la riqueza. No la “cantidad de trabajo” ni el dinero.
En este sentido, tanto el neoliberalismo capitalista como el marxismo son
absolutamente infantiles desde el punto de vista teórico o conceptual. Es obvio
que los “rendimientos decrecientes” o la disminución del valor se relacionan
con el desgaste de los procesos físicos que dependen de recursos y tecnología
fija. No se relacionan ni con la disminución del “apetito subjetivo” ni con la
disminución “objetiva” de horas de trabajo.
Por ejemplo, si la humanidad, haciendo caso al “consenso de la comunidad científica” -en rigor eso es efecto de la intervención oligárquica en la práctica científica-, se embarcara en la inversión creciente en paneles solares, baterías y molinos de viento, eso los ideólogos del capitalismo lo verían como gran avance y crecimiento respetando el medio ambiente y los del marxismo lo verían como desarrollo de las fuerzas productivas y aumento del capital constante y del valor en general.
Pero, lo que realmente ocurriría es que la cantidad total de población humana disminuiría porque la energía obtenida por esos medios no es lo suficientemente densa para mantener actividades productivas necesarias (tanto industriales como agropecuarias). Por lo tanto, la misma lógica imperante en ese camino, definirá lo que es necesario y lo que no lo es, sin importar el efecto que produzca en términos de disminución de la población mundial.
Y esto es independiente de los ideólogos tanto de un lado como de otro, porque se trata de leyes y principios físicos.
Así como no podemos ahorrarnos esfuerzo y trabajo cortando un bife con un palo para comerlo –porque necesitamos un instrumento filoso como el cuchillo- no vamos a poder vivir con energías tan poco densas, como la solar o eólica. En el instrumento del cuchillo la densidad está en el filo y la fuerza está en la mano que lo agarra. Sin ese filo, la fuerza se desperdicia porque no corta. Cuanto más filo, más se concentra la fuerza y más se ahorra.
Con la mejora de las condiciones de vida de la humanidad sucede cosa parecida. Necesitamos cada vez más “intensidad” para que la fuerza sea eficaz y los trabajos que hay que hacer se puedan hacer con menos esfuerzo, lo que no significa que haya más desocupación, puesto que el ahorro en el trabajo manual se compensa con el intelectual y calificado. Para ello hay que aumentar hasta los 35 años el período de educación de las personas e ir orientando los contenidos en la perspectiva antedicha.
EE.UU. tiene una gran responsabilidad. El día que puedan recuperar su soberanía deben reconvertir el complejo militar industrial que, en lugar de estar al servicio de la geopolítica oligárquica occidental (a predominio angloamericana), debería orientarse al mejoramiento de las capacidades productivas al servicio de los seres humanos.
Los cientos de miles de millones de dólares que se consumen en la geopolítica de guerra se deben convertir en crédito para la investigación científica, la producción de maquinaria y la construcción de nueva infraestructura sanitaria, educativa, de transporte y comunicaciones y de energía. De esta manera se podrán construir y diseñar ciudades nuevas con nuevos materiales y se podrá aumentar la exploración espacial (uso de la Luna y Marte, por ej.).
Ese sería un mundo pensado para los próximos 100 años y para albergar con mejor bienestar a unos 15.000 o 20.000 millones de personas. Obvio que con paneles solares y molinos de viento eso no lo vamos a lograr, más bien lo que vamos a lograr es que la población se reduzca de 8.000 millones a 4.000 millones o menos.
Los oligarcas y sus secuaces en los Estados y gobiernos colonizados por ellos prefieren malgastar los recursos en la geopolítica de guerra. Fíjense los lamentos de los ingleses por la retirada de las tropas de EE.UU. de Afganistán. 20 años de desastre continuo allí, protegiendo la producción de opio, manteniendo latente al islamismo fundamentalista creado por ellos mismos. Miles de millones de dólares a la basura en nombre de la “alta” geopolítica y sus juegos.
