viernes, 4 de marzo de 2022

¿Por qué vivimos en una guerra mundial y qué es lo que puede salvarnos? (para el caso de que todos vayamos a morir es mejor saber la respuesta antes del destino final).

Digo la “actual guerra mundial” porque, desde las hipótesis teóricas con las que analizo, no necesito esperar acontecimientos posteriores para calificarla. No vale la pena esperar 20 o más años, como sucedió con la “Gran Guerra” calificada mucho tiempo después como “primera guerra mundial”.

Esta es la ventaja de los conceptos teóricos que se centran en los procesos (que siempre están en curso), lo que hace mucho más “pronosticable” el desarrollo posterior de los acontecimientos.

Tampoco se trata de adoptar una definición técnica o descriptiva del tipo “si intervienen muchos actores de muchas partes entonces es una guerra mundial”.

Un proceso puede caracterizarse de guerra mundial cuando el resultado de lo que sucede a nivel de las localidades -en tanto manifestación y combinación concreta del sistema global- tiene el potencial de cambiar al proceso mismo, es decir, las relaciones globales, sea para bien o para mal.

Por ejemplo, las formas de la hegemonía actual de lo que habitualmente se denomina “unilateralismo” norteamericano con su poderío militar, no proceden de los “acontecimientos” “caída del muro de Berlín” o la “desintegración de la URSS”. Estos son los símbolos de la verdadera causa. En rigor, proceden del fracaso de las concepciones y acciones del comunismo real practicado por los dirigentes rusos y la mayoría de sus satélites década tras década.

Esas concepciones y acciones se adoptaron como axiomas o dogmas desde los orígenes de la revolución de 1917 en Rusia. Los gobernantes y funcionarios de los sucesivos gobiernos, durante 70 años, insistieron una y otra vez con ideas básicas defectuosas. Aunque los planificadores de la burocracia estatal hicieron denodados esfuerzos por adaptarse a las cambiantes circunstancias, nunca abandonaron el sistema axiomático de base que es el que fallaba.

Como suele suceder, cuando uno se guía en forma persistente por un punto de referencia equivocado, termina perdido o chocando con la realidad.

Entonces, lo que sucedió durante décadas a nivel de las localidades (Alemania Oriental y la URSS, por ejemplo), fue lo que condujo a la debacle del comunismo real y al “Nuevo Orden Mundial” de Bush padre.

Por lo que se ve hoy y desde hace bastante tiempo, el mundo cambió para mal, sin duda alguna. Pero eso no fue responsabilidad de la caída del comunismo (ni de Alemania Oriental ni de Rusia), sino de las “élites” (en realidad combinaciones oligárquicas en las grandes potencias occidentales) angloamericanas que aprovecharon la debacle del comunismo para intensificar las tendencias imperialistas.

Rusia tuvo su “década del ‘90” como Argentina la de Menem. A los dos les fue mal, pero a los rusos peor.

Rusia fue saqueada a más no poder, destruida su industria de máquinas herramientas (que tenía potencial para modernizarse) y convertida en un productor de materias primas y energía barata.

Surgieron oligarcas rusos muy bien relacionados con Londres y Washington (a pesar de la mala imagen en las películas de Hollywood), puesto que eran los cipayos que permitían el saqueo de Rusia. Actualmente, muchos de esos oligarcas rusos viven en Londres con protección de la Monarquía.

Mientras el saqueo de la Argentina condujo a la crisis del 2001/2 y a NK y CFK, el saqueo de Rusia condujo a la crisis de los bonos rusos y a Putin. Todos ellos, con mayor o menor fortuna, representaron una reacción del Estado Nacional frente al Imperio que los saqueaba.

Putin vio las consecuencias horrorosas (como el descenso demográfico, por ejemplo) de la intromisión (a través de las relaciones de Al Gore y Chernomyrdin) del “neoliberalismo” y el FMI en Rusia durante los ’90, y, consecuentemente, se dedicó a fortalecer las capacidades del Estado Nacional, no solamente sus capacidades militares sino también el mejoramiento relativo del nivel de vida de la población.

Para ello tuvo que neutralizar la influencia en el Estado de los oligarcas rusos que estaban en combinación con los intereses angloamericanos que los respaldaban. El presidente Putin fue quien puso los límites a los intereses del establishment angloamericano que hacía sus negocios en Rusia y debilitaba constantemente a esa nación, protagonizando la reacción en tanto Estado Nacional soberano.

Es a partir de aquí que el gobierno de Putin entra en la mira del establishment angloamericano que lo quiere neutralizar y destruir desde hace como 20 años.

