domingo, 12 de mayo de 2024

Contra el sentido común: el problema está en las bases, no en la superestructura política del peronismo y del espacio nacional-popular y, mucho menos, en CFK.

La gran mayoría de la militancia y de los politizados, sean de la profesión que sean, incluso del periodismo, creen tener un conocimiento superior al resto de la sociedad porque están más informados sobre algunos o varios aspectos de la realidad social, política o económica.

Creen tener más elementos racionales para evaluar los acontecimientos que el resto de los mortales, o sea, la inmensa mayoría de los que votan.

El problema es que estar informado o politizado, lejos de ser una ventaja, puede contribuir a mayor confusión, incoherencia e ignorancia. El exceso de información puede ser tan perjudicial como su falta porque lo esencial o realmente importante puede esconderse y pasar desapercibido entre la hojarasca de información y los excesos de análisis. Con lo cual se desemboca en una ignorancia peor que la derivada de la falta de información ya que, en medio de su abundancia, se es proclive a creer que se lo sabe todo, cuando, en realidad, no se sabe casi nada.

JDP insistía en que la sociedad argentina era bastante politizada pero carente de “cultura política”. Él usaba la expresión “índice de cultura política” para significar que esto era un nivel superior a la mera politización. Por eso, hacia fines de su primer mandato, se empezó a preocupar por organizar escuelas de “formación” o capacitación política, bajo la orientación del concepto decisivo de “conducción política”.

Volviendo a la cuestión de la militancia y de los politizados, a ellos les caben las generales de la ley como al resto de la población en cuanto al papel que desempeñan los factores emocionales y motivacionales dentro del marco de la actividad política sea mucha o muy poca (la de solo votar, por ejemplo).

En efecto, son todos seres humanos, no se trata de dos especies diferentes, y, en cuanto tales, están todos sujetados por las mismas cadenas.

Por ej., la “bronca” que siente un militante o politizado del propio espacio por el voto popular que recibiera el año pasado el actual presidente, no se diferencia en nada (en cuanto tal) de la “bronca” de mucha gente que “nada sabe de política” y que se sintió defraudada por un gobierno que habían votado 4 años antes. La sensación de “gratificación” que da el “desquitarse” es exactamente la misma que la que da hablar mal e insultar a los que votaron mal.

O la sensación de certeza que da una “x” creencia, sea política o del orden de la esfera de la vida privada, es exactamente igual, ya sea se crea que la doctrina peronista o Cristina es lo máximo de la existencia o se crea que el esfuerzo privado y el progreso individual o la libertad personal es lo máximo de la existencia. Si la base de esa creencia es una sensación de certeza, es exactamente lo mismo.

Se puede estar embobado con Cristina o estar descontento o fastidiado con ella y, al mismo tiempo, sentir que un compañero es un rival o una amenaza para las propias ambiciones o aspiraciones. Es exactamente lo mismo, no hace diferencia.

Se puede escuchar a Cristina como identificándose con el personaje bueno de una telenovela o escuchar a Milei identificándose como el malo. Otra vez es exactamente lo mismo. Lo importante aquí es la sensación momentánea de deleite.

Se puede militar en política muchas horas por día o ninguna (trabajar muchas horas por día en el ámbito privado) bajo la motivación subyacente del progreso económico y laboral, es decir bajo una ambición individual. Es exactamente lo mismo, no hay diferencia. La carrera política o profesional y privada.

Así podemos seguir y seguir con las cosas que no diferencian en nada a los militantes y politizados de la inmensa mayoría de las masas que no lo son.

Sin embargo, hay una suerte de “consenso espontáneo” entre dirigentes de todas las líneas respecto a la “nobleza” y los valores intrínsecos de ser militante que lucha por un ideal, por sus convicciones, etc.. Como si la envoltura o la etiqueta fuera el contenido.

