domingo, 16 de abril de 2023

CFK tiene unos 50 días de tiempo para salvar a la patria (de las garras de la bestia herida que es el Imperio angloamericano).

El 75% de la humanidad tiene gobiernos que ya no solo no creen en las directivas u órdenes provenientes del mundo noroccidental angloamericano sino que se rebelan en su contra.

Casi toda África, gran parte de Asia e Iberoamérica están a favor del desarrollo económico con la ayuda de China y consideran que Rusia se defiende de una trampa geopolítica a 450 Km de su capital Moscú.

A esto se agrega que el sistema monetario y financiero mundial regido por el Occidente angloamericano sigue en un proceso de crisis de desintegración cada vez más avanzada.

El 75% de la humanidad percibe de un modo u otro que los liderazgos de China y Rusia ofrecen una esperanza de desarrollo para los pueblos postergados de todos los continentes, mientras que el polo angloamericano y sus vasallos de Europa continental solo plantean seguir con la geopolítica de guerra, pidiendo contribuciones en armas y hombres a distintos países, los ajustes y el pago de deudas.

Es la esperanza del porvenir vs. la certeza de un infierno.

Argentina, como toda América Latina, está en ese campo de fuerzas, que no consiste, como no pocas veces se cree, en potencias con sus intereses egoístas vs. otras potencias con intereses egoístas.

De lo que se trata es de un Imperio subyacente, cuyos soportes son individuos-agentes que ejercen un control “privado” (no público) sobre resortes y recursos fundamentales, lo que los constituye en oligarcas, que tiene una influencia desmedida en los asuntos mundiales, al servicio de reproducir su dominación (la “renta hegemónica” al decir del presidente Putin).

Una particularidad, en cierta medida ventajosa, de la dominación oligárquica es que se mantiene bastante discreta y no se somete al escrutinio público en ninguna instancia, ya que la ejecución de sus concepciones la hace por una variedad interminable de siervos, lacayos e, incluso, mucha gente que inconcientemente sirve a sus intereses, en montones de países, víctima de su propia credulidad y prejuicios. Políticos, militares, empresarios, servicios de inteligencia, científicos, periodistas, magnicidas, etc., etc., son muchos de sus brazos ejecutores, los que dan la cara, la mayoría de las veces sin saber que son peones de un juego ajeno.

Esas oligarquías conforman redes y combinaciones colonizando las superestructuras en los países más fuertes en Europa Occidental y América del Norte. Los gobiernos de esos países actúan los intereses de las oligarquías dominantes.

Ante esta dominación se produjo una reacción tanto de Rusia como de China, cuyos pueblos supieron darse líderes que vislumbraron el peligro que suponía para sus pueblos el dejarse dominar por el sistema oligárquico occidental. Esa reacción adoptó la forma y el contenido de la soberanía nacional, tratando de ofrecer al mundo alternativas positivas y oportunidades de progreso para todos los pueblos, lo cual exacerbó aún más las prevenciones y la lógica geopolítica de guerra del sistema oligárquico occidental.

Asimismo, dentro de los propios países occidentales “desarrollados” surgieron reacciones a nivel masivo por las consecuencias económicas y sociales perniciosas de las políticas de sus propios gobiernos empeñadas en proseguir la guerra y las sanciones contra Rusia.

Por lo tanto, la Argentina, junto a América Latina, está inmersa en este campo de fuerzas que no es simétrico en absoluto, pues un polo actúa en dirección de los intereses de un Imperio cada vez menos globalista (porque ante su fracaso de colonizar Rusia y China pretende ahora desacoplar al mundo) y el otro polo lo hace en función de los intereses de Estados Nacionales soberanos y de una comunidad de naciones que prioricen el desarrollo de sus propios pueblos admitiendo el derecho de los demás a desarrollarse también. Así como hay una “seguridad indivisible” hay un “desarrollo indivisible”, nadie puede lograr algo a expensas de los demás.

Podría sintetizarse esto diciendo que uno es el principio y pensamiento oligárquico y el otro es el principio y pensamiento nacional o soberano. Son principios totalmente asimétricos.

Por eso no es competente describir esta dialéctica de lucha bajo la categoría uniformizante de las “grandes potencias” que no solo pierde matices sino diferencias de naturaleza evidentes, cayendo en absurdos increíbles al no percibirlas, incluso desde el punto de vista militar.

