jueves, 4 de marzo de 2021

Por qué Cristina debería ocultar sus emociones.

Vi hoy a CFK en el alegato del juicio que se le sigue (persigue) por el caso del “dólar futuro”.

Evidentemente, la Presidenta (del Senado de la Nación) y ex Presidenta de la Argentina tiene mucha razón en lo que dice, tanto en sus apreciaciones políticas como técnicas y jurídicas.

En mi opinión, debería entrenarse para esas ocasiones con el fin de no mostrar sus emociones. Es obvio que está embargada por la bronca, no es para menos. Pero, quizás, dejar traslucir esa bronca no convenga políticamente o, mejor dicho, convendría mejor políticamente no dejarla traslucir.

Me gustaría reflexionar en esto.

¿Mostrarse embroncada y enojada no significa otorgarle a los acusadores una importancia que no tienen?. ¿No es mejor responsabilizar al dueño del circo en lugar de a los payasos?. Cristina tiene la suficiente altura intelectual, política y moral como para dirigir sus mensajes por elevación a los mandantes, porque los mandatarios son una anécdota en este juego.

Esto es parecido a lo que Jesús le dijo al funcionario romano, algo así como: “tu autoridad es prestada” (por el emperador de Roma).

No me cabe duda de que los mandatarios hacen mucho mal, pero la causa del mal que hacen no son ellos, son los mandantes y su discurso perverso.

No importa lo que crean de sí mismos los que ejecutan maldades por otros. Pueden creerse que están en una cruzada contra la corrupción K; o que son unos vivos bárbaros porque cobran dádivas de los poderosos por hacer eso; o que tienen que ser permeables a las presiones para conservar su trabajo sin importar las injusticias que sucedan; etc. etc.

Esta parte del Poder Judicial corrompido son ejecutores que hacen un trabajo sucio pero sin mancharse mucho los trajes porque, aunque estén en el barro, lo hacen sentados en sus pedestales y están bastante bien protegidos por medios de comunicación y otros poderes superiores que participan de juegos inconfesables.

Pero el poder que tienen para acusar a CFK y sus ex funcionarios no es de ellos, ni de la Constitución, ni de las leyes. Es un poder prestado, como el del funcionario romano.

Me pregunto si no controlar esa bronca que siente Cristina es darle pasto a esos poderes superiores. Sé que los que la queremos, que son muchos, se identifican y tienen empatía con ella. Pero también son muchos los que no sienten esa empatía. Dentro de este grupo, ¿cómo perciben esa bronca?, ¿les genera dudas?.

Pienso que hay que tener un temple de hierro para lidiar con los tránsfugas que hay que lidiar y una astucia muy grande.

Me parece mejor apelar a la ironía e interpelar a los jueces haciéndoles ver la degradación humana en la que caen ellos mismos al hacer de su propio trabajo una verdadera farsa.

A fin de cuentas Cristina sabe perfectamente, por el conocimiento de la historia, que todos aquellos que lucharon –teniendo cierto y relativo éxito- a favor de sus propios pueblos y fueron objeto de los ataques de los poderosos, tuvieron que pagar el precio por lo que hicieron no de malo sino de bueno.

Leibniz tenía razón cuando decía que la virtud y el bien tienen su propia recompensa y la maldad su propio castigo.

¿Acaso la condena a muerte de Sócrates (por “corromper a la juventud”) o la crucifixión de Jesús; el exilio de San Martín o de Rosas; el saqueo de la casa de Yrigoyen y su prisión en Martín García; el exilio de Perón; o la actual persecución a Cristina, no son la prueba más palmaria de que actuaron conforme al bien común, contra el cual se alzaron siempre los malvados y los brutos?.

Me acuerdo de una frase de Evita que decía algo así: “Podrán decir (los contras) muchas cosas (malas) de Perón pero nunca se podrá borrar el hecho de que el pueblo lo quiso a él”.

Lo mismo vale para Cristina. Podrán decir o acusarla de cualquier cosa, pero una parte del pueblo la quiere a ella, millones se identifican con ella. ¿Qué otra figura tiene ese privilegio?.

Leibniz tenía razón.

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