Se vuelve a verificar por enésima vez (como sostenía Sócrates) que el mal es estúpido porque se vuelve contra sí mismo. Los desastres que produce contribuyen a su propia desaparición. Obvio que las personas que dirigen (formal e informalmente) el complejo militar industrial estadounidense buscarán otros escenarios para sus juegos geopolíticos, condicionando a esos fines el uso de los recursos. Esto no es difícil de prever porque la fábrica de geopolíticos, aunque amparada por los oligarcas, funciona solita.
Pero en EE.UU. está jugando otro factor que no tiene buena prensa: la presión que ejercen (de modo subyacente) más de 75 millones de personas que votaron la reelección de un candidato que consideran fue sacado del cargo por medio del fraude y que está muy pero muy enojados con las “políticas neoliberales globalistas conservadoras y/o progresistas”, tanto de Bush, como de Obama y su continuador actual Biden.
Es en este marco que hay que entender la decisión de Biden de retirarse de
Afganistán que no es nada más que ejecutar lo que había decidido su predecesor
en el cargo Trump pero al que no le habían hecho caso. De algún modo la presión
interna debe ser aliviada, de lo contrario el gobierno de Biden terminaría en
una catástrofe política y electoral.
Sin embargo, las fuerzas que impulsan la geopolítica de guerra (complejo
militar industrial y servicios de inteligencia geopolítica), la burbuja
financiera y economía verde (oligarcas a predominio financiero) siguen vigentes
y buscarán encausar las cosas de nuevo, presionando a todos los gobiernos que
puedan para que adopten la descarbonización (la que es resistida en India y
China más allá de lo discursivo) a cambio de dinero (lo que significa renunciar
al desarrollo por dinero oportunista) y buscando escenarios viejos o nuevos
para trastornar en función de sus objetivos geopolíticos. Esto lo podremos
apreciar en breve.
No olvidemos nunca que el mundo siempre es una singularidad en el que podemos caer de un lado o del otro, lo que no está determinado de antemano.
Es hora de reflexionar e interrogarse. ¿Queremos seguir vivos sobre este
planeta?. ¿Para qué?. ¿Cuál es la misión?. ¿Para qué estamos?.
Si la vida nos fue dada por una razón, averigüémosla. Seguramente es una buena razón, mucho mejor, infinitamente mejor que las que estamos acostumbrados a recibir del pensamiento oligárquico y su innumerable cantidad de auxiliares concientes o inconcientes.
miércoles, 28 de julio de 2021
Breve balance político-económico de la historia reciente y qué es una economía saludable.
Voy a tratar de ser lo más breve y directo posible. Los que me hayan leído en la blogósfera durante los últimos 14 o 15 años, quizá ya estén familiarizados con las siguientes conclusiones.
Las fases de inserción globalista: dinámica y crisis.
La década del '90 y Menem-Cavallo tuvieron lo que se consideró en aquéllos tiempos "éxito" porque efectivamente hubo un gran ingreso de capitales desde el mundo global hacia la Argentina al compás de la venta de las joyas de la abuela que fueron las privatizaciones de casi todas las empresas del Estado argentino.
Ese proceso escondió uno más oculto: que, en el mediano plazo, la salida de capitales por todo concepto excedió con creces a la entrada. Esto quiere decir que el balance entre entradas y salidas era ampliamente negativo pero no se notaba demasiado, por lo menos al momento de la entrega de Menem del mando a De la Rúa, aunque los nros. de la deuda externa eran alarmantes para muchos pero no tanto para otros muchos.
Por lo tanto, el modelo de inserción de Argentina en la globalización resultó relativamente "exitoso" porque no colapsó durante el mandato de Menem. Algo parecido ocurrió con Martínez de Hoz, quien se fue antes del colapso.
