viernes, 30 de agosto de 2024

Sobre la violencia política en el período 1955-1983.

Gracias al querido Artemio que brinda el espacio para que se discutan estas cosas, paso a reproducir los comentarios que hice respecto de este post en su Blog aquí:

Villarruel, ¿hay que encarcelar a todos los Montoneros? – el blog de Artemio López (rambletamble.com.ar)

Aquí van mis comentarios con alguna que otra corrección y agregado:

La cuestión de la conciliación o alianza de clases o lucha de clases es de la problemática marxista que, en los años ’60, era una ideología dominante como clima de época por el prestigio de la revolución cubana en el ’59, el maoismo y la izquierda Francesa en los ’60, etc.

El marxismo, en sus diferentes versiones, era una ideología muy seductora para sectores intelectuales y juveniles de la sociedad argentina.

Pero para el peronismo, entendido desde la perspectiva del líder de conducción, la problemática relevante era otra.

En el poder, la cuestión era el proyecto de integración económica latinoamericana como forma de consolidar las políticas internas de soberanía, independencia y justicia social. Esto era muy distinto a consolidarse por medio de una lucha de clases que imponga la dictadura de la clase obrera sobre la burguesía.

La izquierda peronista de fines de los ’60, concluyó explícita o implícitamente, que el derrocamiento del peronismo en el ’55 se debió a qué no hizo los cambios estructurales internos que le dieran permanencia. Y que el proyecto revolucionario venía a subsanar eso.

Esto simplemente era una asunción ideológica.

La permanencia del régimen cubano, por ej., tuvo mucho que ver, a mi juicio, con la forma en que se incubó, desarrolló y epilogó la crisis de los misiles de 1962, lo que se vinculaba a la decisión de Fidel Castro de recostarse en la URSS.

Para la problemática del peronismo -desde la perspectiva del líder de conducción- la lucha decisiva no era entre clases internas dentro de un país, sino entre pueblos y oligarquías que sostienen a los imperialismos a lo largo de la historia.

El liderazgo de conducción trata de hacer del pueblo, a pesar de todas sus difereciaciones internas y heterogeneidades, un bloque conducible que pueda neutralizar al poder oligárquico que es “supranacional”.

Con la ideología marxista no se puede entender esto. Todas las categorías que usan en lo que al tema concierne son erradas y confusas. No hay “etapas”, ni roles de distintas clases para cada etapa.

El marxismo no identifica ninguna clase “extra nacional”. Solo habla de “internacionalización” del capital inglés, alemán, americano, etc., como si desde secciones nacionales se expandiera.

Toda esta problemática, tal como la plantea el marxismo, es equivocada.

El planteamiento a lo Perón era menos sofisticado ideológicamente pero mucho más agudo y realista.

Hay mucha tela para cortar en esto.

La relevancia de debatir y discutir estas cosas, querido Artemio, no es por un prurito histórico, es porque las personas, sobre todo cuando son jóvenes, tienden a identificarse con “causas” ideológicas, modas, lo “socialmente aceptable” dentro de grandes grupos, etc. a involucrarse emocionalmente en eso, lo que genera pérdida de racionalidad y rigor teórico y conceptual, además de perfilamiento individual.

Se trata de tendencias casi espontáneas en los individuos que, si no se corrigen con el desarrollo de virtudes personales y valores intelectuales y morales, conducen, por lo general, a callejones sin salida.

Esto puede suceder en cualquier época y se torna una cuestión acuciante porque en nuestro país están empezando a germinar o incubar tendencias alarmantes cuyos desarrollos pueden llevar a otra catástrofe desde el punto de vista de los derechos humanos, la economía y la sociedad. Ya no se necesita al Partido Militar para que pueda ocurrir eso. Puede ocurrir por otras vías.

Por eso es tan importante empezar a saldar este debate sobre la “violencia política” en el período 1955-1983. Si se lo encara desde el rigor conceptual y la creatividad intelectual y un espíritu liberado de ataduras emocionales y prejuicios, se puede llegar a conclusiones muy importantes que pueden iluminar el camino que tendrá que recorrer la juventud argentina para lograr la reconstrucción del país y liberarlo en el futuro.

Yo insisto en que ese camino va a ser muy difícil si un sector significativo de la juventud no desarrolla virtudes personales que contrarresten los vicios que hay por doquier, sean vicios personales de la vida privada o vicios políticos como el “sectarismo”.

