La relación existente entre los
dos procesos a que hace referencia el título, ambos con centro en la región Nor
Occidental transatlántica, se funda en que los actores que causan ambas cosas
son los mismos. Este es un hecho que nunca se termina de comprender en razón
del parcelamiento de la realidad política, social y económica.
El complejo militar industrial
en EE.UU. no es una entidad separada del sistema oligárquico de Wall Street y
la City de Londres. Hay toda una trama de intereses que los une. Esto lo
demostré el año pasado en este mismo Blog con un ejemplo concreto.
El problema que tienen los
oligarcas y sus gestores en el sistema monetario y financiero global es que
está todo pegado con saliva.
Las burbujas especulativas son
colosales. Los métodos que emplearon para evitar o posponer la debacle desde lo
de Lehman en 2007/8 ("flexibilización cuantitativa"), empeoró aún más
las cosas, produciendo disparates como tasas de interés negativas, aumento
fenomenal de "crédito" que jamás vio la economía real,
"crecimiento" económico sin aumento del empleo, cosas raras en la
velocidad de circulación del dinero, etc., etc., etc.. Todas aberraciones que
los profesionales de la economía prefieren ignorar o normalizar.
Ahora, a todo eso se suma la
inflación y la probabilidad de que un aumento de las tasas de interés provoque
una estampida de salida de capitales de los países "emergentes" hacia
los bonos del Tesoro de EE.UU.
Todo esto los oligarcas lo
saben porque es su propio sistema.
Al mismo tiempo que ocurre
ello, los oligarcas ven que las herramientas de que disponen Estados más
soberanos (Rusia y China, sobre todo) que escapan a sus intentos de
sojuzgamiento, les permiten afrontar los problemas atendiendo mejor a las
necesidades sociales de lo que lo hacen los países occidentales, los cuales
atraviesan una situación social y política bastante desastrosa (principalmente
EE.UU.).
Los oligarcas de la facción
angloamericana que tienen la mayor influencia en el moldeamiento de la realidad
actual creen que, si Rusia y China logran dar un salto cualitativo en lo
tecnológico que pueda transmitirse a sus sociedades mejorando la calidad y
condiciones de vida de su gente, entonces su poder e influencia global (la de
los oligarcas angloamericanos) va a menguar sustancialmente.
Es esta convicción que tienen lo
que los lleva a la locura de preferir patear el tablero geopolítico a riesgo de
una guerra mundial que podría exterminar a la civilización y a la especie
humana.
Quizás crean que ellos podrán
pilotear las consecuencias de una guerra y sobrevivir a ella librándose de la “amenaza”
de Rusia y China y su posible éxito económico en condiciones de paz.
Esta noción absolutamente
pesimista del ser humano -creer que el éxito del otro es una amenaza para uno,
creer que la realidad es siempre juego de suma cero- es característica
permanente del pensamiento oligárquico a lo largo de la historia y de las
generaciones.
Y es esa noción la que está
llevando al mundo al desastre actual.
Una actitud optimista que los
líderes políticos populares de cada país debe cultivar en sus pueblos es la que
se fundamenta en el pensamiento nacional de cada pueblo. La realidad no es un
juego de suma cero, el bien del otro puede ayudarlo a uno y el bien o éxito de
uno puede ayudar al otro.
Esto no es una visión candorosa
de la sociedad. Es el potencial existente en cada uno, todos los días. Se puede
ver por todos lados ese potencial, en nuestros vecinos, el barrio, etc., solo
que en esta realidad moldeada por el pensamiento oligárquico resulta muy difícil
hacer acto ese potencial. Es por tal razón que los líderes deben cultivar
permanentemente la concepción optimista de la naturaleza humana para que ese
potencial se realice.
Cuando todos creen que el ser
humano es malo, producirán maldad a su alrededor y, así, confirmarán sus propias
creencias, una suerte de profecía autocumplida.
Es el dilema shakesperiano de los oligarcas que dominan el mundo. Sienten que el éxito del otro (por su propia cuenta, soberanamente) es su propia ruina. Y hacen lo que sea para boicotear ese potencial éxito. Son capaces de desatar una guerra nuclear. Así llevan al mundo entero al desastre, lo que los arrastrará a ellos, porque, aunque sobrevivan en búnkeres de lujo a km. bajo tierra, la condición de oligarcas en esas condiciones va a estar bastante devaluada.
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