Evidentemente un modelo basado en la transferencia de capitales al exterior, vía pago de servicios de deuda, seguro de cambio gratuito, remisión de utilidades, etc., etc., y que solo era equilibrado muy parcialmente con el ingreso de capitales (especulativos en su mayoría), tenía que terminar necesariamente mal. Lo que prolongó la vida de ese modelo fueron las privatizaciones, sin las cuales dicho modelo hubiera colapsado durante el mandato de Menem. El colapso de ese modelo de inserción globalista fue con De la Rúa y Cavallo en su regreso.
Lo que hay que comprender aquí es que el modelo globalista tuvo una fase de “éxito” y otra de crisis o crack y que una sigue a la otra como el efecto a la causa. No se pueden disociar la fase de éxito y la de crisis. Son las dos caras de lo mismo. Lo que está mal es el modelo de inserción global en sí mismo independientemente de la fase en que está. No es que el modelo es bueno mientras tenga “éxito” y es malo cuando no lo tiene. Sino que el modelo es malo en sí mismo, tenga o no éxito. Es como decir “hipoteco mi casa y tengo los bolsillos llenos de plata y me dedico a consumir y tengo éxito porque compré una Ferrari”. No hno. no tenés éxito, te vas a quedar sin casa, sin plata y sin auto.
Entonces, lo máximo que podemos decir es que en el modelo de
inserción globalista (llamémosle modelo A) que el compañero Menem decidió avalar tuvimos, una fase de:
1) Euforia (como en el caso del adicto, no éxito, 1991-1997 con bajones en ’94, ’98 y ‘99).
2) La pos euforia, crack y crisis (2000, 2001 y 2002).
Ahora bien, el momento 2) ya es un momento que supone una lógica política distinta, puesto que hay que administrar la crisis que produjo la inserción globalista, mientras se sigue viviendo bajo los efectos de esa inserción.
Aquí se abren 2 posibilidades:
a) se administra con la finalidad de volver a 1);
b) se administran las consecuencias del fracaso de 2 a), aunque esté muy poco claro hacia dónde ir.
A mi entender, la vuelta de Cavallo (con el aval de la Alianza) hacia el final de De la Rúa fue el intento 2 a), el cual fracasó tanto por las resistencias internas como por no comprender los cambios que se estaban dando en el proceso global de crisis, de la que la propia crisis en Argentina era una de las oleadas.
Asimismo, la devaluación de Duhalde-Remes (y del mercado) fue un intento 2 b) que fracasó porque se le hizo pagar a los asalariados la salida de la convertibilidad, lo que generó grandes resistencias internas.
Esa salida devaluatoria no gozó de mala prensa en su momento por el enorme daño que 1), 2) y 2) a) habían provocado, con lo que el daño mismo de la devaluación fue disimulado y desestimado.
Un estudio que había hecho en aquellas épocas me dio como resultado que la salida devaluatoria por sí misma aumentó la pobreza alrededor de un 12% durante el año 2002, con un ritmo de aumento alto durante el primer cuatrimestre de ese año y, luego, menguando el ritmo el segundo y último cuatrimestre.
Este resultado se dio así porque la vuelta del aumento del empleo (por la reactivación cuando llega Lavagna) no podía contrarrestar el impacto inflacionario sobre las canastas básicas de alimentos, las cuales aumentaron muchísimo más que el promedio inflacionario de aquel año. Por lo tanto, la tesis de los economistas de que el “pasaje a precios” de la devaluación de enero de 2002 fue reducido estaba muy equivocada respecto al comportamiento de precios de las canastas básicas. Había en aquel tiempo un consenso de economistas que negaba los efectos sociales perniciosos de la devaluación misma, atribuyendo todos los males al modelo de la convertibilidad.
A esta altura de la historia podemos decir sin ningún
problema que el plan de Adolfo Rodríguez Saá de dejar morir sola a la
convertibilidad mientras circula una nueva moneda era mucho más favorable a los
trabajadores y sectores populares porque hubiera evitado los daños que en el
poder adquisitivo de los salarios produjo la devaluación. Recordemos que el
compañero Duhalde le hizo el vacío al compañero Rodríguez Saá, por lo cual éste
tuvo que renunciar.