Por ej. el sectarismo no es pertenecer a una “secta”, es lo más común y espontáneo que existe. Es tener la tendencia sistemática a encerrase con un grupo de personas afines o amigas porque nos sentimos cómodos con ellas, es una zona de confort. Eso solo ya es sectarismo, “interés de círculo”, si se quiere. Las agrupaciones políticas están llenas de esto. En una UB donde van 15 personas, ya se forma un círculo de 3 o 4. Imagínense a niveles mayores. Se reproduce de abajo para arriba y viceversa.

Si bien estas cosas son inclinaciones naturales de los seres humanos, no deben perturbar el desarrollo del análisis racional. El sectarismo o el interés de círculo se basan en debilidades humanas, se protegen esas debilidades en lugar de superarlas por medio de la consistencia individual y colectiva.

Todas estas cosas hay que diagnosticarlas como problemas políticos porque influyen en la política y su desarrollo. Hay que superarlas para que se recupere el dinamismo y la representatividad de las organizaciones. Porque sino todo funciona en base a los deseos, impulsos o ambiciones de los distintos intereses de círculos o sectarismos. Eso atrae a algunos y genera la apatía y neutralidad o aversión de otros. Todo esto significa dispersión, pérdida de potencial, etc. etc. Desde dentro del pequeño interés de círculo estos déficits no se ven porque las pequeñas ambiciones solo ven a muy corta distancia.

No nos quejemos de una parte del pueblo que posibilitó con su voto el actual gobierno, si un militante político más o menos “formado” no sabe distinguir un aporte valioso del que no lo es o una persona valiosa de la que no lo es. Incluso peor, cuando lo sabe distinguir lo considera una amenaza para los intereses de círculo de que forma parte. Esto se relaciona con déficits en los valores humanos y la capacidad de unir las emociones con la razón, no tanto con valores intelectuales. 

Nuestra generación lo que tiene que hacer desde el punto de vista formativo de los jóvenes, creo yo, no es enseñar historia o dar lecciones, o enseñar ideologías o doctrinas. Lo que tiene que hacer es plantearles problemas a los jóvenes que no presupongan demasiada información previa, y orientarlos a posicionarse de la mejor manera para resolverlos, cosa que se despierte en ellos la curiosidad y el deseo de resolverlos y que tengan que poner en juego tanto elementos intelectuales como emocionales y morales.

No se trata de bajar una línea ideológica desde arriba o de la dirección centralizada, ni un programa ni una doctrina y que se la aprendan y se acostumbren a deducir y a aplicarla por deducción. Esto no sirvió ni a la izquierda peronista ni a la ortodoxia peronista, ya está probado que no sirvió.

Como no supimos, luego de la muerte de Perón y la última dictadura, pararnos ni ante nuestros propios hijos, ni ante los jóvenes que vinieron luego, los dejamos a su suerte, a que cada uno asimile el pasado como pueda. La profunda derrota de los ’70 que desembocó en la peor dictadura de todas, quedó desconectada de las generaciones posteriores, de igual modo que el intento de asesinato de Cristina va quedando desconectado actualmente. Todo lo que no se procesa concientemente, queda en algún lugar y, luego, sale de la peor forma.

Lo primero y principal son las personas, los individuos, el desarrollo de sus valores morales e intelectuales y sus virtudes. Sin esto no sirve de nada producir cuadros super desarrollados. Al contrario, es peor. Perón se había dado cuenta de esto ya a principios de los años ´50, por eso se propuso el plan de abrir escuelas de conducción.

La facultad de “conducir” está en germen o potencialmente en todas las personas, adultos y jóvenes, niños y viejos, mujeres y hombres. Solo que no se encuentra desarrollada, no se la cultiva a lo largo de la vida. Esto era lo que observaba Perón desde los 19 o 20 años, cuando, con el grado de subteniente, empezó a tener jóvenes a sus órdenes.

El desarrollo de esa facultad de conducir es el factor más importante de cualquier revolución o transformación social, mucho más importante que cualquier clase de teoremas, axiomas y postulados de cualquier ideología.

Ese “factor subjetivo” se objetiva por medio de ideologías, doctrinas y formas de ejecución para que se pueda formar lo colectivo. Sin ese factor subjetivo lo colectivo se forma al modo “masas” reactivas, no de “pueblo” a favor de una causa positiva.

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