En otros posts de este blog indiqué la hipótesis según la cual la especulación financiera cumplía la función de “encubrir” la ausencia de excedente económico real. Planteaba que era una suerte de “simulación” de un excedente que, en realidad y en sus aspectos reales, no existía.
También indiqué que para que haya excedente real tienen que funcionar, en el terreno de las ciencias y las artes, las facultades cognoscitivas de los seres humanos por medio de hipótesis-ideas y descubrimientos, de los cuales se deriven tecnologías y técnicas que, aplicadas al proceso de producción, la mejoren y multipliquen, evitando así el desgaste físico intrínseco que supone el operar continuamente bajo la misma tecnología (agotamiento de recursos, materias primas, insumos, etc.).
Si los descubrimientos e innovaciones tecnológicas asociadas que deben aplicarse y difundirse entre los procesos productivos no ocurren en la escala suficiente, se empiezan a incubar condiciones de crisis ya que, en tal contexto, las consideraciones de “escasez” empiezan a primar, con lo que se entra en un círculo vicioso, ante lo que se percibe como insuficiencia de los recursos, que conduce a la geopolítica de guerra para generar la redistribución de los mismos a escala global. Como no se puede “tener más de lo mismo o más de otra cosa”, hay que sacárselo a alguien.
Ahora bien, ¿por qué ocurre ese círculo vicioso? O, mejor dicho, ¿por qué se entra en el laberinto?
La respuesta es compleja y, a mi entender, se relaciona con el papel del oligarquismo en la historia de la humanidad y de lo que podríamos llamar el “pensamiento oligárquico” (P. O.), al que hice referencia en algún post de este mismo blog.
El predominio excesivo del oligarquismo y el P. O. impide establecer las condiciones más adecuadas para que prosperen y se hagan acto las capacidades potenciales de los seres humanos en lo relativo a la generación de hipótesis y descubrimientos cuyas derivaciones tecnológicas y técnicas aplicadas a los procesos productivos puedan mejorar las condiciones de vida de las poblaciones del mundo, tanto de las generaciones presentes como futuras.
Esas condiciones tienen que ver con los sistemas educativos, el optimismo cultural y la correcta intervención del Estado tanto en la economía como en la sociedad. A su vez, esa correcta intervención del Estado se relaciona con las capacidades y virtudes personales de quienes lo comandan y del liderazgo político.
Es evidente, entonces, que una sociedad que quiera avanzar en el establecimiento de esas condiciones requiere ineludiblemente un proceso de planificación permanente que pueda eludir las tendencias e inclinaciones a la recaída en el P. O. Y, para eso, requiere soberanía.
Lamentablemente, la historia de la humanidad es la historia de los imperialismos dedicados a suprimir soberanías y, eventualmente, la de los pueblos en su lucha por librarse de ellos e intentando reinstalarlas. Esto es básico en el pensamiento de JDP. El que no entiende esto no puede ser peronista por más que lo declame con exaltación.
La fuerza de los imperialismos reside en el control de lo que he identificado en las propuestas teóricas que produje y formulé como “resortes y recursos fundamentales” (RRF), los cuales son plataformas que combinan elementos de diferentes instancias (políticas, económicas e ideológicas) y provocan efectos que no existirían sin esa combinación. El control de esas plataformas define a la clase oligárquica.
Black Rock o Vanguard por sí solos son entidades financieras (fondos de inversión), pero, en combinación con paquetes accionarios de cientos de otras empresas productivas, financieras o comerciales, la Reserva Federal, el FMI, el Banco Central europeo, el Pentágono o el Departamento de Defensa de EE.UU. y Gran Bretaña, los organismos de inteligencia, los medios masivos de comunicación, los partidos políticos, etc., se conforma una plataforma en la cual no se diluye el control de la camarilla sino al contrario, se refuerza cada vez más, porque las camarillas se combinan con objetivos comunes, dejando en un plano secundario sus diferencias.
En la teoría que expuse, la unión de los individuos-agentes con esas plataformas da lugar a la clase oligárquica. Y esa unión implica la separación de los individuos-agentes mundiales restantes. Es por eso que el imperialismo es un proceso global, no local o nacional.
