Vi hoy a CFK en el alegato del juicio que se le sigue (persigue) por el caso del “dólar futuro”.
Evidentemente, la Presidenta (del Senado de la Nación) y ex
Presidenta de la Argentina tiene mucha razón en lo que dice, tanto en sus
apreciaciones políticas como técnicas y jurídicas.
En mi opinión, debería entrenarse para esas ocasiones con el
fin de no mostrar sus emociones. Es obvio que está embargada por la bronca, no
es para menos. Pero, quizás, dejar traslucir esa bronca no convenga
políticamente o, mejor dicho, convendría mejor políticamente no dejarla
traslucir.
Me gustaría reflexionar en esto.
¿Mostrarse embroncada y enojada no significa otorgarle a los
acusadores una importancia que no tienen?. ¿No es mejor responsabilizar al
dueño del circo en lugar de a los payasos?. Cristina tiene la suficiente altura
intelectual, política y moral como para dirigir sus mensajes por elevación a
los mandantes, porque los mandatarios son una anécdota en este juego.
Esto es parecido a lo que Jesús le dijo al funcionario
romano, algo así como: “tu autoridad es prestada” (por el emperador de Roma).
No me cabe duda de que los mandatarios hacen mucho mal, pero
la causa del mal que hacen no son ellos, son los mandantes y su discurso
perverso.
No importa lo que crean de sí mismos los que ejecutan
maldades por otros. Pueden creerse que están en una cruzada contra la
corrupción K; o que son unos vivos bárbaros porque cobran dádivas de los
poderosos por hacer eso; o que tienen que ser permeables a las presiones para
conservar su trabajo sin importar las injusticias que sucedan; etc. etc.
Esta parte del Poder Judicial corrompido son ejecutores que
hacen un trabajo sucio pero sin mancharse mucho los trajes porque, aunque estén en el barro, lo hacen sentados en sus pedestales y están bastante bien
protegidos por medios de comunicación y otros poderes superiores que participan
de juegos inconfesables.
Pero el poder que tienen para acusar a CFK y sus ex funcionarios
no es de ellos, ni de la Constitución, ni de las leyes. Es un poder prestado,
como el del funcionario romano.
Me pregunto si no controlar esa bronca que siente Cristina
es darle pasto a esos poderes superiores. Sé que los que la queremos, que son
muchos, se identifican y tienen empatía con ella. Pero también son muchos los
que no sienten esa empatía. Dentro de este grupo, ¿cómo perciben esa bronca?, ¿les
genera dudas?.
Pienso que hay que tener un temple de hierro para lidiar con
los tránsfugas que hay que lidiar y una astucia muy grande.
Me parece mejor apelar a la ironía e interpelar a los jueces
haciéndoles ver la degradación humana en la que caen ellos mismos al hacer de
su propio trabajo una verdadera farsa.
A fin de cuentas Cristina sabe perfectamente, por el
conocimiento de la historia, que todos aquellos que lucharon –teniendo cierto y
relativo éxito- a favor de sus propios pueblos y fueron objeto de los ataques
de los poderosos, tuvieron que pagar el precio por lo que hicieron no de malo
sino de bueno.
Leibniz tenía razón cuando decía que la virtud y el bien
tienen su propia recompensa y la maldad su propio castigo.
¿Acaso la condena a muerte de Sócrates (por “corromper a la
juventud”) o la crucifixión de Jesús; el exilio de San Martín o de Rosas; el
saqueo de la casa de Yrigoyen y su prisión en Martín García; el exilio de Perón;
o la actual persecución a Cristina, no son la prueba más palmaria de que
actuaron conforme al bien común, contra el cual se alzaron siempre los malvados
y los brutos?.
Me acuerdo de una frase de Evita que decía algo así: “Podrán
decir (los contras) muchas cosas (malas) de Perón pero nunca se podrá borrar el
hecho de que el pueblo lo quiso a él”.
Lo mismo vale para Cristina. Podrán decir o acusarla de
cualquier cosa, pero una parte del pueblo la quiere a ella, millones se
identifican con ella. ¿Qué otra figura tiene ese privilegio?.
Leibniz tenía razón.
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