jueves, 8 de septiembre de 2022

Por fin un dirigente que lo entiende: “El poder real ni siquiera son las élites locales” (Juan Grabois).

Ver aquí minuto 2:07


Vamos a profundizar un poco más en esto porque suele ser objeto de muchos malos entendidos.

Si se entendieron bien mis propuestas teóricas, no debe sorprendernos que el “poder real” no son los Macri ni los Magnetto puesto que ellos son elementos de un dispositivo global o imperial, aunque sean de origen argentino.

Ese dispositivo lo denomino “sistema oligárquico”, el cual no tiene nacionalidad real, solo nominal, porque es un Imperio no una amalgama de naciones. Ese sistema oligárquico, al colonizar las estructuras de los Estados, anula la nacionalidad real, privando a los pueblos de los beneficios que pudieran recibir del funcionamiento de un Estado Nacional soberano.

El “capitalismo global” no está compuesto por “burguesías nacionales”, está regido por oligarquías que se combinan para dominar en muchos lugares. Desde el punto de vista de esas oligarquías (que son tales porque controlan recursos y resortes fundamentales, ver proposición 1. y 2. a) del post de agosto de 2020) los países son solo escenarios locales, son objetos que sirven a lo que creen que son sus intereses y necesidades.

En todos esos “escenarios locales” (objetos de la dominación oligárquica) existen en forma potencial las burguesías nacionales siempre y cuando los desposeídos de los resortes y recursos fundamentales (masas populares) tengan la posibilidad de constituir un Estado Nacional soberano que logre el control sobre los mismos (ver proposición 3.)

Los Macri o Magnetto no tienen el control sobre los resortes y recursos fundamentales, por lo tanto, ellos NO son la clase dominante. La clase dominante son los individuos-agentes que controlan los resortes y recursos fundamentales (lo que los instituye en oligarcas), como los minerales, hidrocarburos o agroalimentos que menciona Juan Grabois, o los sistemas monetarios (Bancos Centrales) y financieros (Bancos), el comercio exterior, dispositivos geopolíticos (inteligencia, medios de comunicación), etc. Tampoco los resortes y recursos fundamentales pueden entenderse en forma parcelada, constituyen redes controladas por y al servicio de combinaciones oligárquicas.

En el “capitalismo global” (siempre fue global, no solo en la “etapa superior” como planteaba Lenin), las burguesías están muy estratificadas por escalas y rangos según la clase de recursos que controlan y las “ganancias” que les producen. Esa estratificación es muy difícil de sobrepasar. La movilidad intraburguesa es muy reducida durante la vida de una generación.

Es como una lógica piramidal. Cuanto más cerca de la punta o cima, cada vez menos espacio. Las oligarquías son como la cima de la pirámide. La presión que se ejerce sobre los estratos inferiores es terrible y cada estrato la descarga sobre el que está más abajo.

Toda la parte intermedia de la pirámide (entre la cima y la base) es un sistema de amos y esclavos simultáneamente, porque los que están inmediatamente por debajo de la cima son esclavos de los que están en la cima y amos de los que están inmediatamente por debajo de ellos. Y así sucesivamente descendiendo hasta la base.

La burguesía mercadointernista y la mayoría del pueblo más conciente ven a Macri o Magnetto o Roca, etc., como los amos, los que están muy arriba. Pero casi nunca ven (con excepción ahora de Juan Grabois) que ellos (la élite local) son esclavos (aunque sean privilegiados) de capitalistas financieros globales que están mucho más arriba de ellos. De ahí a deducir que la clase dominante en la Argentina son la “élite local” hay solo un paso.

Esa lógica piramidal es un sistema global. No es que hay una pirámide para cada país, desconectada de las del resto del mundo. Hay una sola pirámide que tiene su base en todos los países y su cima en el Imperio.

Los lugares de los recursos y resortes fundamentales, aunque estén distribuidos por todas partes del mundo, pertenecen a los que están en la cima de la pirámide. Por eso el desarrollo de la geopolítica es tan importante para las oligarquías.

Sobre el significado del concepto de “dominación” en la teoría.

Dominación no significa solo o necesariamente que el que domina da una orden y el dominado obedece.

El significado teórico riguroso del concepto de dominación oligárquica es poder ejercer el control sobre los resortes y recursos fundamentales desposeyendo a todos los demás.

Voy a dar otra metáfora para que se entienda.

Todas las economías con sus burguesías y clases populares de diversas partes del mundo son como peceras arrojadas a un océano. Hay un montón de peceras de distintos tamaños en el océano. Dentro de cada pecera hay distintos tamaños de peces. Pero el atributo de clase dominante no lo determina el tamaño del pez dentro de la pecera, sino el tamaño de los peces que nadan por fuera y entre las peceras que, por lo general, son más grandes que las peceras mismas.

