Es frecuente escuchar en boca de diversos actores del espacio oficialista frases como éstas:
“El principal problema de la Argentina es la escasez de
dólares”.
“Sólo se puede ser
audaz cuando hay reservas en el Banco Central”.
“Hay que aumentar las
exportaciones para tener dólares”.
“No da la correlación de fuerzas”.
Etc., etc.
Muchos analistas, militantes, funcionarios o candidatos
incorporan estas cosas como frases hechas o axiomas a partir de los cuales
elaboran razonamientos o racionalizan.
Como en la política común y corriente influyen mucho las
ambiciones personales por los cargos y la figuración, necesitando para eso la
validación de los demás (no solo de los electores en épocas de elecciones sino
el visto bueno de los que toman decisiones en las “internas” o en las roscas),
se facilita mucho que las frases hechas como las señaladas se extiendan y se
transformen muchas veces en sentido común. Cómo cada uno reproduce ese sentido
común es cuestión ya de personalidad e individualidad de los actores.
Estas son el tipo de cosas que empañan y obturan la
creatividad en la política, puesto que es muy difícil que el que participa de
la lucha política se gane el cargo o conquiste una posición de poder él solo,
con su propia subjetividad, sin necesidad de ser validado por otros. Las
excepciones a esta regla son los “líderes de conducción” (ver conceptualización
de JDP).
Los peronistas inteligentes deberían pensar en “¿cómo
pensaría un líder de conducción?”.
Por ej., tomemos el ejemplo de la mentada “escasez de
dólares” o “restricción externa”.
Lo primero que pensaría un líder de conducción es que debe
haber un proceso que lleva a eso. No lo toma como un dato a partir del cual
hace política o economía, sino que lo toma como el corolario de un proceso en
el cual hay que intervenir para que el corolario sea diferente.
¿Por qué se produce la escasez?. ¿Por déficit en balanza
comercial, de pagos, fuga, etc.?. ¿Qué cuenta es la que más incide en el
déficit o la escasez?. ¿Qué tipo de funcionamiento o proceso económico reflejan
esas cuentas?. Esta última es la pregunta que vale, puesto que la respuesta a
ella será la verdadera razón que se reflejará en las cuentas.
Si uno tiene un barril relativamente pequeño (la capacidad
de la economía argentina) y lo llena bastante, supongamos un 90% (el uso de esa
capacidad), puede estar satisfecho con ese nivel. Ahora, si uno tiene un barril
lleno de agujeros y hace el mismo esfuerzo por llenarlo que en el caso
anterior, obvio que no va a estar satisfecho porque se va a llenar muy poquito
puesto que el contenido se va a perder por los agujeros.
Si uno mira el saldo de la balanza comercial de los últimos
20 años se da cuenta de que NO HUBO ESCASEZ de dólares. Lo que ocurrió es que
se fueron en giro de divisas, pago de utilidades, fuga de capitales, deudas,
etc., etc. Todo ocurre como si nos pagaran por todo lo que exportamos pero,
luego, tuviéramos que devolver casi toda la diferencia entre lo que nos pagaron
y lo que importamos (saldo positivo de la balanza comercial). Es decir,
salieron bienes exportables, entraron dólares y entraron bienes importados y
volvieron a salir dólares. El efecto neto de mediano plazo es que salieron
bienes exportables, entraron bienes importados y salieron dólares. No sé si
alguien se dio cuenta de que esto es casi lo mismo a que no nos hayan pagado
por lo que exportamos o a que solo se produjo un intercambio de equivalentes
entre lo que exportamos y lo que importamos.
En términos sencillos: exportaciones = a importaciones +
salida de capitales. Que es lo mismo que decir que el precio que recibimos por los
exportables tiene un número negativo implícito equivalente a la salida de
capitales. En cambio, el precio de lo que pagamos por importar no tiene ese
descuento.
Y, además, tenemos que agregar a la cuenta todo lo que se
evade en forma clandestina e informal: subfacturación de exportaciones y
sobrefacturación de importaciones, subdeclaración de volúmenes físicos
exportados, triangulaciones vía países vecinos, etc., etc.
En este sentido, el compañero Samid, al identificar el
problema del saqueo de la Argentina como el problema principal, está
rigurosamente en lo cierto. Pero es un tema que está casi absolutamente ausente
del debate político. Se ha naturalizado el hecho que el barril que tenemos que
llenar esté lleno de agujeros y casi nadie ve una anomalía en eso.
En este contexto, proponer que hay que aumentar las exportaciones
para tener divisas, ignorando olímpicamente todo lo precedente, es
absolutamente descabellado en el mejor de los casos o cínico en el peor.
Un líder de conducción no se detendría aquí. En caso de
abundancia de dólares se preguntaría, también, a qué clase de proceso obedece
eso?. Por ejemplo: ¿se agrandó la parte exportable a expensas del achicamiento
del mercado interno?, ¿el costo en dólares del trabajo argentino se redujo?,
¿los porcentuales de lo exportado sobre lo producido son adecuados?, etc., etc.
