viernes, 17 de marzo de 2023

“Las ideas son los efectos que producen” (Artemio López cita a N. Ivancich).

La puja distributiva más importante es entre los consumidores argentinos (principalmente trabajadores asalariados y no asalariados) + productores mercadointernistas vs. exportadores + consumidores extranjeros.

Esto solo se puede ver si se logra captar la lógica global que orienta a la producción física en argentina, cuáles son los incentivos sectoriales que están operando.

Lo voy a explicar, espero, por última vez. Si mal no recuerdo, hace como 18 años lo planteé por primera vez a algunos economistas tanto ortodoxos como heterodoxos. Ninguno de ambas tendencias estuvo de acuerdo, probablemente porque no quisieron entender una realidad que rompía (y rompe) todos los esquemas académicos.

Voy a dar solo un ejemplo puntual, pero aclaro que es solo a título ilustrativo de algo que es generalizado en la industria alimentaria y la agroindustria en Argentina, a pesar de las particularidades de cada sector.

El ejemplo es el de la producción de leche.

Vamos a tomar los datos de producción de leche cruda, destino productivo, exportaciones y saldo interno. Voy a usar números redondos para facilitar la comprensión. Lo que importa es lo conceptual.

En el año 2022 se produjo en la Argentina un total de 11.500.000.000 de lts. de leche cruda (en tambos). Se lee once mil quinientos millones de litros.

Es probable que no toda esa cantidad haya ido a la industria (desde los tambos) para hacer leche fluida apta para el consumo humano y otros productos lácteos (queso, manteca, leche en polvo, etc.)

Pero es un número que podemos usar como referencia, por lo menos en una primera instancia.

Si dividimos 11.500.000.000 por la cantidad de habitantes de la Argentina en el 2022, esto es 46.044.703 (según último censo), nos da una cifra que, redondeada, son uno 250 lts. per cápita en un año. Lo que significa que cada habitante de la Argentina pudo tener disponible en el año 2022 unos 250 lts de leche cruda salida de tambo. Si esos 250 lts. los dividimos por los 365 días del año, nos da una cifra un poco menor a 0,700 lts. o, lo que es lo mismo, 700 cm3 de leche cruda por día por persona.

A primera vista parece muy buena producción ya que la recomendación de organismos de la salud es de unos 250 cm3 por día por persona. Parece que nos sobra.

Pero, lamentablemente, no es así.

En efecto, más del 80% de esos 700 cm3 de leche cruda (por día y por persona) va a la industria para hacer productos lácteos que no son leche fluida. Estamos hablando de unos 570 cm3 por día por persona que va destinado a quesos, leche en polvo, manteca, yogurt, etc., etc. Es decir que queda un saldo de leche fluida de 130 cm3 x día por persona (700-570=130). Queda alrededor de la mitad de la recomendación diaria. Si se miran los datos (Fuente: Subsecretaría de Lechería - Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca) de cantidad de leche fluida que procesa la industria este saldo es aún menor.

Uno podría pensar, “bueno, se resigna leche fluida pero a favor de productos lácteos con más calidad de nutrientes que la leche fluida y, entonces, se compensa”.

Pero no es así, porque en el año 2022, se exportaron productos lácteos (quesos, leche en polvo, entre otros), por una cantidad equivalente a casi 3.000.000.000 (tres mil millones) de lts. de leche cruda. Lo exportado en productos lácteos representa más del 25% del total de la producción de leche que sale de los tambos.

Si se mira la evolución de largo plazo de la producción y exportaciones, pongamos, desde la década del ’80 hasta la actualidad, se puede apreciar que la producción de leche cruda aumenta por la posibilidad de colocar productos lácteos en el mercado mundial. Pero aún así, ese aumento no se traduce ni siquiera en un aumento más o menos importante de la leche fluida industrial medida per cápita.

Por lo tanto, la distribución de proteína animal a través de la leche vacuna es pésima, porque gran parte de la producción está traccionada por la demanda de los sectores medios pudientes y el mercado externo que pueden acceder a una concentración de proteína animal muchísimo mayor que la de la gran mayoría de los sectores populares.

