domingo, 9 de noviembre de 2025

La falla “ontológica” en la “teoría del valor-trabajo” de K. Marx y por qué el “trabajo” (como lo entendía Marx) NO crea valor.

Marx propuso esta “teoría” para resolver lo que consideraba un enigma del capitalismo: ¿cómo se pueden intercambiar mercancías a un determinado precio si las mismas son productos de trabajos concretos totalmente diferentes? ¿Cómo se compara, cómo se mide, para que el intercambio pueda proceder?

Para dar respuesta a este problema Marx propuso la categoría de “trabajo abstracto” (puro gasto de fuerza de trabajo indiferenciado) que es una suerte de sustrato común a cualquier trabajo concreto, eso sería la sustancia del valor en el modo de producción capitalista, la cual podía medirse en tiempo de trabajo socialmente necesario, en hs. de trabajo (TTSN).

Esta categoría, aunque no sea autoevidente, funciona como un axioma a partir del cual se puede deducir el despliegue de otras categorías que explican el funcionamiento, producción y reproducción del modo capitalista de producción.

Esto parece muy bonito porque “desenmascara”, digamos así, los cimientos del edificio capitalista, la parte “enterrada” que sostiene todo el edificio.

Pero el problema del pensamiento de Marx a partir del cual él construyó sus formulaciones es que no quiso seguir escarbando debajo de los cimientos y dio por sentado que los únicos cimientos eran lo que él había desenmascarado y que ya no había más nada que buscar. El 99,9999 % de los marxistas están prisioneros aquí.

Pero he aquí que sí había que buscar.

En efecto, si uno mira con más detenimiento el TTSN no es ningún sustrato invariante, está determinado rigurosamente por el a) nivel de la técnica y la tecnología en un momento dado; b) a su vez, este nivel está determinado por el nivel de la ciencia en un momento dado; c) a su vez, este nivel está determinado por el nivel de “investigación y desarrollo” en una época dada. d) a su vez, este nivel está determinado por las facultades cognitivas de los seres humanos y su variable capacidad de pasarlas al acto.

En sus “experimentos mentales” Marx abstraía variables (a y c, por ej.) para ver cómo funcionaba el sistema “sin rozamiento” como se diría en física, y, luego, las reintroducía, pero como función endógena del capitalismo.

La cuestión que es muy fácil de ver es que el TTSN es tal por a), b), c) y d) en una secuencia de acumulación intertemporal que no es coextensa con el modo de producción, cualquiera sea éste.

El “trabajo abstracto” que adujo Marx observando el sistema fabril de mediados del siglo XIX si podía medirse en TTSN era porque estaba posibilitado por a), b), c) y d) que trascienden al modo capitalista de producción.

Marx cavó y cavó y encontró una fuente (el “trabajo abstracto y el TTSN) pero no vio los afluentes subterráneos de esa fuente: en última instancia, la cognición humana y su capacidad de introducir hipótesis no deducibles y hacer descubrimientos de principios físicos, susceptibles de derivaciones y aplicaciones tecnológicas y técnicas.

Y esto último carece de parámetros lineales. No se puede medir en hs., ni en nada. La epistemología contemporánea dice que el contexto de descubrimiento es informalizable.

Por eso suena casi ridículo que el “valor” surja de condiciones repetitivas, mecánicas, programáticas, casi como de una receta.

Por eso los marxistas se pierden una y otra vez (una calesita que da vueltas sin fin) en las paradojas que surgen al tomar a Marx en serio y hasta sus últimas consecuencias. Les pasa parecido al termómetro que cambia de escala cuando cambia el clima. No se sabría nunca cuándo sube o baja la temperatura.

Lo que Marx estaba implicando cuando reintroducía en sus esquemas el “cambio tecnológico” (como variable endógena del funcionamiento capitalista), es que el trabajo abstracto medido en TTSN cae, en última instancia. Puede no caer a nivel micro en una fábrica donde se introduce la novedad, pero en la dinámica general cae.

El llamado “plusvalor” es solo relativo a la posición estructural entre las personificaciones del capital entre sí y respecto de las del trabajo. Pero no existe el plusvalor sistémico aquí.

¿Por qué?

Porque Marx está tratando -por su elección o condicionamiento “ontológico”-, no con el valor sino con los efectos del valor.

El valor verdadero se encuentra en la secuencia a), b), c) d), mencionada más arriba. Y, como dije, no es coextensa con el modo de producción, porque esa secuencia, en la cultura humana, es acumulativa y transmisible a lo largo de la historia, aunque los individuos que la van creando se mueran.

El valor se crea en esa secuencia, cuyo despliegue está posibilitado no por la forma trabajo abstracto medible en TTSN, sino por la forma específica de d), que es una actividad humana que consiste en un proceso mental no formalizable cuyo resultado eventualmente es un descubrimiento científico, seguido, eventualmente, de aplicaciones tecnológicas que conducen al aumento de la productividad.

Si ese potencial de la cognición humana no pasa al acto al ritmo necesario el valor disminuye por el desgaste (materias primas, recursos, insumos, etc.). Cada vez que el potencial pasa al acto, los efectos del valor se “renuevan” porque se descubren nuevos recursos o porque se ahorran mucho los que ya se conocen.

Si esos pasajes al acto del potencial cognitivo desaparecen, entonces se gatilla un proceso de decadencia, por más capitalismo que haya. Es como si un capitalista y un obrero cayeran desde un piso 10 y, cuando van por el piso 7, el capitalista le mete la mano en el bolsillo al obrero.

Al introducirse esta dimensión “ontológica” que menciono, que no la inventé yo sino que está expresada de alguna manera en Cusa, Kepler, Leibniz, Riemann, Einstein, más contemporáneamente en L. LaRouche, entre otros, se puede apreciar que lo que está analizando Marx no es el valor sino solo cambios posicionales de los efectos del valor dentro de una geometría ya dada. Pero lo que cambia esa geometría es lo que él dejó afuera de su atención.

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