Por ejemplo, el líder de conducción no se alegraría por la
cantidad de dólares que ingresaron los últimos dos años en concepto de
exportaciones de carne, sino que se fijaría en la pérdida de la ingesta de
proteína animal para 20 millones de personas, que es lo que pasa (además de la
inflación) cuando se exportan 1.000 millones de Kg. de carne por año. A este
tipo de procesos Perón los llamaba “hacer dólares a costa del hambre del
pueblo”.
Resulta obvio que la principal tarea de un gobierno
nacional-popular o peronista, ante una situación así, es tapar los agujeros del
barril y tratar de que lo que producen los argentinos, sea mucho o poco, se
pueda poner al servicio de los argentinos, evitando que intereses privados
ajenos se lleven gran parte de esa riqueza.
Tapar los agujeros del barril significa concretamente que
hay que intervenir en el comercio exterior y en el sistema monetario y
financiero.
Se trata de la creación de una empresa de cereales, oleaginosas y carnes
que sea del Estado y que compre una parte de la producción local y la
comercialice al exterior. Con esto se terminan las retenciones y se puede
direccionar la renta proveniente del comercio internacional del país en
beneficio no solo de sectores urbanos de la industria y la infraestructura sino
también de pequeños y medianos productores agropecuarios.
Este control en el comercio exterior tendría repercusiones
en la política monetaria. En efecto, como el ingreso de dólares, en tal
escenario, pertenecería a una empresa del Estado, no sería necesario que el
BCRA emita pesos y letras contra ingreso de dólares del sector privado, lo que
repercutiría positivamente en el manejo del tipo de cambio y el fortalecimiento
de la moneda nacional, con lo que el Estado podría direccionar el ahorro
nacional de manera más productiva y atendiendo con más facilidad las
necesidades sociales.
Tales cambios generarán la reacción de intereses privados
oligárquicos de origen angloamericano tomando de blanco al líder de conducción
(y a algunos de sus auxiliares) quien deberá tener un temple muy grande para enfrentar
tales reacciones. El líder de conducción sabe que deberá pagar un precio muy
elevado por liderar tales cambios, pero estará dispuesto a pagarlo en aras de
la justicia social, la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.
Dicho esto, el que espera que el riesgo lo asuma otro, ya no
tiene pasta para líder de conducción, puesto que éste, en calidad de tal, asume
lo que se debe hacer y el precio que pagar.
Los individuos-agentes más lúcidos del establishment oligárquico (por supuesto que no son ni Macri ni Magnetto ni ninguno de los que salen habitualmente en las noticias) le temen a la eventualidad de esta
situación porque saben que el líder de conducción, al conquistar los corazones y
las mentes de mayorías muy heterogéneas, puede provocar cambios y reformas
sociales importantes.
En este sentido, no es que las fuerzas de la oscuridad son
demasiado superiores a las de la luz y, por eso, no se puede hacer nada, sino
que aquéllas existen por ausencia de éstas, apenas la luz adviene la oscuridad
desaparece.
El líder de conducción no busca la validación de nadie
porque ya sabe lo que vale, mientras que la mayoría de los políticos comunes o
normales, buscan permanentemente la validación personal, proyectando la imagen ideal
de su propio yo más no la real, generando los deslizamientos de sentido habituales
en la práctica donde la persona con un cargo político que debería estar al
servicio del pueblo, se sirve del cargo al servicio de ella misma. Terminan, de
esta forma, trabajando contra aquellos que deberían servir y a favor de quienes
deberían haber combatido.
Lo mejor que podrían hacer los políticos normales o comunes
es dejar de creer que son más importantes de lo que en realidad son y tratar de
ser humildes sin vanagloriarse de ello. Y que, cuando alguien tiene algo novedoso
para aportar, hacer silencio, sin cuestionamientos. Y si está dentro de sus
posibilidades, apoyarlo.
El motor de la historia, lo que produce los cambios al
servicio del mejoramiento del ser humano y la sociedad, es la mente creativa
del individuo más su voluntad, tenacidad y capacidad de sobreponerse a las
dificultades aparentemente insalvables. Tales mentes son las que ponen en
marcha el movimiento de lo colectivo, de lo social, que es el que termina desequilibrando la balanza y permite la consagración del líder.
El lugar de líder de conducción en la Argentina está vacante
desde hace 47 años. ¿Alguien se animará a ocuparlo?. La supervivencia del
pueblo argentino (o sea de nuestra querida patria) depende de esa persona potencial
que se anime.
Esa potencial persona sabe que deberá sacrificar muchas
cosas, gran parte de la forma normal de su vida. Pero también sabe que, si
tiene éxito, tendrá el cariño y el amor de la gran mayoría del pueblo humilde que
lo recordará por la eternidad a través de la historia y la memoria
intergeneracional.
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