Para hacer eso, usaron toda clase de instrumentos del repertorio geopolítico: la introducción del terrorismo dentro de Rusia; atentados con agentes químicos culpando a Rusia; cambio de régimen en Ucrania para usarlo como Estado hostil contra Rusia; derribo de un avión civil sobre espacio aéreo ucraniano también atribuido a Rusia; expansión de la OTAN llegando a las fronteras de Rusia, emplazando sistemas de misiles modernos en Rumania y Polonia y preparándose para hacerlo en Ucrania, aún más cerca de Moscú, alimentando la idea criminal de que una guerra nuclear puede ser ganada.

Hace más de 15 años que Putin venía avisando que todo eso era una aberración de parte de Occidente, pero a nadie le importaba, no es así?

Lo mismo le ocurre a China, con otras particularidades diferentes, pero en el fondo es lo mismo.

Por eso no es casualidad que en el transcurso del proceso que describimos la unión de Rusia y China se haya fortalecido tanto.

Entonces, la situación actual en Ucrania no es la consecuencia de decisiones aisladas. Mucho menos de decisiones de uno u otro país o grupo de países. Es, más bien, la serie de un proceso en curso que tiene sus orígenes históricos y que responde a un patrón de pensamientos, ideas y acciones de las oligarquías occidentales.

Ese patrón no se limita exclusivamente a la esfera geopolítica o de las “relaciones internacionales”, sino que, fundamentalmente, tiene que ver con la concepción o visión que las oligarquías dominantes en Occidente tienen del ser humano y su naturaleza. Ello constituye un verdadero pensamiento oligárquico que permanece a lo largo de la historia y del transcurso intergeneracional.

Tal concepción o visión se traduce en las esferas económicas, políticas, ideológicas, culturales y científicas de las sociedades, moldeando todo un sistema de concepción y de ejecución a nivel mundial.

En última instancia, el modo en que esas oligarquías conciben explícita o implícitamente la naturaleza de los seres humanos influye en los sistemas económicos, financieros, monetarios, en las doctrinas geopolíticas, en las alianzas militares, en la educación, etc..

¿Qué es lo que falla en el sistema de pensamiento oligárquico?.

Como en el caso del comunismo real fallan las bases axiomáticas mismas. Aquí formalmente sucede lo mismo, pero con otro contenido.

El oligarquismo occidental cree que los seres humanos son malvados por naturaleza por lo que deben ser controlados por instancias que están por arriba de su comprensión. Los oligarcas se consideran superiores a los seres humanos comunes, los cuales se rigen por leyes comunes. Para los oligarcas rigen leyes superiores que el ser humano común nunca comprendería.

También creen que la mayoría de los seres humanos son un costo, tanto para ellos como para el medio ambiente.

Quizás esta idea provenga del hecho de que los oligarcas son como especialistas en explotar la creatividad de los demás, aunque niegan que tal cosa exista (la creatividad humana). Tienden a creer que el cerebro humano es exactamente lo mismo que el de una máquina. Como si “todo“ fuera el mero procesamiento de información.

Por lo tanto, piensan que no existe verdadera creación de riqueza y poder sino que esto es un dato fijo y distribuido en el mundo. Cualquier cambio en esa distribución sería un atentado o amenaza a su propio poder e influencia puesto que se trata de un juego de suma cero en el que lo que gana uno lo pierde el otro y viceversa.

Quizás esta noción provenga del hecho de que los oligarcas están acostumbrados a basar su poder e influencia a partir del control del dinero y el “crédito”. Sirve cualquier cosa que produzca dinero puesto que ello comanda el acceso a la riqueza, desconociendo los principios de funcionamiento de la productividad física. Es por ello que los sistemas monetarios y financieros controlados por los oligarcas están llenos de burbujas especulativas que no tienen fin productivo alguno desde el punto de vista del bienestar general y las condiciones de vida de los pueblos.

Los oligarcas no pueden concebir cosas ni personas fuera de su control puesto que esto es la esencia de su poder (controlar recursos fundamentales y las personas). Pero, paradójicamente, ellos pueden controlar los resultados de la creatividad humana pero no la creatividad humana misma que es lo que hace avanzar al mundo y que, por su naturaleza, está fuera del control de los oligarcas.

Se puede condicionar emocional e ideológicamente a las personas, propiciando ciertas inclinaciones y predilecciones, pero no se puede hacer desaparecer el potencial que cada individuo tiene para resolver problemas, producir hipótesis, hacer descubrimientos científicos, tecnológicos y técnicos. Eso es inherente al ser humano, sea científico o no lo sea.

