La
interpretación habitual del periodismo político, sea explícita o implícita, de
la “pelea CFK vs. Kicillof”, es que la ambición de Cristina de decidir
discrecionalmente las listas de candidatos perjudica el futuro de Axel K. y su
camino a la Presidencia de la Nación. Que es inexplicable tal conducta de
Cristina, y cómo es posible que desautorice o confronte, a través de la Cámpora,
al mejor candidato que tenemos que es Axel.
Esto es visto
así porque solo se reacciona a los acontecimientos del día a día pero no se
presta atención al proceso en el que ellos se enmarcan.
Ya se sabe que
Cristina no es líder de “conducción” en el sentido en que lo era JDP. Eso
significa que, por características de la personalidad de ella, no tiene el
talento y las facultades para poder arbitrar entre diversas facciones y poder
darle una dirección unívoca al conjunto del movimiento. Pero eso no significa
que no sea líder. En mi opinión Cristina es lo que denomino “líder de conjunto”
que es una categoría menor a “líder de conducción”. El 99.99% de la dirigencia
está en una categoría menor a ambas porque no constituyen liderazgo.
Ahora, por qué digo que Cristina, aún no siendo líder de conducción, siéndolo
de “conjunto”, se constituye en la única líder existente en la Argentina.
Primero, porque
no existe un líder de conducción desde que falleció JDP. No nació nadie ni
existía nadie en aquellos tiempos que tuviera esas capacidades. Y, segundo,
nadie, actualmente, fuera de Cristina, tiene las capacidades que ella tiene
como “líder de conjunto”.
¿Qué
capacidades son esas que tiene Cristina?
La principal es
que, especialmente a partir de su segundo mandato (2011), decidió no ceder ante
las pretensiones del establishment y seguir gobernando sin perjudicar las
condiciones de vida de las clases populares. Esta decisión le valió asumir
costos personales enormes en ella y en algunos de sus colaboradores.
Tuvo la
valentía de decidir soportar los golpes. ¡Y vaya que los soportó y lo soporta
todavía!
El
establishment quería que empiece a revertir la distribución del ingreso que
había logrado y que metiera a la Argentina en la joda del endeudamiento de
nuevo. Pero ella se negó.
Fue la única
dirigente, hasta ese momento, desde el fallecimiento de JDP, es decir luego de
casi 40 años, que se animó a negarse a las pretensiones fundamentales del establishment.
Todos los que la precedieron sucumbieron ante las presiones, disimulándolo. Pero ella no. No necesitó disimular. Y sostuvo
esa decisión hasta el fin de su mandato, a pesar de las difamaciones, law fare,
campañas permanentes de provocación, mentiras descaradas, etc., etc.
Esa decisión de
no sucumbir a la presión y sostener las consecuencias fue generando una relación
de admiración y afecto en amplios círculos sociales, a pesar de todo. Es decir,
generó una conexión emocional con una parte relativamente significativa del
pueblo. Ningún dirigente, desde la muerte de JDP, había logrado eso. Hubo,
antes que ella, varias ilusiones y desilusiones, pero ninguno/a logró conformar
ese tipo de conexión emocional con una parte del pueblo. Esta es una
característica fundamental del liderazgo que trasciende al mero dirigente.
Este es el capital simbólico de ella que ningún dirigente tiene hasta ahora. No
es la jefa por un capricho, porque es “mala onda”, etc., es la jefa por ese
capital simbólico nacido de la conexión emocional con una parte del pueblo, nacida,
a su vez, por la valentía de no sucumbir a las presiones de gente muy poderosa
y haber aguantado estoicamente los golpes.
Esa experiencia
fue de ella. Es imposible de transmitir. Pertenece a su entera subjetividad. Y
esa experiencia produjo efectos que no se pueden deshacer con una varita
mágica. Están allí, en cada una de las personas que sintieron la conexión
emocional con ella, sean gente común del pueblo o militantes y politizados.
Hay una suerte
de empecinamiento, diría cultural y emocional, en no querer asumir las
diferencias cualitativas, especialmente entre intelectuales y analistas, buenos
o malos, no pueden identificar con justeza las causas a las que hay que remitir
los efectos que se ven.
La causa de la
caída catastrófica y el empeoramiento de la distribución del ingreso contra los
sectores populares desde 1975/6 fue la muerte de JDP. La causa del empeoramiento
de la distribución del ingreso desde 2016/17 fue la ida de CFK del gobierno.
Si no se entiende
a cabalidad esto, se van a engañar por cuestiones formales y falsos debates. El
factor subjetivo del liderazgo es un activo insustituible para las expectativas
y aspiraciones de los sectores populares.
Cristina es una
persona como cualquiera, como Axel, Quintela, o quien sea. Pero produce efectos
que cualquiera no puede producir. Ella necesita la comprensión de aquellos que
no pueden producir esos efectos. No importan acá las características personales
de Cristina. A algunos les puede repugnar y a otros no. Esto es una cuestión
estética. No quiero decir que no tenga importancia, la tiene, pero, lo
fundamental son los efectos que Cristina puede producir, a pesar de todas y
cada una de sus imperfecciones como persona.
Esto el establishment lo sabe. Por eso la quiso matar. Saben que es la única
que está dispuesta a pagar el precio personal por los intereses de las mayorías
populares y por la soberanía del país. Si surgiera otro con ese mismo valor, lo
querrían matar también.
El periodismo político debiera alejarse un poco de la “vorágine acontecimiental”
porque pierde perspectiva. Los acontecimientos y sus interacciones no se
producen en una caja vacía, como bolitas que chocan unas contra otras. La caja
está llena de “mareas invisibles” que de alguna forma condicionan a las bolitas.
Hay que
cultivar la mente para que aprenda a ver eso invisible, porque con los ojos no
se ve. De lo contrario quedamos prisioneros de las pasiones, de las
acciones/reacciones, de aquello que es lo inmediato para los sentidos.
Pero
necesitamos dirigentes que trasciendan la mera ambición personal, su puro oficio
político o la reacción por reflejo. Hay que poder acceder a aquello que
realmente gobierna la producción de acontecimientos futuros, para lo cual hay
que saber leer bien la historia y el presente.
Y eso tampoco
se puede hacer mecánicamente. Hay que poner, aunque sea un pie en el futuro
para saber qué pasa en el presente. Este tipo de percepción lo da la intuición
y la imaginación. Como decía JDP “hay que ser realista pero con imaginación”
porque si no el realismo no nos sirve para nada.
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