Cuanto más se consolidan esas camarillas oligárquicas menos soberanías existen y viceversa. Son procesos mutuamente contradictorios. Cuantas más soberanías se consolidan menos influencia tienen los imperialismos.
Las oligarquías y el P. O. no tienen mayores incentivos para promover sistemáticamente el desarrollo de la economía por medio de la creatividad individual, salvo para usarla y subordinarla a las exigencias propias de su hegemonismo global, como por ejemplo el aumento de la fuerza militar en localidades del mundo que consideran críticas. Las doctrinas geopolíticas parece que tienen como una “racionalidad autónoma” pero se inventaron con la finalidad de mantener y consolidar y expandir el control y hegemonismo global.
Como las consideraciones sobre su predominio son excluyentes, impulsar el mejoramiento de las condiciones materiales y espirituales de la mayoría de la población mundial no figura entre sus prioridades, puesto que creen que hacer eso aumentaría la aleatoriedad y el riesgo de pérdida de control, con lo que menguaría su poder e influencia mundial al debilitarse el acceso a las fuentes que lo otorgan.
El P. O. es plenamente conciente de que el mejoramiento de las condiciones de vida de la humanidad requiere métodos que corresponden a agencias del Estado Nacional soberano y la cooperación entre estos. Ello implica cambios en la dirección y uso de los excedentes económicos lo que no podría hacerse si las soberanías no avanzan en el control sobre los RRF y en el establecimiento consecuente de las condiciones para que el potencial creativo humano se haga acto con más frecuencia. Si esto último no sucede solo habrá ocurrido una cierta redistribución del ingreso y los recursos debido a un cambio de manos en su control, pero no más que eso.
Con lo que tenemos que las condiciones necesarias y suficientes para el éxito de un Estado Nacional soberano es el desplazamiento del control oligárquico sobre los RRF en favor de las clases populares antes desposeídas de los mismos y, además, la generación de las condiciones que favorezcan el pasaje al acto de la potencialidad creativa de los seres humanos, lo que redunda en el mejoramiento de los procesos productivos y de las condiciones de vida de las poblaciones.
Pero, para que se dé eso, también hay una condición clave, la más clave de todas: que exista un liderazgo de conducción con las suficientes capacidades, inteligencia y habilidades para que pueda habilitarse ese proceso que implica una lucha muy desgastante con las voluntades y el P. O. que se le opone.
China y Rusia han resuelto, a través de sus respectivos liderazgos (Xi y Putin), en diferentes proporciones, la cuestión del Estado Nacional soberano. Es decir, han logrado conquistar cuotas relativamente elevadas de soberanía y cooperación.
Es por ello que han sido objeto y el blanco, directa o indirectamente, de las operaciones geopolíticas típicas del oligarquismo occidental para socavar el progreso y estabilidad de ambas naciones.
El estado de efervescencia del mundo actual es producto de un proceso de larga data cuyo resultado es parecido a lo que observaba JDP durante los años ’60 y principios de los ’70 del siglo pasado, esto es una conciencia cada vez mayor (el tercermundismo de aquellos tiempos) de la necesidad de liberarse de la interferencia imperialista a los fines de lograr el progreso y la evolución de ese tercer mundo.
Ahora sucede lo mismo, pero con la ventaja de que Rusia y China dan un respaldo a ese proceso no solo en lo conceptual sino en lo material también. Y el poder relativo del imperialismo angloamericano ha disminuido bastante respecto a hace 50 o 60 años atrás.
La humanidad tiene que decidir el camino de aquí a 100 años. Para garantizar el futuro de la especie humana y un salto evolutivo debe apostarlo todo a la soberanía y la cooperación con la esperanza, como sucedió tantas veces en la historia, de que la creatividad humana resuelva los problemas en los que nos hemos y nos han metido. Los viejos problemas siempre requieren para su solución una mentalidad renovada.
Una gran parte de la humanidad está apostando a esto y es combatida, como siempre ha ocurrido en la historia, por un oligarquismo obstinado dispuesto a perjudicar a todos con tal de evitar de que alguien salga ganando y que no sean ellos.