Por eso el sistema oligárquico contiene el germen de su propia destrucción, porque depende de que la creatividad humana funcione, para ellos poder apropiarse de los recursos fundamentales que son los frutos de ella, la que, al mismo tiempo, escapa de su control. Es como querer matar a la gallina de los huevos de oro porque no se la puede controlar.

La creatividad humana por sí misma no es algo que se pueda producir a escala ni regimentar, ni obedece a recetas predeterminadas. Los seres humanos pensamos todo el tiempo y, a veces, surgen resultados extraordinarios que tienen la posibilidad de ser usados para bien o para mal.

Por eso, cuando se conjugan Estados Nacionales soberanos que propician el desarrollo de la ciencia y la tecnología para el beneficio de la población, los oligarcas sienten una afrenta terrible contra la creencia que tienen de sí mismos y lo que creen que representan. Creen que son una “raza superior” regida por leyes especiales.

Una de las frustraciones más grandes de los oligarcas angloamericanos es que no pudieron tanto en Rusia -desde el advenimiento de Putin-, como en China -desde los acontecimientos de Tiananmén- establecer un caballo de Troya interno en esos países que pudiera torcer las orientaciones de esos gobiernos y Estados.

Los oligarcas angloamericanos necesitan que los multimillonarios rusos y chinos se conviertan en socios que puedan socavar las inclinaciones soberanas de sus gobiernos. Lo que hicieron en casi todos los países no lo pueden hacer en Rusia y China cuyos gobiernos siguen teniendo éxito en neutralizar los intentos de socavamiento de los oligarcas angloamericanos.

Entonces tenemos las respuestas a los interrogantes del título.

El pensamiento oligárquico global está fallado en su base: se aprovecha de los frutos de la creatividad humana al mismo tiempo que la niega como solución a los problemas porque escapa a su control, por lo tanto la ejecución basada en ese pensamiento está fallada también. Eso genera problemas de todo tipo (económicos, financieros, monetarios, sociales, políticos, culturales, etc.) frente a los cuales se producen reacciones nacionales y soberanas en las localidades, las cuales intentan establecer sistemas e instituciones libres de la influencia oligárquica.

A su vez, el sistema oligárquico reacciona a esa reacción, agudizando más las contradicciones, intensificando la crisis geopolítica hasta el límite y cayendo en una lógica autodestructiva de preferir que se destruya todo para que nadie gane porque ellos creen que eso significa que ellos pierden.

Como siempre, lo que podría salvar a la humanidad es la creatividad humana, condensada en una persona o grupo de personas que muestren el camino optimista.

Que el éxito de uno puede favorecer al otro y viceversa. Que concebir la realidad como un juego de suma cero y comportarse como si fuera así, es un error garrafal porque el ser humano puede, por nuevos descubrimientos, hallar formas de agrandar la riqueza y repartirla mejor. Además de mirar el pasado hay que mirar el futuro, puesto que si nos quedamos en lo primero, caemos en el error de creer que es fijo y las disputas serían por algo que es fijo.

Que el camino a lo Universal se hace desde cada cultura y espacio nacional, no desde prescripciones imperiales dictadas por una oligarquía global.

Matriz formal.

Como ya he señalado en algunas ocasiones, la secuencia de acontecimientos dentro del proceso responde a la matriz de siempre, a saber:

Las condiciones del dominio global normal oligárquico en una localidad conducen a una crisis (Ej., Rusia y Argentina en la década del ’90). A partir de allí esas condiciones dejan de ser normales.

En estas nuevas condiciones (de crisis del dominio normal), el dominio oligárquico intenta administrar la crisis para reconducirla de vuelta a las condiciones normales. Esto es una tarea muy dificultosa puesto que la crisis ocasiona el desprestigio de la mayoría de los personeros que protagonizaron la época del dominio normal.

Por lo tanto, en tales condiciones la manija la agarran otros actores.

Estos otros actores, en condiciones del rechazo a las figuras del dominio normal oligárquico, tienen la posibilidad de administrar la crisis no en el sentido de volver al dominio normal oligárquico sino en el sentido de aumentar la soberanía nacional, es decir, alejarse del dominio normal oligárquico.

Ante esta nueva situación, la dominación oligárquica se pone más fea y empieza a bancar alternativas “fascistas” a las habituales “neoliberales”, cualquier cosa que sirva para que la administración de la crisis en una localidad se aleje de los principios de la soberanía nacional y la localidad vuelva al redil oligárquico.

A su vez, las reacciones del Estado Nacional soberano deben tener mucho cuidado ante la alternativa “fascista” de la oligarquía global. Si la reacción nacional pierde tenemos a los Hitler y Mussolini y a los Stepan Bandera ucranianos. Si la reacción nacional gana, se abre un futuro esperanzador para la humanidad.

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