lunes, 17 de julio de 2023

Acerca de la “confrontación”.

Ver aquí desde 9:35 en adelante:

 

Fede Vázquez intenta transmitir de mil maneras algo pero no puede, no logra rematar del todo la idea.

Y, en el fondo, se trata de algo simple, aunque luego de entender su complejidad.

Empecemos de la siguiente manera.

Cuando JDP decía que toda lucha (sea política, económica, militar, etc.) es una voluntad que mueve a una masa que se opone a otra voluntad que mueve a otra masa y que lo único que las distingue es la dirección en que se mueven, estaba diciendo que no se distinguen ni por la voluntad ni por las masas. En eso hay identidad. Solo se diferencian por hacia dónde van.

Para simplificar, digamos que existen 2 voluntades:

1) la oligárquica global; y

2) la nacional-popular.

La voluntad 1) mueve una masa en dirección al Imperio. Y la voluntad 2) la mueve en dirección al Estado Nacional soberano.

Se podría decir que la voluntad 1) tiene una jefatura que depende del extranjero, mientras que la voluntad 2) tiene liderazgo de conducción (por ej., JDP) o liderazgo de conjunto (por ej. CFK).

En la medida que 2) tiene éxito, transforma la masa en pueblo. En la medida que 1) tiene éxito, es al revés, el pueblo vuelve a ser masa, lo que ocurre, generalmente, cuando el líder desaparece.

Recordar que la masa se diferencia del pueblo. La primera es reactiva, en contra de las consecuencias de la injusticia, no hay liderazgo ni doctrina. El segundo es propositivo, a favor de un líder y su orientación, sí hay doctrina.

Es muy importante entender que la voluntad 2) va en una dirección que es una construcción. ¿Qué se construye?: la soberanía nacional para que se puedan hacer obras de justicia social, lo que significa que el gobierno intenta que el Estado tome decisiones por sí, por el pueblo, libre de la influencia oligárquica (no solo de otros países).

La condición de esta construcción no es, como suele creerse, la confrontación con la voluntad 1) (como tiende a creer el candidato de UP Grabois). La condición es el liderazgo y la voluntad moviendo a las masas hacia la causa de la soberanía nacional. Esta es una causa positiva, no es contra nadie, es a favor de la Nación que es lo mismo que decir que es a favor de su pueblo, incluso a favor de las masas que mueve la voluntad 1).

Cuando JDP creó el IAPI o nacionalizó los depósitos del BCRA, por ej., no lo hizo para confrontar con nadie, ejecutó uno de los tantos medios de realizar el principio de afirmación nacional soberana que es el control del comercio exterior o el sistema financiero en su calidad de resortes fundamentales.

La consecuencia de eso es que habrá poderes que lo van a confrontar, lo que no significa que 2) tuvo que confrontar con los poderes de 1) para realizar eso. 2) Tuvo que ejercer el liderazgo, ganar voluntades, acumular poder en esa dirección y pasar a la realización (no se quedó solo en la concepción). Como consecuencia de eso los poderes 1) lo confrontan.

La confrontación es un efecto (no querido aunque asumido) del liderazgo de conducción en la práctica social y adopta la forma de demarcaciones ideológicas. No es que el liderazgo se propone confrontar, solo se propone ejecutar lo que concibe construir. Como consecuencia lo confronta la voluntad 1). Uno se puede pasar toda la vida confrontando y desafiando al poder sin tener la capacidad de liderazgo ni de ejecutar concepción alguna.

Esto no es semántica, es algo sutil pero muy decisivo.

La independencia económica y la soberanía política, que son las condiciones necesarias para que haya justicia social, son causas positivas, que hay que construir tanto en la concepción como en la acción, no es algo que se le quita a alguien, más bien es al revés, es algo que tiene como efecto que haya más bienes materiales y espirituales para más gente, sin que eso signifique menos para nadie.

La voluntad contraria 1) no es que tiene algo que haya que quitarle para que nuestra voluntad se pueda materializar. No. No es así. Ellos no tienen nada que nos sirva a nosotros.

La construcción de la obra de justicia social depende enteramente de nosotros, de nuestras virtudes, nuestras ideas, nuestra capacidad de darnos líderes de conducción o de conjunto. No depende de quitarle algo a alguien.

Se me podrá objetar, siguiendo la propia lógica de mis propuestas teóricas, que ellos (la voluntad 1) tiene los resortes y recursos fundamentales y que nosotros (la voluntad 2) no los tenemos.

Es correcto.

Sin embargo, la soberanía no es solo un cambio de manos o una inversión de lugares, es la construcción de un Estado Nacional por medio del liderazgo de conducción para que se pueda ejecutar una concepción cuyo efecto es el mejoramiento de las condiciones materiales y espirituales de las personas y familias que constituyen la nación. El cambio de manos es más bien una consecuencia de esa construcción.

Eso puede conducir a la disminución del control oligárquico, pero eso no significa que las masas que la voluntad oligárquica logra mover empeoren sus condiciones de vida ni que las logra mover por ese motivo.

Por ejemplo, si no hubiera existido la experiencia peronista, la clase media argentina sería una franja de la sociedad mucho menor. Sin embargo, fue en gran parte de esas clases medias donde anidó fuertemente el sentimiento antiperonista.

Llegamos, así, al punto en el que tomamos conciencia de que el único fundamento de lo colectivo, de la sociedad toda, del país, reside en nuestra causa, no en la de ellos. La tarea de tener un país, una sociedad, es enteramente nuestra, porque somos los únicos, en tanto voluntad colectiva 2, que no necesitamos negar a nadie, porque lo que queremos construir es para todos, incluso para los que nos detestan.

No podemos dejar afuera a nadie porque nos lo impide el mismo principio de bienestar general y justicia social que queremos realizar.

Esto hay que entenderlo racionalmente, lo más despojado de las emociones dentro de lo posible. Nosotros queremos construir la casa común a todos, aún para aquellos que les tiran piedras a los constructores.

Construir el país, lo colectivo, la nación soberana es el único juego que se puede jugar aunque uno de los jugadores no quiera. En todos los demás juegos, se requiere necesariamente que los jugadores quieran jugar y respetar las reglas de ese juego.

Para construir una nación soberana no hace falta ese requisito. Con el liderazgo de conducción y el suficiente arte, inteligencia, habilidad y astucia, se puede lograr que arranque la construcción del Estado Nacional soberano aunque haya mucha gente que se oponga, no a la idea, sino, más bien, al que conduce la idea.

Si cedemos a la tentación de la simetría (“nosotros” o “ellos”, “ellos o nosotros”), terminaremos pareciéndonos a ellos. Y no habrá diferencia.

Lo más importante no es que nosotros tenemos “nuestra ideología”, “nuestras convicciones”, mejores que las de ellos. Ellos pueden pensar lo mismo pero al revés.

Nosotros seguimos principios y a líderes de conducción que los encarnan para que puedan realizarse en beneficio de todos.

Si tenemos la suficiente inteligencia para darnos cuenta de que necesitamos una nación que nos cobije a todos, entonces debemos saber que lo tenemos que hacer, también, para los que no se dan cuenta de eso, incluso para los que nos combaten, cualquiera sea la razón.

Si no pensamos así, esa nación nunca la vamos a tener. Podrá predominar una facción u otra, pero la nación nunca la vamos a tener.

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