martes, 14 de septiembre de 2021

Política reactiva - masa reactiva como efecto de la ausencia de liderazgo de conducción.

Me animaría a decir que más o menos 2/3 del electorado vota en modo reactivo, es decir contra algo. Lo que determina su voto es contra una situación y/o contra determinada figura y/o partido y/o sistema de valores.

Estimo que alrededor de más o menos 3/4 del voto amarillo es contra lo que representa el peronismo y/o populismo sin ninguna otra consideración. Y alrededor de 1/2 del voto celeste es contra lo que representa el gorilismo antiperonista y sus variantes.

Ya tenemos, entre los dos bandos, casi un 45% de los electores que vota reactivo.

Luego tenemos alrededor de un 20% que vota contra la situación que vive, identificando al gobierno como responsable de la situación.

Es decir que solo 1/3 del electorado más o menos vota conforme a lo que cree correcto en forma positiva.

Obvio que esta clasificación no es excluyente. Un voto celeste o amarillo reactivo puede tener elementos o creencias positivas, pero no son las determinantes.

Estas son las características actuales de la masa desde el punto de vista de su comportamiento electoral.

Cuando digo “masa” me refiero rigurosamente a la definición de JDP para quien en el agregado que la conforma predomina el sentimiento contra algo, contra lo que perciben como injusticias. Aquí no juega la causa o la dirección u orientación hacia objetivos. Para esta última situación JDP reservaba el concepto de “pueblo”, que es la masa pero, ahora, con sentido de orientación y objetivo.

Cuando los encuestadores hacen encuestas están interrogando a la masa no al pueblo, puesto que se trata de categorías cualitativamente distintas aunque los individuos sean los mismos en ambas categorías.

Debo aclarar que ni siquiera el 1/3 del electorado que considero vota en forma positiva es pueblo, puesto que, para que lo sea, es necesario que se deje llevar por el liderazgo de conducción. JDP define a éste como la capacidad de mover a sectores muy heterogéneos hacia los mismos objetivos sin necesidad de uniformizar ideológicamente. La doctrina cumple la función de orientar no de uniformizar.

Dicho liderazgo no existe desde la muerte de JDP hace casi medio siglo.

Aunque la figura de CFK, siga siendo el exponente más lúcido de la política argentina, no es suficiente para lograr los efectos que logra el liderazgo de conducción.

Esta situación es independiente del resultado de las elecciones. Por más que en noviembre se logre remontar en todo o en parte el resultado adverso, no cambiará la situación cualitativa que se caracteriza por la ausencia de liderazgo de conducción, masa a predominio reactiva, dirigentes políticos que no pueden más que reflejar las condiciones existentes.

Las condiciones existentes son como laberintos que construyen los propios hombres, no son impuestos (aunque lo vivamos como si lo fueran). Todos, de algún modo, conciente o inconcientemente, en mayor o menor medida, contribuimos a construirlos y perdernos en su interior.

A veces, es necesario dar un paso nunca dado anteriormente, para encontrar las verdaderas soluciones. Eso conlleva cuotas de incertidumbre que hay que saber aguantar (puesto que se sale de lo habitual), pero es preferible eso a la certidumbre del fracaso y la derrota no solo electoral sino política, si es que no nos animamos a hacer algo diferente.

Ese paso que hay que dar no puede ni debe ser consensuado puesto que si así lo fuera, se inscribirá inevitable y automáticamente dentro del marco de restricciones que queremos superar.

La cualidad de los líderes de conducción es dar ese paso y vislumbrar cómo puede quedar configurado el tablero como efecto de haberlo dado y tratar de consolidarse en la nueva realidad así generada. ¿Es una apuesta?. Sí en alguna medida, pero no es al azar porque el líder de conducción confía en su capacidad de transformar a la masa en pueblo. Analiza la realidad no desde afuera, como si él mismo fuera un observador neutral, sino como viéndose a sí mismo en esa realidad con nuevas prácticas para cambiarla.

