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Hay una “visión” implícita (a veces explícita) bastante extendida entre diversos analistas e intelectuales según la cual las cuestiones sociales, nacionales y/o internacionales son de carácter extremadamente complejo en razón de que intervienen multitud de actores individuales y/o de clase y/o nacionales e internacionales, cada uno con sus propias motivaciones, que conforman una madeja de intereses, a veces cruzados, imposible de deshacer para su clarificación.
Se trataría de una interacción confusa de intereses y propósitos entre los agentes, en la cual existe una sola certeza: cada quien defiende y propugna sus propios intereses, como si éstos fueran autoevidentes por sí mismos.
“Los dichos, acciones y pensamientos de fulano responden a la razón X.”
“Los dichos, acciones y pensamientos de mengano responden a la razón Y.”
“X y Y se contraponen”.
Como si no existiera nada “por fuera” de las interacciones mecánicas entre ambos elementos. Como si las interacciones y los elementos existieran en un “vacío de laboratorio”.
Pero la realidad no es así, ni en la ciencia física ni en la política. Los elementos no se relacionan “primero” con los otros elementos, sino con el todo que los “sitúa”. Es obvio que esto no es “autoevidente”, es algo más profundo.
Cuando 2 propósitos se contraponen eso no ocupa exhaustivamente todo el campo de fuerzas. ¿Por qué?. Porque hay que buscar el “propósito del propósito” o la “razón de la razón”. Las contradicciones existen siempre dentro de un movimiento que las subsume, aunque los elementos que se contradicen ni noticias tengan de ese movimiento.
Lo que vengo denominando persistentemente “geopolítica oligárquica” es como el gas metano sin mercaptano que es el químico que se usa para darle olor al gas que es inodoro e incoloro en su estado natural. Es decir que la geopolítica oligárquica te mata sin que te des cuenta.
¿Y cómo lo hace?. Muy sencillo: manipula las contradicciones que encuentra y, si no las encuentra, las fabrica y, luego, las manipula. Cuando alguien descubre el juego le llaman “teórico de la conspiración”. ¿Quién querría ser acusado de esto?!.
Si alguien quiere saber cómo llegó la Franja de Gaza a convertirse en el campo de concentración más grande del mundo en los últimos 15 años, debe empezar a estudiar historia desde el último tercio del siglo XVIII.
Pero no la historia académica, sino la historia guiada por interrogantes correctos: ¿cuándo el imperio británico empezó a operar como tal?; ¿qué técnicas diplomáticas, políticas, militares, económicas y de servicios secretos usó para dividir y dominar en Medio Oriente?; ¿qué consecuencias tuvo eso?; ¿cómo el imperio británico lidió con esas consecuencias?; ¿qué técnicas usa para salvar las apariencias?; ¿cómo son sus operaciones ideológicas para escribir la historia?; etc., etc. Estas son el tipo de preguntas correctas para entender qué tenemos hoy en Palestina.
El mismo tipo de interrogantes se aplican al escenario Ucrania-Rusia y al de China-Taiwan y a todos los que surjan en el futuro mediato o inmediato: Irán, Siria, Corea del Norte, etc., etc.
Todas las manipulaciones habidas y por haber se basan en explotar las creencias de los individuos, sean éstas nacionales, internacionales, ideológicas, religiosas, etc., etc. Por eso es fácil radicalizar o “derechizar”, porque creer no es lo mismo que saber. Las creencias están plagadas de prejuicios, salvo cuando se convierten en hipótesis o ideas que pueden ser descartadas por refutación o adoptadas por corroboración. Por lo general esto último ocurre muy poco.
Como se ve, entender la realidad es muy difícil, porque nada es lo que parece y todo lo que vemos en forma espontánea es la punta de icebergs. No vemos todo lo que está debajo del agua.
Pero la única manera de entenderla no es adoptando creencias (no importa si son de derecha o izquierda), es generando hipótesis, creando ideas según las inclinaciones subjetivas de cada quien.
Repetir una verdad no es verdadero. Verdadero es el descubrimiento de alguien. Lo que extiende la verdad son los descubrimientos de los individuos. Cuanto más descubridores haya más fuerte se hace lo colectivo porque se pueden esquivar las trampas y los callejones sin salida.
Cuánto más gente se avive de que no hay que “pisar el palito”, más fácil es formar la voluntad colectiva en una dirección u orientación, la que más favorezca a los intereses y necesidades de la población.
El imperialismo hace rato que está envuelto en un proceso de desintegración sistémico y sus soportes -oligarcas y clases dominadas por ellos- querrán arrastrar a todos antes del final. Por más debilidad estratégica que tengan son muy peligrosos por esta razón.
La crisis monetaria y financiera, económica y geopolítica son todas caras de la misma moneda.
Argentina no debe ni tiene que ser la futura Ucrania, Israel o Taiwán. Si nos dejamos arrastrar ocurrirá eso. Si no nos dejamos arrastrar tenemos la oportunidad de un renacimiento maravilloso.
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