Esta lucha la está perdiendo la facción imperial angloamericana debido a que está en una “situación estratégica falsa” (ver JDP) en la que cualquier éxito táctico carece de sentido. Y la están ganando las naciones soberanas de China y Rusia, por la razón contraria: están en una situación estratégica verdadera, la que puede soportar cualquier derrota táctica.

La historia (bien leída) ilustra que, cuando las oligarquías están perdiendo, no porque alguien les esté infligiendo una derrota sino porque su sistema entra en crisis irreversible dentro de las condiciones de su dominio normal, recurren a la estrategia de guerra (sea militar o “lawfare”) para que germinen condiciones para el surgimiento de formas fascistas de gobierno.

Las combinaciones oligárquicas que apuestan a esto (en condiciones de crisis del dominio normal neoliberal conservador o progresista) prefieren asumir el riesgo de perder eventualmente el control de los regímenes fascistas que ellas financian tras bambalinas a que la alternativa a la crisis sea el régimen nacional y popular bajo las formas soberanas del Estado Nacional en comunidad con otros Estados Nacionales soberanos.

Como sostuve acá

https://oti-blog.blogspot.com/2022/09/si-ignoramos-lo-que-hace-la-verdadera.html

Y acá

https://oti-blog.blogspot.com/2022/09/precisando-el-termino-ucranizacion-el.html

La salida fascista va a apelar a la legitimación de las masas e, incluso, a su movilización, lo que hará confundir incluso a muchos intelectuales que verán que partes importantes de las masas pobres se movilizan y creerán que eso tendría un contenido popular y progresista.

Pero nada que ver con esto. El contenido de eso, a pesar de la movilización activada por la política fascista, será legitimar un régimen oligárquico en condiciones de crisis sistémica, con la finalidad de hacer imposible el funcionamiento de la soberanía nacional, aún a costa de guerras.

Por lo tanto, si en las próximas elecciones gana Bullrich o Milei, se corre el riesgo no solo de que empiecen a matar gente dentro del país sino de que inicien una guerra con algún país vecino, preferiblemente que no se pueda defender muy bien, dada la debilidad extrema de las FF.AA. argentinas.

Entiéndase bien, no hace falta que Bullrich o Milei tengan estas intenciones. Teniendo lo que ellos creen “el poder”, solo darán la cara y justificarán las peores cosas imaginables, a medida que aumenten las presiones en ese sentido.

El caos y la guerra en diversos escenarios locales son deseables para las combinaciones oligárquicas que ven eso como expediente para evitar que otros poderes (soberanos) se aprovechen de la crisis del sistema oligárquico. Prefieren en el peor de los casos que se destruya todo antes de que alguien que no sea ellos gane, o que, en el mejor de los casos, como resultado de la guerra y el caos, disminuya el poder relativo de lo que ellas creen son sus enemigos potenciales.

Cristina es la única dirigente que tiene la capacidad de percibir esto con anterioridad y hacer algo para que no ocurra.

La confrontación en las próximas elecciones no puede ser contra un neoliberalismo que no existe, va a tener que ser contra la salida neofascista que intentarán los mismos que antes sostuvieron la alternativa neoliberal.

Si no se toma conciencia de esto y se adoptan estrategias adecuadas durante los próximos 50 días, se van a perder las elecciones y el país mismo, quién sabe por cuántas décadas.

¿Qué hacer?.

La revolución nacional y popular, junto con Brasil y México en A. L. y China y Rusia en Eurasia.

Hacerla antes de que una caricatura terrible de pseudorevolución neofascista nos gane la delantera, incluso con el apoyo de una parte de las masas humildes.

Entiéndase bien, esta vez el caos y la guerra no va a ser por el terrorismo de Estado (aunque puede haber estos ingredientes) como el de la última dictadura entre el ’76 y el ’83 porque no hay FF.AA. Las fuerzas de choque pueden ser pandillas ligadas al narco, los servicios, la policía y a algunos empresarios. Con eso alcanza para empezar la tarea.

La mística la conseguirán con los fanáticos. El caldo de cultivo es la marginalidad y la pobreza.

 

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