Marx propuso esta “teoría” para resolver lo que consideraba un enigma del capitalismo: ¿cómo se pueden intercambiar mercancías a un determinado precio si las mismas son productos de trabajos concretos totalmente diferentes? ¿Cómo se compara, cómo se mide, para que el intercambio pueda proceder?
Para dar respuesta a este problema Marx propuso la categoría
de “trabajo abstracto” (puro gasto de fuerza de trabajo indiferenciado) que es
una suerte de sustrato común a cualquier trabajo concreto, eso sería la
sustancia del valor en el modo de producción capitalista, la cual podía medirse
en tiempo de trabajo socialmente necesario, en hs. de trabajo (TTSN).
Esta categoría, aunque no sea autoevidente, funciona como un
axioma a partir del cual se puede deducir el despliegue de otras categorías que
explican el funcionamiento, producción y reproducción del modo capitalista de
producción.
Esto parece muy bonito porque “desenmascara”, digamos así,
los cimientos del edificio capitalista, la parte “enterrada” que sostiene todo
el edificio.
Pero el problema del pensamiento de Marx a partir del cual
él construyó sus formulaciones es que no quiso seguir escarbando debajo de los
cimientos y dio por sentado que los únicos cimientos eran lo que él había
desenmascarado y que ya no había más nada que buscar. El 99,9999 % de los
marxistas están prisioneros aquí.
Pero he aquí que sí había que buscar.
En efecto, si uno mira con más detenimiento el TTSN no es
ningún sustrato invariante, está determinado rigurosamente por el a) nivel de
la técnica y la tecnología en un momento dado; b) a su vez, este nivel está
determinado por el nivel de la ciencia en un momento dado; c) a su vez, este
nivel está determinado por el nivel de “investigación y desarrollo” en una
época dada. d) a su vez, este nivel está determinado por las facultades
cognitivas de los seres humanos y su variable capacidad de pasarlas al acto.
En sus “experimentos mentales” Marx abstraía variables (a y
c, por ej.) para ver cómo funcionaba el sistema “sin rozamiento” como se diría en
física, y, luego, las reintroducía, pero como función endógena del capitalismo.
La cuestión que es muy fácil de ver es que el TTSN es tal
por a), b), c) y d) en una secuencia de acumulación intertemporal que no es coextensa con el
modo de producción, cualquiera sea éste.
El “trabajo abstracto” que adujo Marx observando el sistema fabril de mediados del siglo
XIX si podía medirse en TTSN era porque estaba posibilitado por a), b), c) y d)
que trascienden al modo capitalista de producción.
Marx cavó y cavó y encontró una fuente (el “trabajo
abstracto y el TTSN) pero no vio los afluentes subterráneos de esa fuente: en
última instancia, la cognición humana y su capacidad de introducir hipótesis no
deducibles y hacer descubrimientos de principios físicos, susceptibles de
derivaciones y aplicaciones tecnológicas y técnicas.
Y esto último carece de parámetros lineales. No se puede
medir en hs., ni en nada. La epistemología contemporánea dice que el contexto
de descubrimiento es informalizable.
Por eso suena casi ridículo que el “valor” surja de
condiciones repetitivas, mecánicas, programáticas, casi como de una receta.
Por eso los marxistas se pierden una y otra vez (una
calesita que da vueltas sin fin) en las paradojas que surgen al tomar a Marx en
serio y hasta sus últimas consecuencias. Les pasa parecido al termómetro que
cambia de escala cuando cambia el clima. No se sabría nunca cuándo sube o baja
la temperatura.
Lo que Marx estaba implicando cuando reintroducía en sus
esquemas el “cambio tecnológico” (como variable endógena del funcionamiento
capitalista), es que el trabajo abstracto medido en TTSN cae, en última
instancia. Puede no caer a nivel micro en una fábrica donde se introduce la
novedad, pero en la dinámica general cae.
El llamado “plusvalor” es solo relativo a la posición estructural
entre las personificaciones del capital entre sí y respecto de las del trabajo.
Pero no existe el plusvalor sistémico aquí.
¿Por qué?
Porque Marx está tratando -por su elección o
condicionamiento “ontológico”-, no con el valor sino con los efectos del valor.
El valor verdadero se encuentra en la secuencia a), b), c)
d), mencionada más arriba. Y, como dije, no es coextensa con el modo de
producción, porque esa secuencia, en la cultura humana, es acumulativa y transmisible
a lo largo de la historia, aunque los individuos que la van creando se mueran.
El valor se crea en esa secuencia, cuyo despliegue está
posibilitado no por la forma trabajo abstracto medible en TTSN, sino por la
forma específica de d), que es una actividad humana que consiste en un proceso
mental no formalizable cuyo resultado eventualmente es un descubrimiento científico,
seguido, eventualmente, de aplicaciones tecnológicas que conducen al aumento de
la productividad.
Si ese potencial de la cognición humana no pasa al acto al
ritmo necesario el valor disminuye por el desgaste (materias primas, recursos,
insumos, etc.). Cada vez que el potencial pasa al acto, los efectos del valor
se “renuevan” porque se descubren nuevos recursos o porque se ahorran mucho los
que ya se conocen.
Si esos pasajes al acto del potencial cognitivo desaparecen,
entonces se gatilla un proceso de decadencia, por más capitalismo que haya. Es
como si un capitalista y un obrero cayeran desde un piso 10 y, cuando van por
el piso 7, el capitalista le mete la mano en el bolsillo al obrero.
Al introducirse esta dimensión “ontológica” que menciono,
que no la inventé yo sino que está expresada de alguna manera en Cusa, Kepler,
Leibniz, Riemann, Einstein, más contemporáneamente en L. LaRouche, entre otros,
se puede apreciar que lo que está analizando Marx no es el valor sino solo cambios
posicionales de los efectos del valor dentro de una geometría ya dada. Pero lo
que cambia esa geometría es lo que él dejó afuera de su atención.
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