El fracaso de 2 b) condujo a NK.
¿Qué realmente ocurrió en los años de NK y el primer mandato de CFK?.
Aquí surge otro momento que también supone una lógica política distinta puesto que habiéndose definido el fracaso del modelo A) 1), 2) y 2 a), hay que definir hacia dónde se quiere ir, no se puede permanecer indefinidamente en 2 b), esto es la administración indefinida de las consecuencias de las fases anteriores.
Pienso que, a esta altura de la historia, puede decirse que con NK se abrió una transición caracterizada por reparar los daños causados por los momentos anteriores con el aprovechamiento de una particular situación de aumento de precios de los exportables argentinos determinada por el proceso de crisis global, lo que permitió al Estado acumular más renta internacional por vía de retenciones.
La crisis convertible y la salida devaluatoria habían bajado mucho los ingresos medidos en U$S de los asalariados y de la población en general, lo que significaba que los costos en dólares bajaron sustancialmente. Asimismo, el uso de la capacidad instalada en la industria también había bajado sustancialmente. Es decir, había márgenes amplios para aumentar tanto los costos en dólares que estaban superdeprimidos como el uso de la capacidad instalada industrial que estaba funcionando en un nivel bajísimo por la recesión. Esto implicaba que podía reactivarse la economía sin mayores inversiones de capital y aumentar los salarios sin afectar la ganancia de los empresarios porque el salario estaba muy deprimido medido en dólares.
Mientras tanto las importaciones bajaban y la balanza comercial mejoraba y se empezaba a formar, por los factores anteriores más el hecho de la moratoria de la deuda externa (no salían dólares en ese concepto), un superávit fiscal, además del comercial.
Tales factores más la mejora en los precios de los exportables argentinos -commodities que aumentaron su precio por factores de la lógica monetaria y financiera global no controlados por Argentina- coadyuvaron a facilitar esa tarea reparadora y restauradora desde el punto de vista social.
Sin embargo, en aquellos días de Néstor Kirchner y, luego, durante el primer mandato de Cristina, no eran vistas las cosas de esta manera. En efecto, se formó, entre economistas y políticos, una suerte de consenso que desembocó en un dogmatismo que "fetichizaba" el superávit fiscal y comercial y el "tipo de cambio real alto y competitivo" (dólar caro) como pomposamente lo llamaban los economistas "heterodoxos", al que le atribuían todas las bondades habidas y por haber.
Lamentablemente, la antinomia progresista vs. neoliberal o izquierda vs. derecha, se trasladó al debate económico bajo la forma de heterodoxia vs. ortodoxia. Cuando se profundiza en el análisis, generalmente se descubre que esas contradicciones se basan más en lo aparente y superficial que en cosas más profundas.
Mi posición en aquellos tiempos fue bastante crítica a ese tipo de conceptualización puesto que no se debía confundir una tarea de restauración, control de daños y reparación social con la distribución progresiva del ingreso, el crecimiento del mercado interno y el trabajo nacional. Tuve muchas discusiones con economistas ortodoxos y heterodoxos y militantes jóvenes y no tan jóvenes, pero la "grieta" y los fanatismos propios de la dinámica política no contribuía demasiado a que se pudieran clarificar dichas cuestiones.
Mi crítica se centró fundamentalmente en que el llamado "crecimiento económico" que se estaba logrando se basaba en los efectos multiplicadores (a nivel interno) de las exportaciones y, en menor medida, en la renta captada por el Estado (las retenciones al agro) que permitía subsidiar y direccionar recursos a ciertos renglones de infraestructura. Pero eso, a la luz de antecedentes históricos probados, no era lo mismo que redistribución del ingreso, fortaleza del mercado interno y del trabajo nacional.
Este impulso fue efectivo sobre todo durante los años 2003, 2004 y 2005. En 2006 ya se estaban empezando a sentir las limitaciones a medida que los costos salariales medidos en dólares aumentaban y el nivel de actividad económica demandaba más importaciones con el consecuente impacto en la disminución del saldo positivo de la balanza comercial.