Lo mismo ocurre con la carne, frutas, etc., etc., etc.

Es un esquema de orientación de la producción que viene consolidándose desde hace casi medio siglo cuyas terribles consecuencias fueron tratadas con parches. Dicho esquema es hijo de la destrucción de la estructura productiva y distributiva existente en vida de JDP, que comenzó con Martínez de Hoz y terminó en Cavallo.

En los años de gobierno K se lidió con mucha dificultad con esto, logrando algunos avances (gracias a las retenciones al agro, el control de precios y los cupos) tratando de suavizar los efectos perniciosos de un esquema productivo y distributivo muy concentrado y orientado a las exportaciones, sin poder revertir ese proceso. Las sucesivas crisis macroeconómicas no hacen más que realimentarlo.

Va a tener que llegar el momento de que la próxima crisis, en lugar de realimentar ese proceso, sea una ruptura y le ponga fin. Porque parece un cuentito de nunca acabar. Y me gustaría, antes de morir, poder llegar a ver esa ruptura imprescindible para que la mayoría de los argentinos logre el bienestar que necesita.

Estoy casi seguro de que, en la década de los ‘70 y ’80, sin los mercados externos que tenemos hoy, con una producción de leche menor en términos absolutos, la distribución de proteína animal entre la población era más igualitaria. La jauja de los U$S que traen las exportaciones contribuye a ocultar esta realidad.

Y, cuando alguien descubre esta trampa e impugna el esquema total de producción orientado a exportar, salen todos los ideólogos de esos intereses a decir que hay que dejar exportar por más tiempo y con más continuidad para que, a la larga, derrame.

Si hubiera un mayor porcentaje de peronistas de verdad, esto no ocurriría. Hace ya tiempo debimos superar el criterio según el cual “es peronista quien se percibe como tal o declama serlo”. Esto vale para el llano, pero no para el gobierno.

Para el gobierno necesitamos funcionarios que entiendan lo medular de la manera de pensar peronista. Y que ejecute en función de esa manera.

El costo de mantener los pies dentro del plato del dólar ya excede con creces los costos que habría que pagar por sacar los pies del plato.

Hay muchos dirigentes progresistas del “espacio del frente de todos”, sobre todo de CABA, aunque también de otros distritos, que están tomados por una emocionalidad que no les permite evaluar racionalmente alternativas de ruptura, simplemente porque no pueden concebir que “sacar los pies del plato” signifique algo más que caer a un vacío sin forma ni fondo o a una dimensión llena de calamidades. No pueden concebir que sacar los pies del plato es necesario para poder ponerlos en otro plato más favorable a nuestros intereses. Y que ese otro plato alternativo, si se construye, también genera efectos reales, junto con los temidos por dichos dirigentes.

En estas cosas no puede haber seguridad absoluta, más bien hay que ser capaz de tolerar gran incertidumbre, porque la acción y decisión de romper es casi simultánea con la de construir la alternativa a lo que rompemos. No es que primero construimos la alternativa y, una vez seguro, nos salimos. No. No.

Hace poco Artemio López rescató (con muy buen criterio) una frase de N. Ivancich: “las ideas son los efectos que producen”.

Un dirigente de calidad no solo imagina la ejecución de la idea, sino que la ejecuta. “Lo sublime de la concepción es la ejecución” (JDP).

Cuando se ejecuta una idea que vale la pena empiezan a jugar no solamente los contra por haber afectado intereses establecidos, sino también los pro, que son las bondades de esa idea. La realidad, lejos de un abismo, pasa a ser una dinámica compleja entre las fuerzas en pugna, donde la calidad del conductor hará que las bondades de la idea ejecutada supere a los factores contrarrestantes.

Los dirigentes agarrados por “certezas” cuyo único fundamento es su emocionalidad subjetiva no pueden entender estas cosas. Y esos dirigentes no pueden ni deben estar al frente en la toma de decisiones u ocupar cargos ejecutivos.

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