Ser militante o politizado de cualquier orientación o convicción ideológica no es una garantía contra los defectos y vicios de los seres humanos. No importa cuánto se zambullan en una dirección ideológica determinada. La actividad política no es un terreno que per se mejora a las personas, sino que, todo lo que son las personas con sus defectos, vicios y virtudes, se lleva a ese terreno.

Esto es así en cualquier profesión. Es la calidad de las personas la que dignifica a la profesión, sea la política o la medicina, la albañilería o lo que sea. Con la política ocurre igual.

Las virtudes de Cristina no son por ser militante, sino que en la militancia, desde el llano o desde el Estado, las puso en juego. Su obstinación estratégica, firmeza, voluntad, valentía y sus valores intelectuales y morales, son los que dignifican la política. Con Perón y Evita sucedió lo mismo incluso en un grado mayor que con Cristina.

Para elevar sustancialmente el “índice de cultura política” como quería JDP las personas que intervienen en política deberán mejorar mucho sus capacidades, cultivar y desarrollar mucho sus virtudes y “educar los sentimientos”. Sin estas cualidades la transformación de la realidad que tanto se declama es imposible.

La formación política de cuadros no es solo estudiar y aprender teorías, ideologías o doctrinas. No es creer en lo que produjeron, elaboraron o crearon otras personas. Esto Perón se cansó de advertirlo.

Se trata de estudiar y cultivar las capacidades para que el individuo sea capaz de concebir y ejecutar, de crear, de conducir. Las cosas que se estudian de la historia o de otras disciplinas solo constituyen un contexto en el que se desarrolla una suerte de “gimnasia” intelectual, pero el sólo hecho de estudiar, estar informado o realizar análisis, no sustituye aquello que es imprescindible para la transformación de la realidad: la creatividad individual que está en potencia en todas las personas.

JDP esto lo indicó con sus propias palabras y de muchas maneras, pero, como dije en otra ocasión, nunca fue comprendido y/o se lo soslayó sin más. Cuando Perón dice que “no hay recetas para conducir pueblos” (no sé si alguien se percató de que esto incluye a la doctrina peronista), también dice que el poner en juego la creatividad individual y el criterio propio es la clave. Las recetas son como una ayuda memoria,  pero no se pueden aplicar mecánicamente porque son necesarias las capacidades subjetivas del potencial conductor.

Estas consideraciones no significan disminuir la importancia de la doctrina sino que se trata de ponerla en la perspectiva y ubicación correcta que es la de ser un “elemento de la conducción”. No se la puede escindir de la conducción ni del sistema que crea el conductor para conducir.

Dije muchas veces que Cristina no es líder de conducción, nunca lo fue. Pero sí es líder de conjunto porque demostró virtudes que ningún otro dirigente tiene, hasta ahora.

Esto no significa que Cristina sea un factor que se pueda soslayar, porque no es una “dirigente más”. Su centralidad no depende de lo que hagan o no hagan los demás sino que depende de su propia capacidad para seguir impulsando a la política.

No existen garantías contra los vicios teóricos y prácticos de los seres humanos, sean militantes, politizados o masas marginadas y absorbidas por la necesidad de supervivencia económica.

No importa qué ideología adoptemos o cuál nos parezca de nuestra predilección. Eso no garantiza estar en el camino correcto. Todo depende de lo que seamos no de lo que consigamos. Y para ser mejores hay que corregir los errores con aciertos y los vicios con virtudes, para lo cual hay que ser mucho más conciente no solo en lo ideológico sino en lo humano.

Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús cuándo era la venida del reino de Dios, Jesús les dijo que ya había venido pero no lo ven. Lo que les estaba diciendo es que el Reino de Dios lo lleva cada uno en su propio corazón y el desafío es sacarlo afuera, compartirlo.

De igual modo, el reino de un gobierno nacional y popular exitoso no va a venir de afuera o esperando algo, cada uno lo lleva en sí mismo, el desafío es descubrirlo y compartirlo con los demás.

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