Luego del advenimiento de la crisis global de 2007/8, producto de la crisis hipotecaria en EE.UU. ("subprime"), se estaban dando las condiciones para repensar muchas cosas.
Las aguas se dividieron entre los que pensaban, por un lado, que había que recuperar el "círculo virtuoso" de los orígenes, volviendo al superávit comercial y el tipo de cambio real alto y competitivo y las exportaciones y, por otro lado, los que pensaban que reeditar tal secuencia implicaba un nuevo saqueo a los costos de reproducción de los asalariados y el pueblo en general.
No quedaba más remedio que probar otro camino.
Segundo mandato de CFK. Hacia el viraje estratégico de la concepción y de la acción.
Cristina, una vez plebiscitada por el 54% de los votos, empieza a profundizar y ampliar su marco teórico de análisis de la situación mundial y local. Para variar, fue la primera y casi única de la clase política en darse cuenta de las dificultades del proceso global y que no se podía volver a la fase previa sin causar penurias a los trabajadores y perjudicar el proceso de inclusión social.
Más allá de las pifias en la designación de algunos funcionarios, Cristina empezó a darse cuenta que la situación monetaria y financiera mundial era muy frágil y que en Argentina debía empezar a revalorizarse el concepto de soberanía nacional. Se dio cuenta que, de algún modo, había que articular las nociones propias del progresismo con la de la soberanía, puesto que, en el marco de un proceso de crisis global, solo son esperables que vengan problemas de afuera. Aumentando los márgenes de autonomía nacional podía empezarse a encarar algunas de las soluciones a los problemas argentinos.
La tarea de Cristina era muchísimo más difícil tanto en relación a la de su propio primer mandato como a la de su marido que le precedió, puesto que, ahora, ya no se trataba de hacer recircular la riqueza para reparar daños sociales previos. Se trataba de cómo producir riqueza y distribuirla. Acá ya estamos en un nivel cualitativamente superior que requiere capacidades y competencias también bastante superiores.
En esta etapa, Cristina ya era plenamente conciente de que, para consolidar una verdadera "inclusión social", debía empezar a conformar las instituciones de un Estado Nacional (soberano), en el que el sistema monetario y financiero y el comercio exterior debían subordinarse a ese objetivo. De allí la reforma de la Carta Orgánica del BCRA y la preocupación por el seguimiento y control del comercio exterior.
Que ya no alcanzaba con llevar agua de un molino a otro, sino de que se trataba de definir el perfil productivo de la Argentina y de implementar políticas concretas para lograrlo.
Y, más allá de la mayor o menor fortuna a nivel de las realizaciones concretas, una de las cosas fundamentales que deja su legado es el reconocimiento del papel que tiene la ciencia y la tecnología en el desarrollo de la industria y que hay que lograr articulaciones entre esos sectores.
Hacia una noción de "excedente económico saludable".
Hace pocos días se le preguntó al actual presidente de la República Alberto Fernández si el peronismo no se debía un debate sobre cómo generar riqueza, porque sobre cómo distribuirla ya había sobradas muestras de su competencia y capacidad a lo largo de la historia. El Presidente contestó que no, que los peronistas tenían bastante clara esa discusión porque nadie ponía en cuestión el objetivo de la industrialización y de la creación de empleos productivos.
A mi juicio, el Presidente subestimó o no captó la profundidad del planteo de su interlocutor, puesto que en la Argentina pueden lograrse esos objetivos con mecanismos de "redistribución de ingresos" o "reasignación o transferencias de recursos", no necesariamente generando nueva riqueza.
Siendo rigurosos, que se abra una fábrica y que contrate trabajadores, por ej., no significa necesariamente que se ha creado riqueza nueva ya que eso puede ser producto de subsidios que direcciona el Estado cuya fuente pueden ser, por ej., las retenciones provenientes del comercio exterior. La riqueza es la misma, lo que sucede es que se aplica a finalidades diferentes.