Como los vidrios de esas peceras son más o menos opacos, solo podemos ver con nitidez los peces grandes del interior de la pecera (a los que atribuimos el carácter de “dominantes”) pero no vemos los peces monstruos fuera de la pecera por esa opacidad.

La clase dominante es lo que está por fuera del confinamiento de nuestra percepción. Por eso quedamos perplejos ante demasiadas cosas que ocurren como efectos de dimensiones invisibles. Como solo creemos en lo que vemos, no podemos atribuir eficacia a cosas que no podemos ver simplemente con los ojos.

Las barbaridades que hizo y hacen Macri o Magnetto (lawfare, despojo de otros empresarios, endeudamiento, campañas de difamación, etc., etc.) no lo hacen por su propia cuenta, lo hacen para medrar haciendo lo que quieren las combinaciones oligárquicas globales (a predominio financieras y angloamericanas). En la medida que satisfacen los intereses de esas oligarquías, son premiados, pudiendo mantener la impunidad. Si dejan de hacerlo, pasan automáticamente a degüello, son descartados y reemplazados.

La dominación oligárquica siempre genera una suerte de fetichización del poder de ciertas imágenes o instituciones, sean estas las “élites locales”, la “embajada”, o un país (EE.UU.). Son solo fetiches. Las supuestamente poderosas “élites locales” están dentro de un sistema piramidal global donde tienen amos con un poder muy superior al de ellos. Por supuesto que a los grandes empresarios locales no les conviene mostrar, por razones obvias, a los que están por debajo, esa faceta de su propia realidad. La “embajada” de EE.UU., es otro fetiche porque son instituciones de un Estado colonizado por las oligarquías globales. El embajador es designado formalmente en Washington, pero detrás de esa decisión están los lobys privados de siempre y sus intereses. Cuando dominan las oligarquías, el poder de los presidentes, como bien dijo Cristina en más de una ocasión, es modesto. Tienen un poder formal grande y uno real pequeño.

En un sistema oligárquico imperial, los lacayos están por todas partes, pero no tienen importancia, porque su poder no les pertenece sino que es derivado

Esto tiene enormes consecuencias para la práctica política de las clases populares y de sus líderes porque éstos deben constantemente desentrañar la verdadera naturaleza del poder que se les opone, evitando dejar llevarse por las apariencias y entrar en confrontaciones inútiles con actores que no tienen importancia real.

El intento de asesinato de Cristina debe hacernos reflexionar y replantear un montón de cosas que creíamos ciertas pero no lo son.

La dominación oligárquica no se ejerce solamente como una correa de transmisión desde la cúspide hasta la base, ni por órdenes o amenazas explícitas. La práctica política oligárquica crea escenarios durante años sobre los cuales los actores no necesitan dirección directa, ni hilos como las marionetas. Los dominados, en los escenarios diseñados por las oligarquías, cumplen su papel.

Esta es la característica más importante de la manipulación oligárquica, como uno de los tantos repertorios de su dominación: el manipulado no se da cuenta de que lo es, cree que actúa con su propia grandeza individual.

El odio, la polarización, la radicalización de las “derechas” son escenarios para determinados objetivos que tienen que ver con el mantenimiento del control oligárquico durante fases de crisis sistémicas. Esto ya sucedió en otros momentos históricos con el nazismo y el fascismo, que nada tienen que ver, fuera de lo anecdótico, con expresiones nacionales de Alemania o Italia, sino con intereses oligárquicos angloamericanos (Montagu Norman, E. R. Harriman-Thyssen, Prescott Bush).

Durante las crisis sistémicas las oligarquías globalistas hacen todo lo posible por evitar que las alternativas verdaderamente nacionales y soberanas tomen el control en los países porque eso significa su debilitamiento. Eso lo ven como una cuestión de vida o muerte para ellas. Por eso necesitan eliminar a los líderes nacionales orientados a la constitución de un Estado Nacional soberano.

La identidad formal de toda lucha política (económica, ideológica, etc.).

JDP (ver Conducción Política) decía que en toda lucha se enfrentan voluntades contrapuestas. Pero eso para Perón no significaba indiferenciación, porque una voluntad quiere mover a la masa en una dirección y la otra voluntad en otra dirección contraria.

El líder de conducción lo que hace es mover a la masa en la dirección del Estado Nacional y las oligarquías en la dirección del Imperio.

Para tener éxito, el líder de conducción debe reunir la mayor cantidad de masas posible. Cuantas más masas, más heterogeneidad sociológica y más necesidad y exigencia del arte de la conducción del líder.

Cuantas más masas mueva el liderazgo de conducción menos masas mueven las oligarquías y viceversa. Las masas son siempre las mismas y se mueven según esas dos direcciones.

No es casual que la consigna casi fundacional del peronismo haya sido Braden o Perón (no Tamborini o Perón, o A. Ghioldi o Perón, etc.). Perón bien sabía que el poder no reside en los personajes locales. Y, hoy, si viviera diría exactamente lo mismo con respecto a Macri, Magnetto, etc.



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