Por eso hay tan pocos líderes de conducción en la historia, porque hay que tener cualidades personales muy elevadas (sobre todo altas dosis de creatividad) que trascienden las limitaciones de la mayoría de los individuos (narcisismo, obsesiones de control, falta de empatía, etc., etc.).

No podemos seguir dándonos el lujo de racionalizar que no podemos hacer lo que necesitamos hacer (medidas drásticas a favor del bienestar general) porque va a reaccionar el núcleo duro de la oposición y se va a la mierda la economía. Sí, obvio que va a reaccionar. Pero no hay que temer a eso, hay que lidiar con eso, confiando que una vez dado el acontecimiento que será repudiado por la oposición y que pondrá en marcha una campaña de socavamiento del gobierno, al mismo tiempo, los efectos positivos de ese acontecimiento juegan y van realineando el tablero, creando oportunidades para consolidar al gobierno y neutralizar la campaña en contra.

El problema es que la mayoría de los referentes políticos del Frente de Todos no confía en esto. Tiene la certeza de que se perderá el control y caerá el gobierno. Son víctimas de su propio laberinto.

Prefieren la certeza de seguir haciendo lo mismo (que lleva al desastre político y electoral) a enfrentar y aguantar la incertidumbre de hacer algo distinto.

Yo propongo empezar por la estatización de Vicentín. Hay argumentos de sobra, mucho mayores a los que tenía JDP cuando expropió La Prensa.

Si se entiende todo lo precedente, lo que ocurrirá es que habrá problemas con EE.UU. y la embajada. Se moverán todas las piezas de ese establishment para derrocar al gobierno. Se contestará con la enorme corrupción de los que dirigieron la empresa y del juez que entiende en la causa.

Mientras tanto Vicentín estatizada arreglará inmediatamente con los productores, pagando la deuda y subsanando la estafa de los anteriores dueños y, empezará inmediatamente a exportar cereales y oleaginosas. Los dólares que ingresen por esas exportaciones son de propiedad del Estado contra los cuales se emitirán pesos para paliar la emergencia económica y social que vive gran parte de la población argentina.

El uso inmediato de esos recursos va a cambiar el tablero político y a generar nuevos realineamientos apoyados por la población receptora de tales recursos. Y habrá que tratar de consolidarse y enfrentar la campaña de destitución en ese nuevo tablero político que será consecuencia de los efectos sociales que producirá la medida de gobierno. En realidad el establishment sobrerreacciona porque esconde debilidad.

Esto descolocará al establishment porque su campaña solo se circunscribirá al núcleo duro, mientras 2/3 de la población se verán beneficiadas por la medida estatizadora y el uso de los recursos que generará.

Esta medida hay que prepararla desde ahora, independientemente de las elecciones de noviembre.

El establishment local depende del global y éste está pasando por una ruptura interna, lo que nos favorece. La agenda oligárquica global está perdiendo andamiaje en muchos escenarios mundiales.

De ahora hasta las elecciones no hay que hablar de Macri ni de la oposición. Por la naturaleza de la profesión periodística lo reactivo es el 95% de la realidad. En los medios progres hay que reducir eso al 5%. Si los periodistas progres no pueden resistir la tentación, deben ser rectificados por los candidatos del oficialismo.

Hay que dar directivas para los barrios para comunicarle a la gente las medidas que se van a tomar en su beneficio, no como promesa sino como hecho. Si esas medidas se pueden tomar antes de las elecciones mejor.

Creo que en las PASO todos los que no votaron al oficialismo están en su techo. El único que no está en su techo es el oficialismo. Hay margen para mejorar.

Estamos como sociedad y como fuerza política como en las tragedias de Shakespeare: si seguimos pensando y haciendo lo de costumbre vamos al desastre.

Muchos de los referentes principales del Frente de Todos no ven las posibilidades existentes y la potencialidad favorable de la situación por razones emocionales que los llevan a no poder pensar racionalmente escenarios que ven como catastróficos y los descartan de plano, solo porque no pueden sostener su propia incertidumbre subjetiva.

A fin de cuenta todos vamos a morir (literalmente hablando), más tarde o más temprano, de una forma o de otra. ¿No es mejor con probar hacer el bien antes del final?.

 

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