Por ejemplo, no es lo mismo que ganancias de los exportadores de soja terminen fuera del país o en especulación en el mercado inmobiliario o la construcción de edificios de departamentos para clase media pudiente, en comparación con que una parte de esa renta sea captada por el Estado y éste favorezca el surgimiento de industrias y el aumento del empleo calificado.
Es obvio que es preferible esta última opción, pero eso no hace que la sociedad disponga de más riqueza.
Esta discusión se relaciona con lo que es más eficiente con la riqueza que ya tenemos pero no con cómo se crea riqueza nueva. En muchas ocasiones señalé esto en diversas discusiones en la blogósfera.
Creo que CFK sabe de estas sutilezas, mucho mejor que no pocos economistas. Por eso, en su último mandato de gobierno, prefirió lidiar con los problemas del "estancamiento" y/o el bajo crecimiento pero manteniendo el nivel de consumo de los sectores populares sin afectar. De última, esto es lo que condujo a Cristina a tener que soportar las tremendas presiones que provenían del establishment a medida que éste percibía los riesgos que para ellos implicaba en el mantenimiento de sus tasas de ganancias y, también, condujo a la campaña sucia de satanización en su contra y la de algunos de sus funcionarios.
Al contrario de lo que cree el Presidente AF, los peronistas nos debemos un debate acerca de cómo generar riqueza, qué papel juega en ello la ciencia, la tecnología y la técnica y qué medidas debe adoptar el Estado para articularlas con la empresa industrial.
Si nuestros objetivos son el mejoramiento de las características sociodemográficas de la población, la mejora de sus condiciones materiales y espirituales, el bienestar general y la justicia social, debemos mejorar nuestro conocimiento económico y social.
Pensar en cosas como la diferencia entre inversión monetaria o financiera e "inversión física" o entre excedente económico y "excedente saludable", entre "productividad" y "productividad física".
Claramente debemos proscribir de la definición de excedente económico el que se obtenga saqueando costos de reproducción de las clases sociales (cualesquiera sean). Esto hay que definirlo como "pseudoexcedente".
En contraposición, el "excedente saludable" es el que se obtiene "sin quitar energía al sistema", sin que otro tenga que disminuir sus costos de reproducción.
El aumento de la productividad no es ganar más dinero por unidad de tiempo, ni siquiera producir más por unidad de tiempo y, mucho menos, dejar a la gente sin trabajo. El aumento de la productividad es crear, inventar, hacer descubrimientos que llevan a ahorrar trabajo manual y aumentar el intelectual y calificado. Por supuesto esto tiene que estar planificado por el Estado.
A medida que aumenta el trabajo intelectual, hay que aumentar el período de educación de las personas. Quizá deba aumentar hasta los 30 años, porque la mano de obra calificada va a ser cada vez mayor en comparación con la manual.
Tanto en la humanidad como en la Argentina hay millones de cosas por hacer, mejorar el transporte terrestre (FF.CC. de levitación electromagnética), construir más reactores nucleares, investigar más en fusión, aumentar la exploración espacial, construir infraestructura sanitaria y educativa, mejorar la gestión hídrica, aumentar la producción y la calidad de los alimentos humanos, etc., etc., etc.
Si se encararan todas las cosas que son necesarias de hacer para mejorar la vida de los seres humanos, no alcanzarían los ingenieros, científicos, tecnólogos, técnicos y artistas que ahora existen, se necesitarían muchísimos más.
"Gobernar es poblar" y "crear trabajo" y, para eso, debemos tener ideas de qué hacer, cómo y para qué.
Termino con un dicho que leí, no sé de que autor, lo dijo una vez el que fuera Almirante de la marina de EE.UU. Hyman Rickover:
"Las mentes más grandes discuten ideas, las mentes promedio discuten eventos y las mentes pequeñas discuten personas".